Medio Ambiente

La ballena azul tiñe el océano de rojo

La ballena híbrida azul es una especie escasa, y por tanto, protegida. Pero algunas empresas la siguen cazando con impunidad.

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03
octubre
2018

Las ballenas son los mamíferos marinos más grandes del mundo y desempeñan un papel fundamental en los océanos. Impiden la superpoblación de especies, regulan los sistemas alimentarios, equilibran los entornos ecosistémicos y, por ende, ayudan a paliar los efectos del cambio climático. Según la etología, son animales muy inteligentes y sociables.  Un estudio reciente de la Universidad de Stanford ha llegado a la conclusión de que la ballena se comporta de forma «similar» a los seres humanos debido al gran tamaño y la sofisticación de su cerebro: compartimos necesidades, emociones y vulnerabilidades. Y es el único animal capaz de comunicarse (por sonidos y gestos) de una forma muy similar a la nuestra.

Eso no impide que varios países sigan cazando a estos mamíferos formidables en busca de carne con impunidad, desafiando la prohibición de la Comisión Ballenera Internacional de 1986, una organización establecida hace más de medio siglo bajo el Convenio Internacional para la Regulación de la Pesca.

Ninguna ballena está protegida de las cacerías, incluso si pertenece a una clase protegida

Una compañía islandesa en particular, Hvalur hf, llegó demasiado lejos hace poco, cuando mataron a varias ballenas híbridas azules, una especie en peligro de extinción. Cuando dos de las especies de ballenas más amenazadas de la Tierra –la ballena de aleta y la ballena azul– se aparean, resulta en un híbrido de ese color, excepcionalmente raro. Es extremadamente difícil identificar a estas especies en una cacería y, por lo tanto, ningún animal está realmente seguro, incluso si pertenece a una clase protegida.

Lo curioso es que, según una encuesta del Gobierno de Islandia, el 81% la población confiesa que nunca han probado la carne de ballena. Esta empresa es de las pocas que siguen matando a estos mamíferos y, pro ende,  causa un daño considerable a la reputación de Islandia, que se vende como un destino turístico ‘verde’. El negocio de la observación de ballenas para los visitantes factura 20 millones de dólares al año, pero simultáneamente esos animales mueren en el mismo agua.

La carne de ballena islandesa se transporta a Japón, donde la ONU ha prohibido tajantemente la caza de este animal. Allí, muchas toneladas se quedan en congeladores durante años porque la demanda de esta carne hace tiempo que empezó a descender, y no es un producto que genere muchos ingresos, según la ONG canadiense SeaLegacy. «Incluso el propio Japón ha empezado a cuestionar a Islandia por seguir cazando ballenas azules. En pocas palabras, no hay una razón lógica por la cual algo de esto está sucediendo», cuenta uno de los fundadores de esta organización, el fotógrafo de National Geographic, Paul Nicklen.

Las ONG SeaLegacy, BlueSphere Foundation, y OPS, con el apoyo de 17 expertos mundiales en cetáceos, han organizado una acción conjunta para exigir al Gobierno islandés ponga fin a esta práctica.

«¿Cómo podemos sentarnos y quedarnos mirando, impasibles, cómo aniquilan a uno de los animales más maravillosos del mundo sin razón alguna», se pregunta Nicklen, y advierte: «Es nuestra decisión elegir el mundo en el que queremos vivir: uno en el que esté permitida la caza de la ballena híbrida azul, de la que no quedan ni 200 ejemplares, o uno en el que se la proteja. Está en nuestras manos».

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