Agua

Cuando la sequía llega a tu vida

Tras un invierno sumamente seco y una primavera peor, la escasez de lluvia en España sigue preocupando a gobiernos, empresas y ciudadanos. ¿Cómo podría interferir este acontecimiento en nuestra vida cotidiana?

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27
abril
2023

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«¡Qué terrible, este clima tan caluroso que tenemos! Me mantiene en un estado continuo de inelegancia», ironizaba la escritora Jane Austen para sobrellevar el verano de sequía en pleno siglo XVIII. 200 años después, un Jack Nicholson encarnado en el avinagrado coronel Nathan R. Jessup decía: «soy un hombre razonable, pero este jodido calor me está volviendo absolutamente loco». Hoy, los memes sobre el bochorno nos llegan, por ejemplo, mediante el dúo cómico Pantomima Full, que dicen combatirlo con bermudas de colorines, gafas a conjunto, y chanclitas con las que renunciar a su dignidad.

Definitivamente, las altas temperaturas siempre se han combatido con agua fresca, sombra y humor. No obstante, de esas tres, al menos una de ellas se ha convertido en un gran problema en España.

El país sufre una sequía preocupante motivada por múltiples factores, entre ellos la alteración en los patrones de precipitación, el cambio climático y la actividad humana que afectan la disponibilidad de agua. Ese clima mediterráneo que tanto nos representa está trayendo cada vez veranos más cálidos e inviernos menos húmedos, lo que provoca mayores tasas de evaporación del agua y, en consecuencia, suelos más secos y menor disponibilidad de agua.

España sufre una sequía preocupante motivada por múltiples factores, entre ellos la alteración en los patrones de precipitación, el cambio climático y la actividad humana

«La España de 2050 será más cálida, árida e imprevisible que la de hoy», advierte el Gobierno en su plan Estrategia España 2050. «Si no adoptamos medidas contundentes, las sequías afectarán a un 70% más de nuestro territorio; los incendios y las inundaciones serán más frecuentes y destructivos; el nivel y la temperatura del mar aumentarán; sectores clave como la agricultura o el turismo sufrirán daños severos; 27 millones de personas vivirán en zonas con escasez de agua, y 20.000 morirán al año por el aumento de las temperaturas». El Gobierno también prevé que, si no hay un cambio drástico, habrá un empeoramiento de la calidad de las masas de agua provocado por procesos de salinización (asociados a la subida del nivel del mar) y la concentración de productos contaminantes.

El periodista César Lumbreras, director del programa radiofónico Agropopular, asegura que «la sequía se ha llevado por delante ya en la mitad sur de la península gran parte de la cosecha de cereales, la de fruta y hortalizas y también en todo el Levante, Aragón y Cataluña». La ganadería también está en jaque, pues «los pastos no existen. Hay que alimentar los animales con piensos y eso supone un incremento de costes. Además, hay que llevar agua porque se han secado las charcas, y eso es otro gasto».

A través del sector primario es solamente una de las numerosas formas en que las sequías pueden interferir en nuestra vida cotidiana. Hoy por hoy, las olas de calor más extremas pueden llegar a cerrar centrales de energía o fábricas, y con ello, la producción. De forma similar, las empresas tecnológicas corren el riesgo de sobrecalentamiento de sistemas informáticos, lo que en otras partes del mundo ya ha obligado a Twitter o Google cerrar temporalmente algunos de sus centros de datos. De hecho, este acontecimiento que amenaza la actividad en internet ha motivado a muchas corporaciones a trasladar sus infraestructuras a países fríos como Dinamarca, Finlandia, Noruega o Suecia.

Evidentemente, las empresas no son las únicas que notan un impacto directo. Los ciudadanos, si la situación lo requiere, podrían tener restringido el uso de agua, como por ejemplo para regar el césped, llenar piscinas o lavar el coche. Por otro lado, la ausencia de agua puede incrementar el precio de bienes y servicios, por lo que la compra semanal todavía sería más cara que ahora. O, por poner otro ejemplo, las sequías aumentan el riesgo de incendio, lo que supone una seria amenaza para las propiedades en la naturaleza de muchas personas. Finalmente, un territorio sin lluvias significa un territorio con más polvo y contaminación, que conllevaría problemas de salud pública relacionados con intoxicaciones y problemas de respiración.

En definitiva, si el objetivo es llegar sanos y salvos a 2050, tanto las instituciones públicas como privadas en España necesitan combinar, con ayuda de los ciudadanos, medidas óptimas de conservación, gestión, estructura, adaptación climática y educación en materia hídrica. Solamente así se construirá un territorio más resiliente frente a la escasez de agua. ¿Y cuál es el primer paso para solucionar un problema? Conocer su existencia.

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