Educación

Las mentes rotas de los niños sirios

Se calcula que dos de cada tres niños sirios han perdido a un ser querido, sus casas han sido bombardeadas o han sufrido algún tipo de lesión. Muchos de ellos viven en un estado de «estrés tóxico».

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15
marzo
2017

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Con 320.000 muertos a sus espaldas, la guerra de Siria cumple seis años. Lo que comenzó como una serie de protestas contra el presidente sirio, Bashar al Assad, desencadenó en una cruenta contienda entre los grupos rebeldes de la oposición y las fuerzas gubernamentales. El conflicto se ha enrevesado con el paso del tiempo debido a la intervención de distintos actores regionales y de las grandes potencias para apoyar a alguna de las partes, cada vez más dependientes de esta ayuda. A la compleja ecuación hay que añadir la presencia en el territorio de algunos grupos terroristas como el autoproclamado Estado Islámico o el antiguo Frente al Nusra, que ahora ha pasado a llamarse Jabhat Fatá al Sham tras su separación de Al Qaeda.

Las cifras que han marcado estos años de conflicto no arrojan esperanza para la reconstrucción de un país en el que 13,5 millones de personas necesitan asistencia humanitaria urgente, y en el que hay 6,3 millones de desplazados internos y 4,8 millones refugiados. Pero el balance de números es todavía más desgarrador y la infancia siria se lleva la peor parte: alrededor de 1,75 millones de niños y adolescentes no van a la escuela y casi 4,3 millones menores de 5 años necesitan servicios nutricionales.

Salud mental: las heridas que nadie ve

En situación de conflicto armado no solo se producen bajas civiles o el desabastecimiento generalizado de productos y enseres básicos para la subsistencia de las personas que se encuentran en fuego cruzado. La salud mental también se ve perjudicada de manera inmediata y deja secuelas a medio y largo plazo. Si a esto sumamos la escasa —o inexistente— prestación de ayuda psicológica por parte de profesionales en zonas sitiadas por las balas, las consecuencias se agravan, especialmente cuando se trata de menores.

La ONG Save the Children ha publicado recientemente el informe Heridas invisibles, en el que recoge los resultados de los testimonios tomados a más de 450 niños, jóvenes y adultos sirios sobre cómo ha afectado el conflicto a su vida.

En Siria, al menos unos 2,9 millones de niños no ha conocido nada más que la guerra. La fragilidad de su salud mental se traduce en situaciones de violencia, rabia, tristeza o miedo. «La exposición prolongada al conflicto puede afectar al desarrollo del cerebro y otros órganos y aumentar el riesgo de padecer en la edad adulta enfermedades cardíacas, abuso de sustancias, depresión y otros trastornos de salud mental», explica Alexandra Chen, especialista en protección y salud mental infantil y asesora de Naciones Unidas para la crisis de Siria.

Antes del estallido de la guerra solo existían 30 centros dedicados a la salud mental en toda Siria. Actualmente, muchos médicos y profesionales sanitarios han sido asesinados o se han visto obligados a huir del país. Se calcula que solo hay 70 psiquiatras trabajando en todo el territorio, lo que deriva en que muchos niños no reciban el apoyo que necesitan y en que la demanda de plazas esté colapsando los centros de salud.

El «estrés tóxico» de los niños sirios

Se calcula que dos de cada tres niños han perdido a un ser querido, sus casas han sido bombardeadas o han sufrido algún tipo de lesión. Experimentar el peligro de una forma tan severa, frecuente y prolongada sin el apoyo suficiente por parte de personas adultas les deja sumidos en un estado de «estrés tóxico».

La tensión psicológica constante en la infancia se manifiesta de diferente formas: aumento de casos de niños y niñas que mojan la cama, micción involuntaria en público, dificultades al hablar o pérdida total del habla, aumento de la agresividad, abuso de sustancias, autolesiones e incluso intentos de suicidio. «Me enfado cuando muere alguien de mi familia o mis amigos. Me duele el pecho y no puedo respirar, así que me quedo solo, porque no quiero gritar ni golpear a nadie», cuenta Saif, de 17 años.*

Mirando al futuro: no todo está perdido 

«En diez años vamos a ver a una generación entera destrozada, con poca o ninguna formación. Necesitamos una generación que construya la nueva Siria», cuenta el joven Mohammad.*

Aunque todo parezca presagiar un futuro incierto para la infancia en Siria, la investigación también arroja datos que reflejan una enorme resilencia por parte de los niños y niñas. Muchos de ellos siguen soñando con un futuro mejor en el que puedan convertirse en médicos o profesores para poder contribuir a reconstruir una Siria pacífica. «Quiero estudiar y crecer y también enseñar a mis hijos. Quiero ser profesora», cuenta Zainab, de 11 años.*

*Los nombres que se muestran son ficticios para proteger la identidad y seguridad de los menores preguntados para la elaboración del informe ‘Heridas invisibles’ de Save the Children.

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