Medio Ambiente

«Una libertad sin límites no solo destruye, también es opresiva para quienes la buscan»

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
06
junio
2022

Ante el reto climático y la gestión de recursos, ¿necesitan las sociedades imponer límites a su propio crecimiento? Para el economista ecológico Giorgos Kallis (Atenas, 1972), marcar líneas rojas a nuestro ritmo de consumo es apostar por nuestro propio bienestar: de no hacerlo, advierte, podríamos situarnos pronto en la tesitura de tener que elegir entre proteger a la economía o proteger a las personas. Doctorado en política ambiental de la Universidad del Egeo y con una segunda maestría en economía de la Barcelona Graduate School of Economics, Kallis fue también Marie Curie International Fellow en el grupo de Energía y Recursos de la Universidad de California-Berkeley.


¿Cómo termina un químico e ingeniero ambiental hablando de decrecimiento?

Mi doctorado en políticas ambientales ya tocaba temas de ciencias sociales, por lo que esta transición ha sido poco a poco motivada por mi interés en las cuestiones de economía y sociedad con relación a la ecología. En California también trabajé con proyectos posdoctorales de geografía humana, y todo ha ido conformando este paso a teorías más críticas, como la del decrecimiento.

Después de publicar A favor del decrecimiento (Icaria Editorial) en 2015, una suerte de manifiesto donde varios expertos abogáis por vivir con menos priorizando el bienestar, la equidad y la sostenibilidad, ¿cómo valoras el retorno que ha tenido la obra? ¿Crees que realmente ha impulsado un cambio de paradigma?

No fuimos los únicos que hablamos sobre decrecimiento, ni tampoco los primeros. Aunque quizás sí en inglés y desde un punto de vista más académico. Los otros pensadores lo hacían a veces desde un punto de vista más político y para un público más amplio, como Serge Latouche en Francia o Carlos Taibo en España. Nosotros nos enfocamos más en desarrollar el rigor y la base científica de la teoría del decrecimiento. Creo que nuestro trabajo, en los últimos dos años, ha atraído mayor atención a nivel internacional –incluso desde países como Japón o Corea del Sur– pero estamos muy lejos aún del cambio de paradigma. Creo que cuanto más tiempo pase más atención va a atraer, porque las condiciones del planeta y de las economías nos van a esforzar a pensar en serio cómo podemos mantener una mínima prosperidad en la ausencia de crecimiento bajo condiciones ecológicas que se vuelven más y más duras.

«Una economía más grande no es necesariamente sinónimo de una mejor calidad de vida»

¿Es posible el decrecimiento en un sistema económico como el actual?

Es casi imposible. Una economía capitalista que decrece –o, simplemente, no crece– puede ser altamente conflictiva. Nuestra visión es ir más allá del capitalismo y más allá del crecimiento. En el nuevo libro de Tim Jackson, llamado Postcrecimiento, la vida después del capitalismo habla sobre cómo los sistemas evolucionan y el capitalismo se transforma en otra cosa. ¿Se colapsará? ¿Tenderemos a un sistema parecido al feudal? ¿O se puede evolucionar en la dirección del progreso? Sea como sea, debe responder a las necesidades de los tiempos y evolucionar hacia una sociedad más serena que deje al planeta y nuestros cuerpos tiempo para recuperarse. Digo serena porque, si bien la transición no será serena, pienso que una sociedad en decrecimiento es una sociedad que vive con lo que tiene, con unos ritmos de vida más lentos y orientados a la naturaleza.

En este sentido, ¿existen diferencias en la forma de concebir el reto del decrecimiento entre países? 

Hay una diferencia entre países y los recursos que necesitan para llegar a un nivel de bienestar. Por ejemplo, Estados Unidos tiene una economía más que dos veces más grande que España, pero la esperanza de vida es mejor en este país. Y por otro lado, tenemos Estados como Costa Rica y Vietnam que necesitan menos PIB y recursos, pero tienen niveles de bienestar comparables con Estados Unidos. Hay una cantidad finita de recursos que necesita un país para satisfacer sus necesidades reales. En otras palabras, una economía más grande no es necesariamente sinónimo de una mejor calidad de vida.

¿Cómo valoras la acción que están tomando las instituciones en los últimos años? ¿Qué país tiene potencial de impulsar la transición hacia un escenario decreciente?

