Opinión

La manipulación del lenguaje

Nicolás Sartorius recopila en ‘La manipulación del lenguaje’ algunas controvertidas (y repetidas) expresiones.

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Jelleke Vanooteghem Jell
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12
febrero
2019
Ilustración de la cubierta del libro ‘La manipulación del lenguaje’, de Nicolás Sartorius | © Igor Serazetdinov

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«España nos roba», «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades», «populismo» o «nacionalismo». Son conceptos que hemos escuchado o leído constantemente en los medios de comunicación. Pero ¿sabemos qué significan o qué pretenden decir? Nicolás Sartorius analiza en La manipulación del lenguaje (Espasa) el hilo invisible que existe entre las palabras y la movilización de las conciencias.

«Al referirse al lenguaje, la lengua y el sentido común, el lenguaje significa también cultura y filosofía y, en consecuencia, el ‘hecho lenguaje’ en realidad es una multiplicidad de hechos más o menos orgánicamente coherentes y coordinados que, al penetrar mayoritariamente en la sociedad, se convierten en hegemónicos», escribe en la introducción el autor. «En política, las palabras son hechos, tienen su propia densidad física y sus efectos pueden ser beneficiosos o catastróficos. A lo largo de la historia, palabras habladas o escritas han provocado o impulsado guerras, matanzas, levantamientos, pronunciamientos o quiebras, pero también los hechos más positivos y las expresiones más extraordinarias de la mente humana. No es verdad, por lo tanto, que, como se dice vulgarmente, las palabras se las lleva el viento. Al contrario, son como rocas o piedras que pueden provocar auténticos aludes o sostener sólidas arquitecturas políticas», precisa.

«Hace algunos años, me puse a intentar revelar o esclarecer lo que había detrás o debajo de una serie de palabras o frases hechas que se repetían una y otra vez en los medios de comunicación o en las conversaciones habituales. A mí me parecía que el auténtico significado de esos vocablos o locuciones era el opuesto del que literalmente expresaban y, sin embargo, era admitido como si fuera veraz», explica el autor. Desde Ethic hemos seleccionado cinco de esos términos.

España nos roba

«Este eslogan ha sido la tergiversación o la falsedad más nociva de todo el repertorio utilizado por el secesionismo catalán a lo largo del interminable procés hacia la fracasada independencia. Utilizando métodos erróneos y cifras falsas, los dirigentes independentistas lograron convencer a una parte de la opinión pública catalana de que el resto de España les expoliaba. En un riguroso libro titulado Las cuentas y los cuentos de la independencia, los profesores Josep Borrell y Joan Llorach desmontan cumplidamente todas esas exageraciones y falsedades que tanto daño han hecho a la convivencia entre catalanes y españoles», comienza el autor, que detalla las cifras que desmontan la manipulación económica que se esconde tras esa expresión. «La tergiversación o manipulación es aún más profunda si la analizamos desde el ángulo del lenguaje. España nos roba. En la mentada frase, se manipulan tres componentes: ni España puede desgajarse de Cataluña, y no puede ser el sujeto que roba, ni el nos (Cataluña) puede ser robada, puesto que no se trata de transferencias entre territorios sino entre personas, ni se trata de un robo –delito que se comete apoderándose con ánimo de lucro de cosas muebles ajenas, empleándose violencia o intimidación sobre las personas o fuerza en las cosas–», concluye.

Congelación salarial

En los últimos años, sobre todo a raíz de la crisis económica, la congelación salarial fue uno de los términos más escuchados y debatidos en los medios y en la calle para referirnos a que los sueldos y/o los salarios se mantenían igual durante un determinado periodo de tiempo. «Con la palabra congelar no se están declarando inmodificables los sueldos o los salarios, a pesar de que así lo disponga la definición de la Real Academia, sino que se está ocultando una verdad bastante más triste que lo que congela es el corazón de los sujetos sufridores. Lo que ocurre de verdad es que se están reduciendo los sueldos y los salarios en la misma proporción en que suben los precios, la inflación o el índice de precios al consumo», denuncia el escritor, que se muestra aún más tajante: «Para que la congelación tuviese lugar de verdad, los sueldos y los salarios deberían aumentar en la misma proporción que los precios, pero esta concepción de la congelación no es aceptada por la doctrina oficial, ya que a muchos se le congelarían las meninges».

