Opinión

¿Qué robot se ha llevado mi queso?

El miedo al cambio es el que nos robará el queso, no las máquinas. Con esta hipótesis en mente, el experto en transformación digital y fundador de la consultora tecnológica Findasese, Rafael Tamames, busca definir en su libro ‘¿Qué robot se ha llevado mi queso?’ (Alienta Editorial), la naturaleza de la alianza entre hombre y máquina que caracterizará el futuro.

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05
abril
2019

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Nos introducimos en un laberinto intrincado asumiendo la importancia del cambio; un cambio sobre el cual ya habló muy lúcidamente Spencer Johnson cuando publicó en 1998 ¿Quién se ha llevado mi queso?, una obra que habría de convertirse en toda una referencia para el mundo empresarial, pero cuyo valor trasciende a este contexto. Se trata seguramente de uno de los textos que mejor (y de manera sumamente sencilla y comprensible) han reflexionado y aportado ideas válidas en torno a la noción del cambio y la necesidad de enfrentarse y anticiparse a él.

El libro nos presenta a cuatro personajes, dos ratones y dos hombres, dentro de un laberinto en el que cómodamente se sienten instalados porque no les falta queso del que alimentarse. Pero en un momento dado ese queso deja de estar a su alcance, ha cambiado de ubicación, parece que alguien se lo ha llevado, y es necesario salir a buscar nuevo queso. Por mero instinto, los ratones emprenden esa búsqueda, pero las reacciones de los hombres, con inteligencia y emociones son más complejas.

Mientras uno de los personajes humanos representa el miedo al cambio, no quiere salir de su zona de confort y no hace sino lamentarse de que ha perdido el derecho que poseía a su queso esperando que las cosas vuelvan a ser como eran; el otro asume precisamente que las cosas cambian y no vuelven a ser como antes, que el cambio es algo natural tanto si lo esperas como si no, y que hay que actuar de forma diferente, sin miedos ni excusas, para seguir adelante y encontrar nuevo queso.

Creo que Spencer Johnson da en el clavo. Además, a mí me gustan estas metáforas del laberinto y el queso, y por eso he decidido tomarlas prestados. Sin embargo, a punto ya de entrar en la tercera década del siglo XXI, algunas cosas exigen cierta reformulación.

¿Son los robots los que se llevan nuestro queso? Yo creo que no. El miedo al cambio nos lo robará.

Me parece muy poderoso retomar esas aportaciones de ¿Quién se ha llevado mi queso?, porque yo también aspiro aquí a ofrecer un medio de distribución de ideas en torno al cambio, con el elemento añadido de que, pasados estos años, la transformación digital y la automatización están acelerando todavía más los cambios. Ahora todo apunta a que las rupturas van a ser muy radicales y, de hecho, lo están siendo ya. Es el añadido tecnológico el principal elemento de reflexión sobre el que quiero debatir más allá de las valiosas ideas que encontramos en la obra de Johnson.

Lo que yo ahora me pregunto, como tantos en estos tiempos que corren, es ¿son los robots los que se llevan nuestro queso?

Yo creo que no. El miedo al cambio nos lo robará.

(…)

Las noticias diarias sobre los robots me empezaron a generar cierta ansiedad hace meses, muchas preguntas, muchas incertidumbres, y pocas respuestas concretas. He decidido no preocuparme, sino ocuparme.

Y lo primero, empezar por el principio de todo. Me parece fundamental que a lo que hayamos de aludir en primer lugar no sea a sofisticadas máquinas o innovadores bots, sino a nuestro propio cerebro. Porque no hay laberinto más complejo y más misterioso que el del cerebro humano.

La ciencia nos viene aportando constantemente nuevo conocimiento sobre los mecanismos que rigen el cerebro hay la inteligencia humana y, sin embargo, lo cierto es que las respuestas que se van hallando en este campo a menudo nos vuelven a encaminar por intrincados pasadizos que descubren nuevos misterios y provocan más interrogantes.

Y tal es así que, a pesar de todos los avances que se han producido, el debate en torno al cerebro humano se vuelve ahora más pertinente que nunca. ¿Por qué ahora más que nunca? Pues precisamente porque es ahora cuando la inteligencia humana encuentra, a través de los avances tecnológicos, el mayor reto de todos al imponerse la necesidad de estar a la altura, ya sea como complemento, ya sea como rival, de una nueva forma de inteligencia nunca vista hasta ahora: la inteligencia artificial y las enormes capacidades que los robots pueden (y que más todavía han de poder) desarrollar.

De manera que, como si tuviéramos poco con el antiguo y exigente reto de conocer cada vez mejor a nuestro laberíntico cerebro humano… ¡nos metemos ahora de lleno en eso tan intrigante de la inteligencia artificial!

Los robots son cada vez más sofisticados e «inteligentes» y se han convertido en nuestros compañeros de viaje por los laberintos de la vida

¿Dónde se queda nuestro viejo y anticuado cerebro ante esta situación? Pues seguramente ante la imperiosa necesidad de evolucionar él mismo hacia un nuevo tipo de inteligencia. No vamos a ser capaces de enfrentarnos a problemas nuevos con cerebros viejos. Debemos desaprender muchas cosas y aprender otras nuevas.

Observemos una evidencia: a nadie se le escapa que el mundo se está trasformando de forma muy acelerada fruto de unos cambios tecnológicos que dan lugar a la llamada era digital; una época marcada por la automatización de procesos, la virtualidad o la robótica. Todo ello es lo que nos permite ya hablar de la inteligencia y el aprendizaje de las propias máquinas y, en consecuencia, se ha convertido en una frecuente el empleo de este término ya popular desde hace tiempo: la inteligencia artificial (IA).

A punto de entrar en la tercera década del siglo XXI, hablar de inteligencia artificial es casi un lugar común, algo diariamente repetido, pero poco profundizado. Los robots son cada vez más sofisticados e «inteligentes» y se han convertido en nuestros compañeros de viaje por los laberintos de la vida. La digitalización, la automatización y la virtualidad han llegado para instalarse en nuestro devenir cotidiano y en los modos en que nos relacionamos los unos con los otros.

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