La acción climática de la Unión Europea ha mejorado mucho y supera a las estrategias de otros países. Pero sigue siendo insuficiente. Hay muchas palabras, promesas y objetivos que chocan con lo que se necesita de verdad para cambiar el sistema energético. El reto es muy grande y tendrá inconvenientes e impactos en la economía, tanto en el corto como en el largo plazo. La narrativa que la UE está liderando no aporta a la realidad de los hechos y veo objetivos que no se corresponden a las medidas que se toman. No se trata solamente de cambiar la tecnología, sino también de transformar nuestro modo de vida. No creo que haya un país que vaya a liderar el decrecimiento; tengo más fe en las personas y las alianzas que puedan surgir para emprender acciones eficientes contra el cambio climático y la desigualdad social. Cada país tiene sus propios pensamientos, ideas y realidades y espero que pueda haber personas en distintos países que avancen en esta dirección.

¿Llegaremos en un punto donde el decrecimiento sea una línea real defendida por los Gobiernos? ¿Qué se necesitaría para conseguirlo?

Es difícil imaginar un escenario de decrecimiento voluntario sin un proceso complejo que pase, en parte, por el colapso, los desastres y la falta de opciones donde nuevos movimientos y políticas puedan impulsar tal cambio. No sé si es pesimista, pero tampoco nos conviene pensar que el cambio se va a producir solo y fácilmente. Es más, hay muchas personas que temen los efectos que un modelo de decrecimiento pueda tener en sus vidas, sobre todo en materia de comodidades.

«El bienestar es un concepto cualitativo: una cosa es que no puedas hacer lo que te dé la gana y, otra, que no puedas hacer lo necesario»

¿De qué efectos hablamos? ¿Es posible conciliar un nivel de bienestar similar al actual con un paradigma que decrezca? 

El bienestar es un concepto cualitativo. No depende tanto de tener o no un coche, sino de poder ir donde necesitas, disfrutar tu vida, sentirte seguro, acompañado o cuidado. Una cosa es que no puedas hacer lo que te dé la gana y, otra, que no puedas hacer lo necesario. El decrecimiento busca proteger lo necesario, porque es lo que ahora está amenazado. En los próximos años el cambio climático podría llegar a poner en riesgo nuestros sistemas alimentario y energéticos, por lo que la pregunta debe ser: ¿podemos proteger lo necesario? Yo creo que sí se puede, siempre que haya una forma que sea beneficiosa para las personas.

¿Quién debe liderar la transición climática?

No se trata tanto de liderazgo como de un alto grado de apoyo popular. Los políticos dependen de intereses, pero hasta un nivel responden a la sociedad y a sus públicos. Las dos cosas van juntas, y también eso acarrea problemas: sin un cambio cultural nunca habrá un cambio político, y sin un cambio político, la gente no cambia. No obstante, hay algunos partidos que están empezando a hablar de decrecimiento. Creo que Izquierda Unida está empezando a incorporarlo como estrategia política, y es de los primeros que he visto abrazar estas premisas. Tengo esperanza también en Chile, donde el Gobierno quiere escuchar y hablar sobre decrecimiento, aunque no ha empezado un proceso como tal.

¿Consideras el decrecimiento como una propuesta progresista o conservadora?

Disloca ambos términos. Si entendemos el progreso como progreso social, de bienestar y de vivir mejor para compartir, conocerse y vivir en paz, sí que es progresista. Pero si lo entendemos a nivel abstracto, como es lo común, de tecnología y control de la naturaleza, de crecimiento sin fin, esta idea de progreso es problemática, y este progreso sí que necesita límites. Igual para la conservación. Hay muchas jerarquías del pasado que aún conservamos en nuestras sociedades que sería mejor abandonar, pero también es cierto que tenemos saberes, tradiciones y culturas que no tenemos que descartar en nombre de un supuesto progreso.

Límites, tu libro, tiene un título muy explicativo. ¿Por qué llegas a este término para definir lo que quieres decir con tu teoría decrecentista? 

La idea de límites es central en la ecología. Quise escribir algo nuevo sobre esos límites, pero no como algo negativo y restrictivo, sino positivo, que partiese de la liberación y del bienestar. Por suerte, no estoy solo: en la actualidad hay una nueva escuela de filosofía política que se llama limitarianismo y que sigue un camino muy parecido al mío. También existe una discusión en términos más filosóficos sobre repensar éticas de límites y lo que entendemos como libertad y relación con los límites. El límite, en estas nuevas teorías, no es no la prohibición sino la elección libre de tus deseos, de dónde ir y no ir. No hay libertad sin límites, porque una libertad sin límites no es solo destructiva, también vacía y opresiva para los que la buscan.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME