Salud

«El esfuerzo por erradicar la ansiedad de nuestras vidas tiende a aumentarla»

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21
junio
2023

La ansiedad es una más de las experiencias vitales comunes.  Tal vez se tenga la tentación de evitarla como si fuera el peor enemigo, de luchar contra ella o de ocultarla como un defecto inconfesable. No obstante, detenerte por un momento a escuchar lo que trata de decirte puede abrir un horizonte nuevo en el que sea posible comprenderla y, a la vez, comprenderte. Es lo que propone el doctor en Psicología Joaquín Mateu-Mollá en el libro ‘Volver a ser tú’ (Destino, 2023), «un viaje apasionante en el que ahondar en tu ansiedad, dotar de significado a tus vivencias y desentrañar todo lo que esconde».


Últimamente, el término «ansiedad» está muy manoseado y se emplea a la ligera, por ello me gustaría tener tu definición clara: ¿qué es exactamente ansiedad?

Dentro del uso social que le damos a las palabras, el término «ansiedad» se está utilizando muchísimo. Las personas suelen referirse a ella para describir estados emocionales muy dispares, desde el nerviosismo a la angustia, pasando por sentirse indefensos ante una situación que les abruma. Pero la ansiedad tiene sus particularidades y puede entenderse como una experiencia subjetiva de miedo que surge no ante una amenaza presente inminente dentro de nuestro entorno, sino ante una que se ubica en algún lugar relativamente distante del futuro y que, sin duda, tiene una carga de ambigüedad bastante importante. Es como una amenaza con componentes subjetivos muy relevantes y dentro de la cual hay una mescolanza también de aspectos relacionados con nuestras experiencias y expectativas. Por decirlo de una forma sencilla: la ansiedad es un miedo diseñado a nuestra medida.

Entonces, podríamos decir que hay experiencias que se parecen a la ansiedad, y la gente la identifica como tal, pero realmente no lo son…

Efectivamente. Por ejemplo, tenemos el caso del miedo que es parecido y, de hecho, las sensaciones fisiológicas son muy similares, pero la diferencia particular que existe entre ambos sería que el miedo responde a una amenaza inminente en el presente, que requiere de una acción rápida para la supervivencia fundamentalmente; y la ansiedad se ubica en el futuro. También suele confundirse con el concepto de angustia, que se manifiesta de manera parecida en nuestro cuerpo, por eso hay confusión. Pero responde al hecho de sentirnos desprovistos de un objetivo o de un propósito en nuestra vida. Es cuando percibimos que de alguna forma nuestras acciones no son coherentes con nuestros valores y con nuestras metas; y, por tanto, nos sentimos como naufragando dentro de la existencia.

«La ansiedad es un miedo diseñado a nuestra medida»

El estrés también se confunde a menudo con la ansiedad. En particular, el reverso patológico del estrés, que es lo que llamamos distrés. Pero también son distintos. Ese estrés surge cuando percibimos que las demandas ambientales en una determinada situación desbordan los recursos que percibimos tener. Cuando eso sucede, hay esa discrepancia entre lo que consideramos que deberíamos hacer y lo que creemos que podemos hacer, y surge esa respuesta de distrés que también tiene sus discrepancias respecto a la ansiedad. Y por último, estaría la indefensión, otro concepto que a menudo se confunde y que tiene que ver con el hecho de percibir que nada de lo que podamos hacer ante una situación adversa conseguirá mejorarla o resolverla. Esa indefensión, de hecho, es muy importante para entender la salud mental, porque sería la fase inicial de muchos trastornos de carácter depresivo. El hecho de sentirnos indefensos, que es algo bastante común lamentablemente hoy en día, puede disparar o precipitar trastornos del estado de ánimo muy importantes.

La ansiedad es ya el problema de salud mental más frecuente en España. Teniendo en cuenta que gran parte de la población la sufre y que el «diseño» de nuestro cuerpo nos permite que exista: ¿Tener ansiedad es algo malo e indeseable?

