Sociedad

La sociedad Dory (o por qué olvidamos absolutamente todo)

Cada vez borramos de nuestro cerebro con mayor rapidez esos cruentos eventos históricos que un día nos marcaron, pero también recuerdos mucho más simples, como el argumento del último libro que leímos. La sobreinformación, así como el estrés y la ansiedad, son algunos desencadenantes de esta reducción de la memoria a corto plazo.

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28
abril
2022
Fuente: Disney

En la película de Disney Buscando a Nemo, Dory, ese pececillo azul doblado al español por la voz de Anabel Alonso, solo era capaz de recordar que su familia vivía en Morro Bay (California), pero no podía guardar en su cerebro nada más. Mucho menos del presente. Su memoria a corto plazo estaba seriamente deteriorada. Para ella no era un drama, pero lo cierto es que esa ausencia de recuerdos tenía sus consecuencias más o menos problemáticas. Un problema que, en la vida real, se vuelve algo más grave.

La memoria a corto plazo es un proceso complejo que implica almacenar y, posteriormente, recuperar la información en forma de impulsos nerviosos. Tiene mayor duración que la memoria sensorial (procedente de los sentidos), pero menor que la memoria a largo plazo. En otras palabras, retiene la información hasta un minuto después de captarla y nos da un limitado margen de tiempo para analizar aquello que estamos percibiendo. El tiempo de almacenamiento alcanza apenas unos segundos, aunque podría ocurrir que la información pasase a formar parte, de forma consciente o inconsciente, de la memoria a largo plazo y quedara almacenada de forma indefinida. Su función es más importante de lo que parece: coordina, organiza y regula los flujos de información que recibimos cada segundo. Es un pilar básico de la configuración cognitiva.

Pero ¿qué ocurre en la sociedad actual ante la retención de información? El contexto general es que buena parte de la población vive con grandes dosis de estrés y ansiedad ante una vida repleta de obligaciones con tiempo limitado, y estos factores, junto a la falta de sueño, pueden ser desencadenantes de la reducción de nuestra memoria a corto plazo, según nos dice la neurociencia.

¿Ha notado recientemente que se olvida mucho antes de hasta los recados más sencillos? ¿Siente que ve una serie y que, pocos días después, tiene que hacer un gran esfuerzo para recordar algunos detalles del argumento? Hay una explicación. «Ahora trabajamos en ambientes virtualmente muy enriquecidos que, por el hecho de estarlo, nos impiden procesar y nos dificultan la concentración», apuntan las investigadoras Diana DeStefano y Jo-Anne LeFevre. Según sus estudios, los actuales cambios de ritmo y las cargas de información tienen un impacto importante en nuestra capacidad para estar centrados.

Cuando utilizamos un buscador para recordar algo, en lugar de utilizar nuestro cerebro, estamos impidiendo que esa información pase a nuestra memoria

Además, la sobreinformación tampoco nos ayuda demasiado. La aparición de noticias a través de cualquier dispositivo se parece a un rayo, luminoso durante una fracción de segundo, pero invisible tras un momento de esplendor. Leemos titulares, vemos fotos, y pasamos por encima de múltiples estímulos audiovisuales minuto tras minuto. Es complicado seleccionar lo que queremos recordar si la memoria tiende a mantener aquello más significativo y nuestro cerebro se ve impactado por de noticias de interés por las que saltamos de una a otra con rapidez.

Una de las formas para afianzar la memoria es buscar datos y recuerdos, pero cuando decidimos utilizar un buscador para dar con algo que hemos olvidado –en lugar de hacer el esfuerzo de rememorarlo por nuestros propios medios– estamos impidiendo que esa información pase a nuestra memoria. Algo similar ocurre cuando, en lugar de tener en la cabeza los números de las personas más cercanas o las fechas de sus cumpleaños, optamos por mirarlos en una agenda de contactos o en una aplicación.

La comodidad tiene sus riesgos. ¿Somos conscientes de ello? En 2010, Nicolas Carr publicó Superficiales. Qué está haciendo internet con nuestras mentes, un análisis donde expone los efectos que el uso de las tecnologías está provocando en nuestra inteligencia. A través de la Historia, vivencias personales y diversos estudios psicológicos y neurológicos, Carr reflexiona sobre cómo la expansión de internet conlleva un déficit en la capacidad de almacenamiento de eventos en la memoria y en el procesamiento de la información. Por eso, tendemos a olvidar con relativa facilidad incluso los episodios más cruentos de nuestra Historia, amén de los movimientos activistas que, en su momento, tanto nos impactaron.

Lo que resulta paradójico es que si no pudiéramos tener acceso a nuestro móvil o internet durante unos días, las pérdidas también serían significativas. Así lo relata María Roca, directora Coordinadora Científica de la fundación INECO: «Perderíamos la memoria, la cognición social, la comunicación, la ubicación y algunas das experiencias más queridas: imágenes, vídeos y recuerdos más preciados. La velocidad con la que nos adaptamos a la tecnología le gana la carrera a la reflexión sobre el impacto de estos cambios en nuestro universo interno de la mente y sociedad».

Tiempos nuevos conllevan también nuevos desafíos y riesgos. Aunque de la misma forma, traen nuevas oportunidades. En algún momento será necesario detenerse (sin distracciones) y elaborar otros paradigmas que (re)conduzcan a que esa capacidad cognitiva que nos caracteriza como seres humanos siga siendo tal. Una cuestión de tiempo, como casi todo, pero también de reflexión.

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