Cultura
Y Marte, ¿para cuándo?
El exitoso ‘amartizaje’ del Perseverance ha llevado a la humanidad a fantasear con cientos de propuestas para llegar al planeta rojo, un espacio hasta ahora reservado para la ciencia-ficción.
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COLABORA2021
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Marte es recurrente en la literatura de ciencia-ficción. Las novelas fundacionales del género han soñado desde siempre con encuentros indeseados con el vecino planeta rojo, como los trípodes de La guerra de los mundos de H.G. Wells o los extraños a los que se enfrentaba John Carter. Ha sido protagonista tantas veces que llamar a los extraterrestres «marcianitos» es un tópico en sí, aunque estos provengan de cualquier otro rincón del universo.
Una de las últimas visitas de la ficción al vecino del sistema solar ha sido realizada por Away, una serie producida por Netflix y protagonizada por Hillary Swank que terminó cancelada tras su primera temporada. Aunque quizás fallida en lo dramático, la producción buscó el máximo realismo en cuanto a la tecnología y los inconvenientes característicos en un viaje de tal envergadura: una ida y vuelta de más de tres años que requiere de una gran cantidad de recursos y un equipo humano con una fortaleza psicológica a prueba de bombas.
Así, el equipo de documentación de Away se fijó, entre otras cosas, en el proyecto SpaceX, propiedad del multimillonario y dueño de Tesla, Elon Musk, bien conocido por sus grandes ideas sobre la colonización de Marte. En una de sus últimas hazañas, Musk ha pasado de planear el primer cohete tripulado por humanos para 2025 a vaticinar «ciudades bajo cúpulas autosuficientes» para 2050, una propuesta que suena «poco menos que demencial» para astrónomos como Martin Rees.
Nuestra especie seguirá atada a la vieja Gea durante bastante tiempo
En una línea similar a la del imaginario de Musk, el conocido divulgador Michio Kaku especula en su libro El futuro de la Humanidad sobre cómo la colonización de Marte y los viajes interestelares pueden servir para abrir un nuevo horizonte a nuestra especie, situando al planeta rojo como el siguiente escalón en la gran odisea cósmica, con los recursos del sistema solar al alcance de los seres humanos, unidos en un objetivo común. Pero hay una crítica principal a estas previsiones optimistas: no es tan fácil, ni tan barato, ni serviría para mucho. La versión más habitable de un Marte futuro, con la tecnología actual, no será suficiente para salvar a la humanidad de las peores consecuencias de la crisis climática si antes no se ataja el problema aquí y ahora, en el planeta Tierra.
El popular astrofísico y divulgador estadounidense Neil deGrasse Tyson, conocido por la docuserie Cosmos, tiene también una opinión formada acerca de los grandes proyectos de Elon Musk: «Si quieres llamar a Marte tu hogar, tienes que ‘terraformar’ Marte, convertirlo en la Tierra. Pero es mucho más fácil hacer que, simplemente, la Tierra vuelva a ser la Tierra». En otras palabras: el vecino es importante por sus recursos naturales, lo que revela sobre el origen de la vida y la información que proporciona sobre nuestro sistema solar… pero nuestra especie seguirá atada a la vieja Gea durante bastante tiempo.
En el Planetary Science Vision 2050 Workshop, un taller coordinado por la NASA en 2017, se describió como principal problemática marciana la situación meteorológica extrema del planeta rojo. Numerosos estudios sugieren que el campo magnético natural de Marte desapareció hace unos 4.200 millones de años, destrozándose su atmósfera de manera progresiva, una inevitable consecuencia que en la actualidad provoca oscilaciones de temperatura entre los veinte grados diurnos y los ochenta grados bajo cero al caer la noche. En busca de soluciones, Jim Green, investigador de la NASA, propuso colocar un dipolo magnético a modo de satélite para acompañar al planeta en su órbita, simulando un campo magnético artificial capaz de derretir el dióxido de carbono en los hielos del polo norte del planeta rojo para crear un efecto invernadero y dar a Marte las condiciones necesarias para recuperar sus mares en la superficie. Sin embargo, esta espectacular propuesta, además de cara, es irrealizable con la tecnología actual.
La versión más ‘realista’ del futuro que podría esperarnos en Marte la encontramos en otra serie, The Expanse, ambientada en un futuro posterior al siglo XXI en el que los humanos han colonizado precariamente parte del sistema solar. Los marcianos, personas nacidas y criadas en Marte, sobreviven en un entorno hostil y odian a los terrícolas, que viven con mejores condiciones de vida gracias a los recursos que se extraen del planeta vecino, o del cinturón de asteroides. La serie fue criticada por su excesiva idealización de la tripulación ya que, en la trama, Estados Unidos, Rusia, China, India y la Unión Europea colaboran en pos de un objetivo común, cuando la realidad de la relación entre estos países es bien distinta.
La competición por llegar a Marte en la actualidad tiene un empuje tan industrial como político o científico. India, Corea del Sur, Japón y las monarquías petroleras árabes tienen interés en desarrollar programas espaciales que compitan con la NASA o la ESA, mientras que China y Rusia presumen de hacerlo desde hace décadas, aunque en ocasiones colaboren, no por cuestión de prestigio, sino de impulso industrial y gestión de recursos.
Mientras tanto, en la Tierra, los recursos se agotan y, hasta que demos con la tecla, cualquier fuente exterior será válida. Para las grandes potencias, incluso Marte y el resto del sistema solar pueden ser un espacio por el que competir. Pero, como apunta el divulgador Douglass Rushkoff en su ensayo que también predijo la actual pandemia, Team Human, son todo «ensoñaciones». Escaparemos como especie, sí, y quizás hollemos otros mundos, pero solo desde la cooperación.
A la Luna se llegó por una competición política que acabó impulsando la ciencia. En el caso de Marte, hay muchos problemas a la espera de ser resueltos: la radiación, los recursos, el viaje de vuelta, el lugar de aterrizaje y, sobre todo, el dinero. ¿Encontraremos las respuestas algún día fuera de la ciencia-ficción?
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