Medio Ambiente

«No hemos entendido la dimensión de la crisis ambiental»

Javier Peña (Madrid, 1986) ha cambiado el rumbo de la divulgación científica con su móvil. A través de su proyecto digital ‘Hope!’, este divulgador transforma la ciencia ecológica en vídeos virales que buscan convertir la angustia ambiental en acción ciudadana.

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25
noviembre
2021

Javier Peña (Madrid, 1986) ha cambiado el rumbo de la divulgación científica con su móvil. Su causa, que también es su lucha, comenzó en 2018: hacer entender a la sociedad lo que realmente significaba la crisis ambiental. Hoy es un referente en el combate contra el calentamiento global y ha hecho de esta emergencia por el clima su preocupación principal. Sencillamente, para él, estamos siendo testigos del mayor acto criminal que se ha cometido en nuestro planeta. Él mismo lo cuenta desde HOPE!, un proyecto que transforma la ciencia ecológica en vídeos virales y divulgativos. Fueron dos grandes cambios en su vida los que le llevaron a hacerlo realidad: convertirse en padre y la publicación del IPCC que ponía fecha de caducidad a la carrera por salvar el planeta: 12 años. «Fue como recibir un golpe en el estómago», asegura. Pensar en cómo será el mundo al que se tendrá que enfrentar su hijo le causó tal angustia que decidió movilizarse vía Facebook para generar un cambio urgente. Quiere convertir esa angustia en acción y que «la gente se tome en serio lo que la ciencia dice sobre el calentamiento global». En la actualidad cuenta con un millón y medio de seguidores en 80 países y con científicos de la talla del investigador del CSIC, Fernando Valladares, y Ema Huertas, investigadora del CSIC y coordinadora de la plataforma temática interdisciplinar WATER:IOS forman parte, entre otros, de su consejo editorial. Algunos lo consideran el ‘Félix Rodríguez de la Fuente de la generación millennial’.


Resignarse a ver cómo el planeta se iba hacia el abismo no era una opción.

Efectivamente. Cuando el IPCC publicó aquello de que solo nos quedaban 12 años para revertir los efectos del calentamiento global coincidió con el nacimiento de mi hijo. Eso me hizo pensar: «¿Cómo será el mundo en 2040?». Eso cobra mucha relevancia cuando piensas en cómo será ese mundo en el que crecerá tu hijo. Todo cambia cuando sabes que su vida estará condicionada gravemente por un problema que pudo haber sido resuelto mucho antes. En ese momento, lo que vi que podía hacer era comunicar aquella alerta roja científica vía Facebook con vídeos cortos. Y tres años después, ya hay 1.5 millones de seguidores y hemos alcanzado los 500 millones de reproducciones.

¿Cuál es tu opinión sobre la COP26? ¿La consideraste, como otros, un fracaso?

Sí.. Se alcanzaron algunos acuerdos internacionales que no dejan de ser simples promesas sin mecanismos de control y de fiscalización. Eso, desde luego, no es lo que necesitamos. Ahora mismo hacen falta compromisos vinculantes que se acerquen a lo pedido por las autoridades científicas. Pero eso, por desgracia, no se ha conseguido. Lo de la cumbre es un fracaso criminal, porque tenemos la ciencia sobre la mesa: los informes, los datos; todo lo necesario para saber cuál es el estado del planeta ya lo tienen los líderes en sus manos y, sin embargo, han decidido no actuar a tiempo.

Si la sociedad confía únicamente en los acuerdos entre los Gobiernos para salvar al planeta,  el futuro quizá no parecen muy alentador. ¿Cuál dirías que es el nivel de compromiso político que necesitamos para que sus decisiones tengan un impacto positivo en la recuperación medioambiental?

Lo importante es comprender que, pese a lo que los políticos nos hagan creer, como personas y como ciudadanos tenemos mucho poder. No estamos obligados a confiar en Gobiernos que hacen y deshacen a su antojo. Los Gobiernos los elegimos nosotros. En el momento en el que realmente comprendamos la gravedad de la crisis climática, entonces los elegiremos comprometidos y con una hoja de ruta basada en la ciencia para detener el calentamiento global. Cuando eso pase, las empresas responderán ante esa toma de conciencia. ¿Por qué? Pues porque nosotros ya habremos cambiado nuestros patrones de consumo y tomaremos otras decisiones. Transformaremos las energías para calentar nuestras casas, decidiremos nuestra movilidad y cómo queremos estar en este mundo. Las tres vías son muy poderosas: la acción civil, la institucional y la empresarial. La legislativa es una pieza clave, porque un decreto ley que prohíba las prácticas más contaminantes y que promueva los proyectos de bajas emisiones tendrá un efecto muchísimo mayor que el que puede provocar un simple cambio en nuestras compras u otra acción individual. Otra pieza clave es la opinión pública: cuando la ciudadanía comprenda lo que hacemos y lo que está en juego, todo podrá cambiar para bien. Es por eso que estamos tan comprometidos con la divulgación y con la promoción del conocimiento acerca de en qué punto nos encontramos para revertir los efectos de la crisis climática. Sobre todo porque aún estamos a tiempo. Lo único que hace falta es la movilización ciudadana sin precedentes: en el voto, en el consumo, en acciones individuales.