La ansiedad, en líneas generales, es completamente normal y no tiene nada de patológico. Todos vivimos con algún grado de ansiedad y eso es absolutamente inevitable. De hecho, la tendencia a creer que no debería estar la ansiedad y el esfuerzo consecuente por erradicarla de nuestras vidas tiene consecuencias totalmente paradójicas: tiende a aumentarla y agravarla. Entender la ansiedad como algo natural, como una parte más de nuestras experiencias y, por tanto, completamente legítima, es el primer paso para lidiar exitosamente con ella. No obstante, también ocurre en ocasiones que la ansiedad por su intensidad o por los momentos en los que aparece adquiere connotaciones negativas y patológicas. Es en este caso cuando hablamos de trastornos de ansiedad y habría varios diferentes: las fobias específicas, que son miedos muy intensos a estímulos concretos; la ansiedad social, que también es un temor cerval ante situaciones que podrían de alguna manera perjudicarnos; el trastorno de ansiedad generalizada, que son preocupaciones constantes por asuntos cotidianos de la vida diaria; y el trastorno de ansiedad por separación, que ocurre fundamentalmente en niños, aunque no solo en niños, y que emerge en aquel momento en que sentimos que a nuestro alrededor no están las figuras de apego con las que podemos contar y tener un adecuado apoyo. En todos estos casos conviven síntomas ansiosos que se caracterizan primero por una respuesta fisiológica muy intensa de hiperactivación del sistema nervioso simpático, con sudoración, taquicardia, etcétera; segundo, por la respuesta cognitiva que cursa con preocupaciones y rumiación, rumiación sobre el pasado; y tercero, con una respuesta motora que tiene que ver con el escape y con la huida.

«Nuestra sociedad imprime a la felicidad una obligatoriedad, no es una meta que busquemos de manera tranquila y sosegada»

Los datos también apuntan a un aumento especialmente reseñable en la población de menos edad. ¿Por qué afecta más la ansiedad a los jóvenes?

Hay que tener en cuenta que durante el periodo de la adolescencia hay una serie de particularidades neurológicas que imprimen una vulnerabilidad a padecer problemas de salud mental. De hecho, cuando hacemos una revisión histórica de los adultos que lo sufren, encontramos con mucha frecuencia que empezaron los síntomas en ese momento particular de su vida, sobre todo los de ansiedad social y trastornos de ansiedad generalizada. Esto ocurre porque nuestro cerebro no está completamente maduro en este periodo de la vida. De hecho, no lo está hasta aproximadamente los 23, 24 o 25 años. Y en particular, hay una estructura muy importante que se ubican en la corteza prefrontal y que nos permiten gestionar o regular los estados emocionales. En este momento de nuestra vida tenemos unas emociones intensas, a veces incluso el adolescente percibe que son inefables, muy difíciles de comunicar a otros; y al mismo tiempo carecemos de los recursos apropiados para poderlas comprender y regular de manera efectiva. No será hasta un poquito más adelante, cuando ya estemos en esa adultez temprana, que conseguiremos hacerlo de manera apropiada. Por eso es común que los adolescentes experimenten más ansiedad que las personas adultas; o como mínimo, que ese periodo de su vida suponga el germen o el inicio de otros problemas, incluidos los de ansiedad que tendrán un poquito más adelante.

