«La palabrería es un mal contagioso de este país»
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El filósofo Javier Sádaba (Portugalete, 1940), considerado uno de los expertos más reputados de Occidente en el estudio de la ética, mantiene intacto y con sumo vigor su compromiso con las cuestiones más acuciantes de nuestro tiempo. No titubea al hablar de aspectos candentes como la eutanasia, el rol de las nuevas tecnologías en nuestras vidas o el transhumanismo. Dialogamos con el pensador vasco acerca del actual –y turbulento– estado de la realidad.
Ha dedicado su carrera a la ética en todas sus manifestaciones: desde la teología hasta la bioética, pero siempre sin olvidar la vida diaria, que plasmó en su ensayo Saber vivir. ¿Qué representa para usted la vida cotidiana y por qué posee esa importancia?
La vida cotidiana es, ante todo, gestionar con sensatez el tiempo. La filosofía toma distancia de los hechos para volver de nuevo a ello. Todo lo que he escrito tiene este hilo conductor: hay que vivir a gusto con uno mismo y con los demás. Y evitar especulaciones vacías y palabrería. La palabrería es un mal contagioso de este país.
¿Nos complica la vida la manera actual en que hemos planteado la vida en Occidente, con un constante uso de los medios digitales y los ritmos acelerados a los que se asocian?
Si la complica es porque hemos divinizado los medios y hemos empobrecido los fines. Habría que repetir que deberíamos querernos más y contemplar a los otros como compañeros de un mismo viaje, distribuyendo los bienes y huyendo del poder endiosado y de la imbecilidad.
Al leer sus libros es difícil no pensar en León Tolstói, que defendía la necesidad de una vida sencilla. ¿Cuánto hay del filósofo ruso en su propuesta?
Tolstói es un modelo adecuado. La sencillez, al revés que la simplicidad, consiste en no sacar la cabeza por encima de nadie, vivir con naturalidad y ser auténticos, tal como somos, y no a través de una imagen distorsionada por la publicidad y un orgullo idiota.
«La sencillez, al revés que la simplicidad, consiste en no sacar la cabeza por encima de nadie»
En La religión al descubierto se adentra en el ámbito de la neurorreligión. ¿A qué hace referencia un concepto como este?
La neurorreligión es un estudio decisivo para conocer los sustratos neuronales de las creencias religiosas. La religión en sentido amplio es enfrentarse al sentido o sinsentido de la existencia. Es una especie de mística natural. Las creencias pronto pasan de las necesidades humanas a las necedades inhumanas. Respecto a las neurociencias, mucho se puede aprender, por ejemplo, de Ana Vacas Rodríguez.
¿Goza la ética de buena salud en una época que parece dominada por la posverdad, la desinformación y las fake news?
La ética y sus modalidades morales se arrastra por los suelos. El dinero desaforado, el poder por el poder y la desinformación idiotizante reducen al mínimo el pensar y el compromiso. Habría que ser menos cobardes, más libertarios. Tendríamos que huir de lo tóxico.
Teniendo en cuenta el fuerte desarrollo tecnológico, como la creación de metaversos que imitan el entorno de la vida real, ¿cree que es conjugable la ética actual o será necesario revisarla para incluir estas nuevas formas de estar en el mundo? Es más, ¿hemos supeditado al hombre a la máquina y no al revés?
La «singularidad» o «superinteligencia» es el tema de nuestro tiempo. Tendría que darse una dialéctica entre lo que nos haría modificar nuestra ética y cómo modificar lo que esté por llegar. Creo que llegará el poshumanismo: los que somos unos apasionados de la ciencia queremos que sus bienes valgan para todos. Y que empecemos a construir la real libertad y la real igualdad en este mundo y ahora.
«Quien coquetea con el sufrimiento es un miserable»
En sus artículos ha reflexionado también sobre el transhumanismo. ¿Aumentarán las diferencias sociales?
En nuestras manos está crecer todos en todo o unos pocos en detrimento de muchos. Actualmente soy escéptico respecto a un humano o poshumano con mejor vida, pero creo que no hay que rendirse. La felicidad como la mejor vida posible depende de nosotros. Intentémoslo, no perdamos el espíritu utópico; la peor derrota es la que se inflige uno a sí mismo.
¿Qué subyace en la oposición a la eutanasia?
La eutanasia es un derecho básico con reglas que eviten abusos. Mi cuerpo es mío y de nadie más. Al mundo me trajeron sin permiso, y de él me quiero ir igual; quien coquetea con el sufrimiento es un miserable. Las iglesias, que se callen o que hablen a los suyos. Y ojalá no les hagan caso: la obediencia es de ciegos o de tontos.
¿Hay futuro para Europa y para el mundo?
Veo el mundo patas arriba. Habría que rebelarse y exigir una justicia distributiva, sin distingos y ayudando. La paz es la conquista de los fuertes, la guerra es la sinrazón de los débiles.
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