Estado del bienestar

Con los recortes en materias como la educación o la sanidad, sobre todo en la última década, muchos políticos y académicos plantearon una cuestión de fondo: cómo afectaban al Estado del bienestar. Pero, ¿a qué se referían? «Es  un término de origen anglosajón (Welfare State) que define la situación de aquellos estados que, por medio de políticas fiscales avanzadas, proporcionan a sus ciudadanos una serie de bienes y servicios universales y gratuitos, como pueden ser la educación, la sanidad, la dependencia, la seguridad ante accidentes o enfermedades profesionales, las pensiones, etc. En realidad, se trata de una conquista –en especial, aunque no solo– de los partidos y sindicatos de izquierda, en Europa occidental después de la Segunda Guerra Mundial», explica Sartorius.

«En política, las palabras son hechos, tienen su propia densidad física y sus efectos pueden ser beneficiosos o catastróficos»

Pese al deterioro en algunos de los servicios, provocado, precisamente, por los recortes –que han afectado al gasto social, fundamentalmente de las Comunidades Autónomas que tienen transferidos la mayor parte de las competencias relativas a esas áreas–, para el escritor «no es cierto que hayan desaparecido completamente los pilares de este Estado social, como sostienen algunos con escaso rigor, pero no es menos verdad que, durante estos años de crisis y mal gobierno, esos avances sociales se han visto erosionados hasta poner en riesgo conquistas que parecían inmutables».

Nacionalismo versus nación

Según la definición de la Real Academia, el nacionalismo es la «doctrina que exalta en todos los órdenes la personalidad nacional completa o lo que reputan como tal sus partidarios» o como «aspiración o tendencia de un pueblo o raza a constituirse en Estado autónomo». Un término que, resucitado sobre todo a raíz del problema catalán, ha perdido en ocasiones su significado. «Al margen de definiciones académicas, siempre útiles, lo cierto es que no hay un solo nacionalismo, sino varios, que pueden contener proyectos políticos diferentes. Por eso mismo, si bien los nacionalismos no han desempeñado el mismo papel a lo largo de la historia, siempre han expresado rasgos comunes que inciden en esa exaltación de la personalidad nacional en todos sus órdenes», opina Sartorius.

«Es obvio que el surgimiento de numerosas nuevas naciones sería el final de la Unión Europea, ya que la haría invisible en la práctica. Por eso, este renacer del nacionalismo supone una amenaza muy peligrosa para el progreso de la humanidad, en especial cuando es practicado por las grandes potencias que se lanzan a confrontaciones comerciales que, a veces, terminan en bélicas. En el fondo, los nacionalismos son un síntoma patológico de la crisis del capitalismo, del fracaso de las políticas neoliberales en la conducción de los procesos globales. No hay nada más contrario a los intereses nacionales que defender postulados nacionalistas en su versión separatista», advierte.

Populismo

Con el auge de algunos movimientos sociales y el nacimiento de nuevos partidos, una palabra se repite con frecuencia: el populismo, que sirve como arma arrojadiza entre los representantes de fuerzas políticas de opuesta ideología que recurren a este término para descalificar a su rival. Lo que académicamente es la «tendencia política que dice defender los intereses y aspiraciones del pueblo» o aquella que «pretende atraer a las clases populares» es empleada como un insulto recurrente. «Hoy en día, el término está de moda y se aplica, con profusión desmedida, a muy diferentes realidades políticas, incluso a aquellas que, en principio, son sus opuestas. Estas apelaciones al pueblo en general suelen encontrar amplio predicamento en épocas de grandes crisis, cuando las engañosas abstracciones y generalizaciones se imponen sobre las complejas y veraces concreciones. Parece como si se olvidara, una vez más, que la verdad es siempre concreta», mantiene Sartorius.

No solamente se habla de populismo en España, sino que la política internacional también está plagada de ese término, tanto en Europa como en Estados Unidos y, por supuesto, en el America first de Donald Trump. «Sin duda, la composición de las clases actuales es más compleja de lo que era en la época de Marx, como ya hemos señalado, pero todavía estamos esperando a que aparezca una sola experiencia, inspirada en el populismo o en los llamados nuevos partidos, que se haya acercado a las conquistas logradas por el movimiento obrero en Europa Occidental. Quizá lo veamos algún día, pero, mientras tanto, recomiendo modestia a sus pregoneros».

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