Por qué tenemos que comer menos carne
A menudo el debate sobre el consumo de carne está basado en falsas dicotomías, absolutismos y demagogia. No es viable que dejemos de consumirla: como ocurre con muchos problemas globales, hay regiones infradesarrolladas cuya prioridad no es la sostenibilidad, sino la supervivencia o alcanzar un mínimo de desarrollo.
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Hay varias razones para dejar de consumir carne. La primera es ética. Cuanto más sabemos sobre la cognición de los animales, más nos cuesta matarlos. La segunda tiene que ver con la salud. Como señalan los expertos en nutrición, los occidentales ya consumimos más proteínas de las que necesitamos, por lo que reducir nuestro consumo de carne será bueno para nuestra salud.
Además, si lo que nos preocupa es el consumo de proteínas, hay alimentos más eficientes para ofrecernos ese input (de algunas legumbres a las algas o los miles de tipos de hongos). En Technically food. Inside Silicon Valley’s Mission to Change What We Eat, la periodista experta en el sector alimentario Larissa Zimberoff explica lo insostenible que es la ganadería y la «pobre tasa de conversión que tiene alimentar a los animales para alimentar a los humanos. El retorno de la inversión de alimentar a los animales con proteínas para alimentarnos es una ‘tecnología altamente ineficiente’».
También hay razones de sostenibilidad. Por ejemplo, solo en Estados Unidos hay 56 millones de hectáreas dedicadas a cultivar alimento para animales, frente a cuatro millones dedicadas a cultivo para alimentar a humanos. Un 40% de los gases de efecto invernadero se produce por la agricultura, la deforestación y otros usos ineficientes de la tierra. Si la gran mayoría de agricultura es para alimentar animales, comer menos animales –especialmente vaca, pollo y cerdo (sobre todo, cerdo)– reducirá considerablemente las emisiones.
La dicotomía no es entre la carne y el brócoli; es entre la carne y las miles de especies que aún no hemos integrado en nuestras dietas
A menudo el debate sobre el consumo de carne está basado en falsas dicotomías, absolutismos y demagogia. No es viable que dejemos completamente de consumir carne. Y como ocurre con muchos problemas globales, hay regiones infradesarrolladas cuya prioridad no es la sostenibilidad sino la supervivencia o alcanzar un mínimo de desarrollo.
Pero como explica Zimberoff, somos muy poco imaginativos con el futuro de la alimentación: todavía hay mucho que explorar. Es decir, la dicotomía no es entre la carne y el brócoli. Es entre la carne y las miles de especies que todavía no hemos descubierto o integrado en nuestras dietas: «De las 391.000 especies [de vegetales], el número comestible oscila entre 7.000 y 30.000. Sin embargo, los agrónomos nos dicen que, aunque hemos probado unas 3.000 especies de plantas, menos de 200 se han convertido en alimentos básicos en nuestra dieta».
Las hamburguesas de laboratorio, la leche sin vacas y los huevos sin gallinas son intentos loables de prescindir de la carne, pero quizá lo más interesante es ir más allá y no recrear la alimentación carnívora sin carne sino ser creativos con los miles de alimentos que todavía no conocemos y que son mejores para nosotros y para el medioambiente.
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