Diversidad

Una vivienda inteligente ¿y accesible?

En España hay cerca de cuatro millones de personas con algún tipo de discapacidad. Encontrar una casa adaptada a sus necesidades es una misión complicada.

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20
septiembre
2016

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La vida de Sergio Ruiz dio un giro trágicamente inesperado cuando tenía 17 años. Era un joven sano, sacaba buenas notas, capitán de su equipo de fútbol… Feliz, al fin y al cabo. Y con un futuro bastante prometedor, que se vio truncado en apenas dos minutos. Más o menos, el tiempo en el que se desarrolló el accidente, cuando volvía de una discoteca, montado en la parte de atrás de la moto de un amigo. No llevaba casco. La curva tenía poca visibilidad y mucho barro. El ciclomotor deslizó. El coche que venía de frente no la vio a tiempo.

Sergio vive desde entonces anclado a una silla de ruedas, está impedido de cintura para abajo y la lesión cerebral le dificulta el habla. Ha intentado enderezar su vida, acabó el colegio, estudió Administración de Empresas y se mudó a Madrid desde su Palencia natal. Ha ido superando todas las barreras, menos una: poder vivir en su adorado barrio de Malasaña. Hoy, en la mayoría de las edificaciones de nueva construcción se aplica la normativa vigente de accesibilidad, una amalgama de órdenes, reales decretos y directivas europeas. Pero lleva vigente apenas 25 años, y la edad media del parque de viviendas del centro capitalino (como sucede en la mayoría de las ciudades) es mucho más elevada. Un gran porcentaje supera incluso el siglo de vida, y no ha adaptado todavía la normativa. La mayoría de los edificios de Malasaña, por ejemplo, ni siquiera tienen ascensor. Por el momento, Sergio tiene que conformarse con vivir en las afueras de Madrid, en un barrio residencial de reciente construcción. Y debe recorrer decenas de kilómetros cada día en transporte público, para llegar a su lugar de trabajo.

Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en nuestro país hay cerca de cuatro millones de personas con algún tipo de discapacidad, que viven en uno de cada cinco hogares españoles. Si tenemos en cuenta lo descrito al principio, encontrar una casa adaptada a sus necesidades es una misión complicada. La normativa no se lo pone fácil: si nos atenemos a la Ley de Propiedad Horizontal de 2003, cuando surge la necesidad de instalar una rampa porque alguno de los vecinos tiene una discapacidad, se requiere el voto favorable de la mayoría de los propietarios.

La situación es dramática si atendemos a una encuesta realizada hace ocho años por la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (Concemfe), según la cual 1,2 millones de personas con movilidad reducida encuentran barreras de acceso en sus edificios. Aunque desde la organización admiten que la situación ha mejorado algo, insisten en que no es suficiente ya que, según sus datos, actualmente cerca del 80% de los edificios de España no son accesibles, especialmente en los cascos históricos.

Otro estudio llevado a cabo por la Fundación ONCE en 2013 demuestra que solo dos de cada 100 viviendas en España dispone de un acceso con las características adecuadas. La encuesta incidía especialmente en la disponibilidad de los ascensores, uno de los elementos primordiales para personas con movilidad reducida: el 74% de los edificios colectivos de España los tienen, pero solo el 2% son suficientemente accesibles.

¡Por fin en casa! ¿Y ahora, qué?

Para una persona con movilidad reducida, llegar a su piso es normalmente una odisea, como muestran los datos anteriores. Pero una vez cruzado el umbral, para muchos no termina la carrera de obstáculos. Desde el Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria de Cataluña dan algunas pautas para que estas personas tengan plena autonomía en su hogar, al tiempo que recuerdan que muchos no las cumplen. «Los pasillos y puntos de giro tienen que ser  fácilmente maniobrables con una silla de ruedas. Los pasillos en línea recta deben tener un ancho de 90 centímetros como poco. Se debe poder realizar un círculo de 120 centímetros de diámetro libre de objetos frente a la puerta de entrada. Los suelos deben ser antideslizantes y sin irregularidades u obstáculos. El alcance de una persona en silla de ruedas está entre 0,4 y 1,40 metros de altura, los enchufes y mobiliario deben adaptarse. La altura de referencia es la de una mesa de trabajo, o de la encimera de la cocina, no deberá superar los 85 centímetros. El lavabo debe estar situado a 80 centímetros del suelo y tener un espacio libre debajo de 65 centímetros».

La Fundación ONCE ha presentado en distintas ciudades de España una vivienda accesible e inteligente piloto. Es una forma de demostrar cómo, a través de la tecnología y la creatividad, un hogar puede ser perfectamente confortable para una persona con movilidad reducida. Y de paso, que reguladores, inmobiliarias y constructores, tomen nota. «La estancia está pensada para que la visiten profesionales del sector de la edificación, escuelas de diseño industrial, empresas relacionadas con la construcción, el urbanismo, la accesibilidad y la domótica, administraciones públicas, asociaciones de personas con discapacidad y sociedad en general», cuentan desde la Fundación.

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La vivienda, de 100 metros cuadrados, dispone de alfombras de detección de presencia, secador corporal, mirilla digital, armarios y encimeras en la cocina que regulan su altura por medio de un botón, o balizas luminosas para que las personas con discapacidad visual puedan identificar objetos cercanos. En total, son más de 100 soluciones tecnológicas, esto es: más de una por metro cuadrado.

De momento es solo un prototipo. La pretensión de la Fundación ONCE es que muchas de sus ideas sean tomadas en cuenta en el futuro para que las personas con algún tipo de discapacidad mejoren su calidad de vida. Dicho llanamente: derribar una barrera que hace mucho que no debería de existir.

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