¿Qué papel juega el mundo moderno en la ansiedad? Tal vez estamos sufriendo tanto porque realmente somos animales que no estamos diseñados para los trabajos que realizamos, ni las presiones (como las de las redes sociales) que tenemos…

No hay que olvidar que la sociedad de hoy está mucho más sensibilizada respecto a los problemas de salud mental y eso hace que también sean mucho más visibles. En anteriores momentos de nuestra historia también existían los trastornos de ansiedad y trastornos depresivos, pero ni siquiera eran contemplados como tal. Eso hace que en perspectiva parezca a priori que estamos peor ahora que en otros momentos. No obstante, tampoco podemos olvidar que el mundo en que vivimos hoy en día es quizá mucho más trepidante y exigente de lo que lo fue en tiempos del pasado: la incertidumbre está mucho más presente, las redes sociales han contribuido a promover una imagen de la vida en la que parece que la felicidad es el único propósito a perseguir… Y todas esas cuestiones, sobre todo cuando uno se hace consciente de sus vulnerabilidades, el hecho de que sufre también en contraste con lo que parece que ocurre afuera por lo que se trasmite en redes sociales… Todo esto nos hace sentir que nosotros somos menos adecuados o menos válidos, y también imprime esa sensación de ansiedad. Hoy en día hay grandes motivos por los que podemos estar ansiosos: la incertidumbre sobre el futuro, la dificultad para poder desarrollar una vida familiar, la dificultad para poder tener un trabajo más o menos permanente… Esas cuestiones, que son cambios sociales importantes de las últimas décadas, han contribuido también a que hoy en día tengamos una mayor prevalencia de trastornos ansiosos de todo tipo.

«Odiamos profundamente el hecho de no ser felices»

¿La ansiedad se expresa de forma idéntica en todas las personas?

En absoluto. Hay una ansiedad para cada persona. A veces caemos en la tentación de comparar nuestra ansiedad con los de los demás, e incluso de entender que lo que a otros les sirvió también va a servirnos a nosotros, cuando realmente la ansiedad es completamente distinta entre unos y otros. Hay tres posibles dimensiones que se pueden expresar en distintos grados y cuya combinación definirá el hecho de que nos sintamos de una forma o de otra respecto de la ansiedad. Primero está la sintomatología fisiológica: hay personas cuya ansiedad es predominantemente orgánica y perciben que su cuerpo se acelera. Segundo, tendríamos una ansiedad de tipo cognitivo, que es muy habitual, por ejemplo, en el trastorno de ansiedad generalizada y en la ansiedad social en la que la persona está constantemente preocupada por cosas que percibe inminentes en su futuro o que rumia todo el tiempo acontecimientos del pasado tratando de descifrar claves. Y tercero y último, tendríamos la sintomatología motora, que tiene tres formas de expresarse: el escape, que es simplemente huir de aquellas situaciones en las que ya nos encontramos y que nos generan ansiedad; la evitación que constituye supone articular nuestra vida de forma tal que no nos encontremos con aquello que nos preocupa o que tememos, y esto a menudo implica grandes restricciones en nuestra vida diaria; y por último, la congelación. Este último es bastante habitual, aunque a mucha gente le sorprende, a veces cuando estamos inmersos en una situación tremendamente terrorífica, nuestro cuerpo responde quedándose completamente petrificado. Lo hemos visto, por ejemplo, en casos de abuso sexual, en casos de violaciones y cuestiones similares, en la que nuestro cuerpo se queda frío, totalmente parado y no podemos responder de ninguna manera. De esas tres dimensiones que contamos cada persona, cada persona experimentará cada una de esas dimensiones en un distinto grado. Y es precisamente por eso por lo que nuestra ansiedad es diferente a la de los demás.

¿La ansiedad se puede curar por completo o solo podemos aprender a vivir con ella?

La ansiedad no es una enfermedad, no podemos compararla con las patologías del organismo, aquellas que según los modelos biomédicos pueden ser curadas a través de un fármaco o de un procedimiento quirúrgico. La ansiedad, como tal, es una respuesta de nuestro organismo completamente natural, aunque a veces puede tener ese reverso patológico, y no tiene una cura. Nunca vamos a poder desprendernos de la ansiedad, pensar que vamos a vivir sin ella es una idea idealizada y totalmente errónea. Lo que sí que tenemos que hacer es aprender a convivir con ella, desarrollar estrategias que nos permitan armonizar la relación que tenemos con ella y, en definitiva, entenderla como una herramienta a partir de la cual también poder comprendernos mejor a nosotros mismos y actuar de mejor manera ante nuestros retos sociales. Esto es posible, aunque pensemos que pueda resultar muy difícil, es posible. En ocasiones se puede leer un buen libro que suponga un adecuado recurso para conseguirlo y en otras, no obstante, se va a requerir la ayuda de un profesional de la salud mental. Pero hoy en día, afortunadamente, disponemos de recursos terapéuticos con amplia evidencia contrastada y sabemos que se puede lograr este hito, de conseguir que la ansiedad sea una compañera de viaje.