«Muchos científicos incurren en la desobediencia civil pacífica como una forma de decir: ‘¿Qué es lo que no estáis escuchando?’»

Sin embargo, y pese a las alertas, la movilización y la divulgación, la crisis climática sigue siendo tratada en muchas ocasiones como un tema banal.

Claro. Cuando lees los textos científicos y los comparas con lo que se publica en los medios, nada parece tener sentido. Por eso muchos científicos están incurriendo en la desobediencia civil pacífica. Es una forma de decir: «¿Qué es lo que no estáis escuchando?». La catástrofe medioambiental no es un tema más; estamos hablando de nuestra supervivencia y de la salud de un planeta que, sin ecosistemas sanos, no será más que una roca inhabitable más en el espacio. En esto, los medios son clave pero, por desgracia, el tratamiento como un asunto que de vez en cuando aparece no hace justicia a la amenaza que tenemos enfrente, ni a lo que dicen los científicos. Imaginemos que la covid se hubiese tomado a la ligera: hubiésemos tenido muchos más muertos de los que ya tuvimos. Si funcionó la respuesta colectiva es porque se actuó con urgencia y con rapidez extrema. Más de 500 revistas científicas reconocidas han publicado informes y editoriales alertando de que la mayor amenaza para la salud pública en el siglo XXI ya es el calentamiento global. No podemos permitir, por ejemplo, que se deshiele el permafrost ártico, porque contiene dos veces más de CO2 del que ya se libera hacia la atmósfera y eso aceleraría muchísimo el calentamiento global. No es un problema que se deba de solucionar de manera progresiva. No podemos seguir pensando como si estuviésemos en 1990. Hay que actuar rápido y drásticamente.

¿Qué es lo que nos impide esta transformación?

El único impedimento es que aún necesitamos que algunos sectores y empresas de combustibles fósiles, así como buena parte de la agroindustria, hagan modificaciones importantes e inviertan en otras tecnologías. Todo eso los llevaría a dejar de vivir en el idilio multimillonario en el que su cuenta de beneficios no deja de engordar. Muchos expertos ya han puesto sobre la mesa un tema escabroso: la sexta extinción masiva en la historia de la Tierra, porque cuando un cambio climático se produce con tal rapidez, los ecosistemas no se pueden adaptar al mismo ritmo. Entonces, las especies van cayendo como en efecto dominó. No son pocos los que ya la han dado por iniciada. No obstante, ese fenómeno es aún reversible, aunque tenemos muy poco tiempo.

Vivimos en una era del doble discurso. Por un lado nos dicen que cuidemos el planeta, pero por otro nos inundan de publicidad, condicionándonos a consumir todos los productos de una vida low-cost y producidos de una forma altamente contaminante, como bebidas azucaradas, ropa de temporada, etcétera. ¿Por qué no hay coherencia?

Porque no hemos entendido la dimensión de esta crisis. Es la misma razón por la que ya van 26 cumbres por el medio ambiente y las emisiones de CO2 no han dejado de subir. Es indispensable elevar la sensación de emergencia. No podemos ignorar a la ciencia. Eso por una parte, pero por otra, también hay que proponer soluciones y eliminar la idea de que con estos cambios –urgentes y necesarios– «viviremos peor». Sólo se trata de sustituir los combustibles fósiles por energías limpias, cambiar el sistema agroalimentario y poner en marcha las nuevas soluciones que son mejores que las viejas para aprender a vivir en conjunto con la naturaleza. Estamos en una transición en la que tenemos que cambiar en tiempo récord. Pero los cambios implican un boom económico, millones de empleos, y que, finalmente, una mejor calidad de vida. Las viejas prácticas son suicidas. Nadie está pidiendo que vivamos sobre una cama de pinchos o algo similar. Lo único que se pide es dejar de utilizar combustibles fósiles. No hacerlo sería la mayor irresponsabilidad en la historia. Hay que abandonar el negacionismo científico. Es como si el médico te receta un antibiótico cada 3 horas, pero tú decides tomarlo cada 8. Eso es ir contra la ciencia.

«Las viejas prácticas son suicidas»

¿Qué hace más daño? ¿Una promesa incumplida o un grado más en la temperatura global?

El hecho de no actuar ante el calentamiento global teniendo información científica disponible es el mayor acto criminal que se ha cometido. Es que mientras más te informas, más te asombras del nivel de irresponsabilidad de lo que estamos siendo testigos. Lo grave es que seguimos en la línea del discurso vacío y de las promesas mientras las emisiones contaminantes no se frenan.

Hablemos de nuevos proyectos en tu cruzada por la divulgación de la emergencia ambiental.

Además de la labor en las redes, estamos trabajando en una serie documental de diez capítulos que analiza lo qué tendría que ocurrir para que desactivemos esta ‘bomba de relojería’ según la ciencia. Y cómo sería la sociedad resultante. Para poder hacerlo de forma independiente y basándonos sólo en la ciencia sin escuchar a los intereses particulares de alguien más, estamos financiándola con un crowfunding en el que más de 600 personas ya han participado. Hemos superado los 50.000 euros de recaudación y la idea es reunir 125.000 euros para lanzarla.

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