Medio Ambiente
¿Cuánto contamina un arma?
Los expertos ya definen la industria armamentística como «el acto humano más destructivo desde el punto de vista ecológico». Todo lo que queda de basura y restos tras los conflictos daña la tierra, el agua y afecta a la biodiversidad de los territorios.
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La industria armamentística mueve millones, aunque esa no es una noticia. En el primer semestre de 2020, por ejemplo, España autorizó la exportación de armas por un valor total de 22.544,8 millones de euros, el más alto en los últimos 10 años. Nuestro país se encuentra en el top ten de los mayores exportadores armamentísticos, aunque en la séptima posición, por detrás de Estados Unidos, Rusia, Francia, Alemania, China y el Reino Unido. El uso de toda esta artillería también lo conocemos: guerras, conflictos, defensa… Al igual que somos conscientes de las devastadoras consecuencias que tiene su uso sobre las vidas humanas. Un aspecto que pasa más desapercibido, sin embargo, es el impacto medioambiental de este opulento negocio.
Todo lo relacionado con lo militar contamina. Así lo afirma una reciente publicación del Centre Delàs, que se encarga de llevar a cabo investigaciones y acciones por la paz y el desarme, y que considera que se habla poco de este tema. «Los impactos medioambientales de la institución militar aún están ausentes de los grandes debates sobre el clima», asegura. El informe califica la militarización como el acto humano más destructivo desde el punto de vista ecológico. Se estima que en total las emisiones CO2 de los ejércitos de todo el mundo suponen entre un 5% y un 6% del total de emisiones de este gas. Y no solo durante las guerras: mantener las bases activas en periodos de paz, durante los cuales se llevan a cabo diversas maniobras de ensayo, también pasa una factura ambiental a nuestro planeta.
Sostenibilidad y armamentística no pueden ir de la mano
Cada arma contamina de una forma. Los explosivos, por ejemplo, generan residuos contaminantes como gases tóxicos y material particular al detonarse. Según una investigación llevada a cabo por la oenegé británica Action on Armed Violence sobre el impacto ambiental de los explosivos, estas armas pueden, una vez estallan contra edificios, liberar los metales con los que está fabricada la munición y generar residuos industriales y polvo de la demolición de las infraestructuras que pueden permanecer en la zona durante largos periodos de tiempo. En muchas ocasiones se puede producir también la liberación de gases tóxicos que contaminen el agua, el aire y la tierra de la zona. Aquellas –pocas– bombas que quedan sin explotar también acaban liberando los materiales tóxicos de su interior.
Precisamente los residuos de la artillería bélica son otro de los grandes problemas. Según un informe del Comité Internacional de la Cruz Roja –define la guerra como «la enemiga del desarrollo sostenible»–, todo aquello que queda como basura de los conflictos daña la tierra, el agua y afecta a la biodiversidad de los territorios. «Las municiones no detonadas y el armamento abandonado en las ciudades y en los campos matan y hieren a la población, provocan daños psicológicos, degradan el suelo, contaminan el agua, destruyen a las especies vivas. Las consecuencias socioeconómicas y ambientales son desastrosas. No es posible alcanzar un desarrollo sustentable sin enfrentar el problema de la contaminación por armas».
Pero no hace falta irse a la industria militar para que haya contaminación por el uso de armas. Los rifles de caza y las pistolas que atesoran civiles en países como Estados Unidos también suponen un problema. Así lo asegura un estudio de la Barry University (Florida, Estados Unidos), describiendo cómo, al disparar un arma, se liberan materiales como plomo, cobre, zinc, antimonio e incluso mercurio, capaces de filtrarse en los suelos y el agua. Esos, sin tener en cuenta que durante su fabricación también se liberan este tipo de metales. Además, las municiones vienen recubiertas en plásticos de un solo uso que, normalmente, acaban en el océano.
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