Siglo XXI

La pérdida de lo manual

Vivimos cada vez más integrados en un mundo digital, un hecho que afecta a nuestras habilidades manuales. Año tras año, lo manual se va perdiendo.

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12
julio
2023

Vivimos cada vez más integrados en un mundo digital, un hecho que afecta a nuestras habilidades manuales, qué duda cabe. Yo, personalmente y como tantos otros, ya no escribo a bolígrafo como antaño, consecuencia lógica de una pérdida de hábito. Se sabe, por ejemplo, que en Finlandia, cuya educación es siempre alabada por doquier, los colegios ya desechan la opción de escribir a mano. Sus alumnos emplean, preferentemente, un teclado.

Curiosamente, la palabra «digital» proviene del latín digitalis, relativo al dedo, que es, naturalmente, una parte de la mano, aunque no su totalidad. En el mundo virtual usamos tan solo los dedos, no la mano como un todo; una mano que, hasta el día de hoy, había sido esencial para nuestro vivir en el mundo. Con los nuevos avances tecnológicos puede, incluso, que dejemos de emplear también los dedos, y naveguemos por la red por medio de decisiones mentales o impulsos nerviosos.

Este rechazo del elemento manual, que cada día cuenta con menor importancia y protagonismo, tiene curiosos efectos. Por poner un ejemplo, podríamos hablar del concepto de lucha de clases marxista. Marx entendía que el proletariado –aquella clase social y económica que carece de capital y solo cuenta con su propia fuerza de trabajo, junto con sus hijos o prole como activo económico– representaba un segmento social que trabajaba con las manos, en fábricas, talleres, etc. No ocurre lo mismo a día de hoy, cuando podríamos hablar de un proletariado (también suele hablarse de precariado) digital, que trabaja, no con sus manos, sino con sus dedos frente a un ordenador. Hoy uno puede pertenecer a una clase social sin poder económico a pesar de no ser un trabajador manual.

Ocurre lo mismo con el propio cerebro, que es desactivado por falta de uso, al contar con elementos compensatorios como ordenadores y dispositivos tecnológicos

El hecho de que la mano pierda protagonismo de modo radical tiene que ver con la pérdida del referente material. Si el significado de una palabra explica verbalmente una determinada realidad –y el significante es la propia palabra con la que nos referimos a esa realidad– podemos afirmar que el referente es la realidad referida. Es decir, que con la gradual digitalización del universo humano, el elemento material, aquello a lo que referimos, pierde relevancia cada vez con mayor intensidad. En el mundo digital lo que cobra importancia es el significado y el significante, la pura representación, que se nos aparece manifiesta en una pantalla.

A día de hoy no es el referente material el protagonista, sino el modo en que nos representamos las cosas. Es por ello que cuenta con tanta consideración el modo en que las personas se autorrepresentan y autodefinen, al tiempo que las palabras, los pronombres y las cosas dichas parecen tornarse decisivas. Hoy es cada vez más importante el decir que el hacer, cuando siempre se ha sabido que, como dijo Woody Allen, «las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas». Esta importancia de la representación frente al defenestración del referente sería sintomática del inicio de una vida virtual, en la que la ciudadanía viva inmersa en burbujas de representación desligadas de la realidad material (temática abordada en películas de ciencia ficción, como Matrix, y en gran parte de la literatura propia ese mismo género).

Naturalmente, el hábito es fundamental para realizar un correcto uso de una habilidad, recurso u órgano. La pérdida de relevancia que aqueja a la mano hará de esta una entidad semi-inútil, o útil tan solo en cuanto que satisfaga las limitadas obligaciones exigidas de ella, como el escribir en un teclado y el manipular una pantalla táctil. De hecho, ocurre lo mismo con el propio cerebro, que es desactivado por falta de uso, al contar todos nosotros con cerebros compensatorios en la forma de ordenadores y dispositivos tecnológicos. En un futuro no muy lejano puede que perdamos la habilidad táctil incluso a la hora de acariciar, de abrazar, de amar. Esto ocurriría siempre y cuando las relaciones afectivas se viesen tiranizadas también por los contextos virtuales y digitales de comunicación interpersonal.

El uso de las manos, ese gran privilegio del ser humano frente a otros animales y que tanta importancia tuvo para nuestra evolución, podría degenerar en tiempos venideros; no por una decadencia en el llamado progreso civilizatorio, sino, al contrario, por un sobre-uso y exceso de sofisticación tecnológica, supuesto buque insignia del referido desarrollo cultural, social y económico.

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