Contaminación

Manual de instrucciones: cómo fabricar una boina de polución

La capital arrastra desde hace años un problema grave de contaminación que cubre su cielo de forma casi permanente. Así se forma esa capa gris.

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11
mayo
2018

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La polución atmosférica mata a siete millones de personas por año. Esta cifra, dada recientemente por la Organización Mundial de la Salud (OMS), cobra una dimensión aún más alarmante si se pone en contraste: sube medio millón respecto al año anterior, lo que prueba una tendencia ascendente. Y supera con holgura a las víctimas mortales provocadas por el sida (1,1 millones), la tuberculosis (1,4 millones), la diabetes (1,6 millones) y los accidentes de tráfico (1,3 millones), esto es: casi siete veces más en todos los casos.

Esta circunstancia ha llevado la OMS ha calificar la polución atmosférica, por primera vez, como «factor de riesgo mayor» de enfermedades no transmisibles, que son las responsables del 70% de los decesos en el mundo. En los adultos, esto se concreta en el 29% de las muertes por cáncer de pulmón, el 25% de los accidentes vasculares cerebrales, 24% de los infartos y el 43% de las enfermedades pulmonares crónicas obstructivas.

Aunque la peor parte se la lleva Asia, Europa también arroja cifras extremas: la contaminación atmosférica causó la muerte prematura de casi medio millón de personas hace dos años, según la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA).

La contaminación atmosférica es el principal riesgo de salud medioambiental en nuestro continente, según la OMS, ya que reduce la esperanza de vida y contribuye a la aparición de enfermedades cardíacas, respiratorias y cáncer, además de tener un considerable impacto económico, aumentar los costes médicos. El transporte rodado, la industria y los hogares son los mayores emisores de contaminantes del aire de las ciudades. En torno al 80 % de la población urbana en la Unión Europea se expone a concentraciones de partículas al aire libre con un tamaño inferior a 2,5 micras, que exceden los niveles recomendados por la OMS.

La contaminación atmosférica mata a siete millones de personas por año

Durante la segunda mitad de 2017 y comienzos de este año, nuestro país arrastró una de las mayores etapas de sequía de la última década. Hasta veinte municipios españoles superaron durante varias semanas los límites de contaminación ambiental fijados por la OMS, lo que obligó en muchas ocasiones a tomar medidas extraordinarias, como la prohibición puntual de circulación de parte del parque automovilístico, o limitaciones de velocidad más restrictivas.

Madrid fue la ciudad donde se acumuló un mayor número de partículas durante tiempos más prolongados. La tristemente famosa boina de polución, con su color pardusco, es un elemento casi constante en nuestro paisaje en las épocas entre lluvias. Esa tonalidad se debe a la acumulación de óxidos de nitrógeno y partículas en suspensión, que en su gran mayoría son emitidos por los vehículos. Las capas se forman sobre la ciudad en periodos anticiclónicos, esto es, cuando se dan altas presiones atmosféricas que no dejan escapar la contaminación hacia niveles superiores.

¿Cuál es la ‘temporada de boinas’?

Muchos piensan que se forman en verano con mayor frecuencia, pero no es así en absoluto. En invierno y otoño se utilizan más las calefacciones, y los niveles de contaminación suelen ser algo mayores que en el resto del año, lo que favorece que la contaminación se acumule.

Actualmente, además, se dan periodos muy largos en estas estaciones durante las que no llueve, que es el único sistema eficaz para limpiar la atmósfera. La ausencia viento, por otro lado, también favorece la formación de la boina de polución, ya que la contaminación apenas se dispersa. Finalmente, cuando no hay nubes, se da lo que científicamente se denomina inversión térmica: el aire caliente asciende más de lo habitual, de forma que las capas atmosféricas superiores están a más temperatura que las inferiores. Se produce entonces lo que se denomina tapa de olla, que impide que las emisiones de los tubos de escape y chimeneas puedan continuar hacia arriba y se acumulen formando estratos que se extienden sobre la ciudad, dando lugar a la boina de polución.

La ausencia de nubes provoca la estratificación de la contaminación

En estos periodos sin nubes, además, la radiación solar es más alta de lo habitual y se dan muchas reacciones entre los gases contaminantes que generan otros nuevos y, en ocasiones, más agresivos e insalubres todavía.

Según la propia OMS, la solución inmediata pasa por reducir uno de los mayores focos de contaminación atmosférica urbana: el tráfico rodado. Las soluciones que ya están poniendo en marcha, como el impulso de la movilidad eléctrica o medidas para incentivar el uso del transporte público, están produciendo lo que se conoce como una limpieza «lenta» del aire. Como su propio nombre indica, el incremento de contaminación atmosférica se ralentiza, pero la cantidad de partículas en suspensión sigue subiendo cada año. Y los expertos ya prevén que, debido al cambio climático, los largos periodos sin lluvias se prolongarán en los próximos años. Es hora de tomar medidas radicales para adelantarnos a los efectos del calentamiento global en nuestras ciudades.

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