Sociedad

Así es vivir con una adicción a las apuestas deportivas

La adicción a las apuestas deportivas es, en la actualidad, un problema de gran envergadura. Si bien internet ya había alimentado el bucle, el confinamiento durante los meses más duros de la covid acabó por disparar estas adicciones. Hablamos con varias personas que han convivido con ellas.

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17
enero
2022

En los últimos tiempos, la adicción a las apuestas deportivas se ha convertido en un problema social de gran envergadura. Se trata de una forma de consumo compulsivo que se ha visto democratizada con la llegada de internet al permitir apostar desde el calor del hogar. Según los datos, los hombres jóvenes son los que corren un mayor riesgo de verse atrapados por este bucle del que es complicado salir. Hablamos con algunas personas con problemas de adicción a las apuestas, con sus familiares y con especialistas que los han tratado.

Mark es un adicto leve de 30 años. «Empecé tras conocer a un amigo que jugaba mucho. Llegaba a apostar seis partidos seguidos y realizaba jugadas combinadas con 3 euros. Me animó a probar: la apuesta era de 3 euros y la ganancia de unos 75. Gané y me volví un amante de las apuestas porque ese dinero me vino muy bien». Como todo adicto, Mark cree que existen métodos para ganar en el mundo de las apuestas. Explica que «el truco está en cuando hay partidos importantes». Sin embargo, recalca que también es importante estudiar al equipo en la tabla de posiciones. «Un día aposté 22€ y gané 340€. Pero es un vicio: hay amigos que han tenido problemas a la hora de pagar la luz o el alquiler por culpa de sus apuestas, aunque también han ganado y han podido quintuplicar sus ganancias. Se sienten muy mal si pierden, pero muy bien si ganan. Yo aposté una vez todo mi sueldo a un equipo que era favorito y perdió. Desde entonces ya no juego mucho».

Las personas que apuestan se vinculan emocionalmente con el equipo, intensificando la polaridad entre victoria y derrota

Una de las principales razones para jugar, según los propios adictos, es que cuando apuestas por un equipo «se vive el partido y la victoria mucho más intensamente». De algún modo, las personas que realizan apuestas de este tipo operan de acuerdo con las propias lógicas del deporte en las que el espectador se implica emocionalmente en la victoria de un equipo que identifica simbólicamente consigo mismo, a pesar de que el vínculo entre forofo y equipo sea puramente imaginario. Si hay dinero de por medio, la carga simbólica es mayor, además de vinculante, pues las consecuencias para el apostador tienen peso sobre su economía cotidiana. Así, la polaridad entre victoria y derrota se intensifica, creando un estímulo aún mayor. Por otro lado, este vive en su propia cosmovisión caracterizada por una ingenuidad cuya fe se centra siempre en la victoria. Como apunta Mark, y a pesar de haber perdido hasta el sueldo de un mes en apuestas pasadas: «Yo también creo que depende de cómo utilices el dinero cuando ganas. Hay amigos que lo han invertido en sus negocios. A algunos les fue bien. Hay que tener suerte».

Así como el estímulo positivo es tremendamente intenso para los adictos, sus consecuencias pueden ser extremadamente dolorosas. «Mi primo era ludópata, su padre era ludópata, su tío abuelo era ludópata –este arruinó a su familia y, por eso, mi abuela tuvo que ponerse a limpiar a los 10 años. Mi primo perdió el trabajo, la pareja y los amigos por el juego», relata el familiar anónimo de este ludópata que apostaba regularmente a los caballos. «Estuvo en Proyecto Hombre, donde no el dejaban tener ni un euro en el bolsillo porque euro que tenía, euro que gastaba en jugar». El mayor problema, recalca, es que la calle estaba plagada de llamadas al juego. «De repente, enfermó del hígado y murió», concluye.

Según los datos, los hombres jóvenes son los que corren un mayor riesgo de verse atrapados por el bucle de las apuestas

Resulta llamativo a los expertos que muchas de estas adicciones vayan acompañadas de otras como el alcoholismo, la adicción a la cocaína o, incluso, al sexo. De ahí parece inferirse que, en última instancia, la persona adicta no busca el placer, o un placer concreto, sino un placer atravesado de dolor o, en última instancia, encuentra placer en el dolor. La vocación del adicto es puramente autodestructiva. Además, jugar bajo los efectos del alcohol es mucho peor, puesto que la persona embriagada es más desinhibida y cuenta con menos autocontrol. Es por ello que, en muchos casinos o bingos, la bebida suele ser más barata o incluso gratis. 

Patricia es una psicóloga que ha trabajado con varios jóvenes adictos a las apuestas deportivas. «Recuerdo un caso en concreto de un chico de 20 años. Venía de una familia y una educación muy represiva. Fue a un colegio masculino del Opus Dei donde la represión era todavía más fuerte. Tenía baja autoestima e introversión, le costaba mucho socializar y relacionarse con las mujeres», explica. Empezó acudiendo a casinos porque allí socializaba, y lo acompañó de alcohol y cocaína. Generalmente, las conductas adictivas no van asociadas a una adicción en concreto. Como vemos, hay adicciones varias pero también pueden ser consecuencia de una educación demasiado permisiva, ocurre como consecuencia de una educación demasiado permisiva, sin límites ni normas. E Para empezar a trabajar en vencer a la adicción a las apuestas, es fundamental realizar un tratamiento psicológico y farmacológico los primeros meses para controlar la ansiedad…. Porque, como otros adictos, también tienen mono».  

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