«La ansiedad no es una enfermedad, no podemos compararla con las patologías del organismo»

¿La ansiedad es un disparador para otros trastornos de salud mental?

Sí, por supuesto que sí. La ansiedad muchas veces se relaciona o tiene una alta comorbilidad con otros trastornos, bien de la propia ansiedad, porque los trastornos de ansiedad conviven a menudo entre sí; y también para los trastornos del estado de ánimo. Quizá lo más relevante ocurra en este último caso, son muchas las personas con ansiedad que tratan de resolverla por sí mismas y muchas veces de manera infructuosa. Cuando uno va acumulando a lo largo de su vida experiencias de «fracaso» con los intentos por resolver la ansiedad, puede llegar a sentirse indefenso ante ella y percibir que, por mucho que uno haga, va a verse obligado a vivir con ese estado emocional de manera permanente. Esa sensación de que nada de lo que yo haga conseguirá resolver un problema que para mí es muy importante, sería el germen de la aparición de otros problemas relevantes, como sería la depresión mayor. Es por esto muy habitual que los trastornos de ansiedad cursen en algún momento de su desarrollo con trastornos del estado de ánimo tan importantes como la depresión mayor. En ese caso en el que coexisten ambos, el trastorno de ansiedad original y la depresión mayor, debemos entender que el resultado no es la simple suma de ambos trastornos, sino que los dos se relacionan entre sí y propician algo totalmente diferente y único para cada persona que requerirá la escucha atenta de los psicólogos y psiquiatras en caso de que sea necesario para articular un tratamiento apropiado e individualizado en ese caso concreto.

¿Crees que tenemos una obligación de ser felices (y mostrarlo en redes sociales) y esto es uno de los culpables de la ansiedad?

Lamentablemente, nuestra sociedad de hoy parece que imprime a la felicidad una obligatoriedad, no es una meta que busquemos de manera tranquila y sosegada, sino que parece una imposición. En ese sentido, como personas nos imponemos ser felices. Hay un sesgo cognitivo muy relevante que estudió Albert Dennis en los años 60, que son los «debería»: es cuando algo que sería deseable, algo que sería mejor o sería oportuno, se convierte en una necesidad absoluta que debemos perseguir a toda costa. Y esto es precisamente lo que ocurrió con la felicidad. Ya no preferimos ser felices y consideramos que sería maravilloso ser felices, sino que odiamos profundamente el hecho de no ser felices por completo en este momento, sin saber que la felicidad es siempre un estado transitorio, no existe ninguna emoción que vaya a durar para siempre. Todas las emociones, las mejores y las peores, son siempre pasajeras. Y esto también es alentador, porque el dolor que sintamos en este momento de nuestra vida tampoco va a durar para siempre, al igual que la felicidad.

Debemos ser capaces de valorar todos los estados emocionales que atravesamos en nuestra vida, porque todos ellos son legítimos y válidos, y abrazarlos como experiencias legítimas, experiencias que nos proporcionan aprendizajes, que nos proporcionan conocimiento y de las cuales no nos podemos desprender. Las redes sociales o libros de autoayuda, entre otras cuestiones, han contribuido definitivamente a que tengamos esa visión inflexible y sesgada de la felicidad, que paradójicamente nos está lastrando y convirtiéndonos en una sociedad más infeliz.

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