Educación

¿Eres un ahorrador inteligente?

¿Hubiese afectado de forma tan devastadora la crisis a los españoles si tuviéramos una educación financiera más sólida? El economista Emilio Ontiveros nos explica las claves de su último libro, ‘El ahorrador inteligente’.

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14
enero
2014

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¿Hubiese afectado de forma tan devastadora la crisis a los españoles si tuviéramos una educación financiera más sólida? ¿Cómo puedo gestionar mis ahorros de una forma segura y rentable? El economista Emilio Ontiveros nos explica las claves de su último libro –El ahorrador inteligente–, una guía imprescindible para comprender un mundo financiero cada vez más presente y cuyo conocimiento «deberíamos incorporar» a nuestra cultura general.

¿Por qué puede ser útil esta guía dirigida al ciudadano?

Por dos razones. En primer lugar, para ser libre hay que fortalecer el conocimiento en su acepción más amplia y también el conocimiento económico financiero, que como estamos viendo domina muchos ámbitos de nuestra vida. Por otro lado, una razón más circunstancial, más inmediata, que tiene que ver con las consecuencias de la crisis financiera está teniendo sobre las familias de renta media y de renta baja. En numerosos países hemos visto cómo esta crisis ha desvelado prácticas cuando menos anómalas y cuestionables en la comercialización de determinados productos financieros que probablemente no habrían tenido esa magnitud si los usuarios y los clientes hubieran dispuesto de elementos de juicio y de valoración suficientes.

 

¿Qué es lo que define a un ahorrador inteligente?

El conocimiento y la capacidad de negociación. El conocimiento sobre lo que le están vendiendo, de igual forma que en los productos de alimentación hemos aprendido a conocer y valorar aspectos tales como la composición de los alimentos o la fecha de caducidad, en los productos financieros deberíamos ser capaces de conocer la naturaleza esencial de lo que se está comercializando, la adecuación y las implicaciones y consecuencias que puede tener.

La crisis ha puesto de manifiesto excesos por parte del sistema financiero, pero también déficits en la educación financiera del ciudadano, ¿cómo pueden corregirse estos déficits?

El conocimiento de cómo funciona el sistema financiero, lejos de despreciarlo, hay que incorporarlo. Y esto hay que hacerlo desde el principio, desde la escuela más elemental. Pero al mismo tiempo también hay que llevar a cabo tareas de alfabetización financiera en las edades superiores. No olvidemos que una parte significativa de los ahorradores de renta media y baja son personas mayores, ya jubiladas. Esa alfabetización, en cualquier caso, no debería impedir que hubiera al mismo tiempo un sistema de supervisión de las prácticas financieras absolutamente estricto. Incluso, como ha ocurrido en Estados Unidos, la creación de una agencia específica del consumidor de servicios financieros. A medida que la financiarización de la economía se extiende es necesario insistir en estos dos vértices: alfabetización y elementos de juicio para que se pueda decidir libremente, y guardias de tráfico que vigilen la adecuación de las prácticas de los operadores financieras.

Emilio Ontiveros en una imagen de archivo de Ethic.

Cuando uno reflexiona sobre la crisis en España no puede dejar de pensar en la obsesión cultural que existe por la inversión inmobiliaria. ¿Cuáles son los principales vicios del ahorrador español?

Cuando uno analiza dónde destinan los españoles sus ahorros, vemos una proporción absolutamente mayoritaria de activos concretados en activos inmobiliarios.Aproximadamente un 80% de los ahorros de los españoles es primera y segunda vivienda. Y en principio eso ya viola una norma muy elemental, que es la de la diversificación, es decir, no poner siempre los huevos en la misma cesta. Pero ocurre, además, que la inversión mayoritaria en ese tipo de activos genera además otro tipo de consecuencias sobre la movilidad geográfica, sobre la libertad en última instancia de los ahorradores. Sería más que aconsejable que hubiera una distribución más cercana a lo que es el ahorro de esos países europeos con una mayor importancia de activos financieros adecuados al riesgo de cada ahorrador.

¿Podríamos decir que el ciudadano español tiene menos cultura financiera que los ciudadanos de los países de nuestro entorno?

Probablemente sí. Lo que ocurre es que desgraciadamente esa brecha se puede estar cerrando. Y digo desgraciadamente porque se está aplicando esa máxima española de la letra con sangre entra, es decir, los problemas que ha habido en la comercialización de algunos productos financieros están contribuyendo a que se preste más atención a los productos financieros. Pero es verdad que en general el consumidor, el ahorrador español, tiene un menor grado de educación financiera que el de otras sociedades avanzadas.

¿Ha vivido el español por encima de sus posibilidades, como tantas veces se ha dicho?

No, yo creo que no se puede acusar de vivir por encima de sus posibilidades a aquellos que se han endeudado para adquirir activos como la vivienda propia que casi forma parte, nos guste o no, de la esencia y la cultura de los españoles. Por otro lado, se han endeudado para adquirir vivienda que estaba impulsada, incentivada por razones fiscales. De alguna forma la decisión de adquisición de vivienda en la época expansiva formaba parte de la racionalidad. Debieron ser las autoridades las que graduaran esos estímulos.

Warren Buffet dijo que la única innovación financiera admisible es el cajero automático. Bajo el paraguas de la innovación se han introducido productos tóxicos en el mercado…

Sí, es verdad. Y sobre todo se han introducido y se han comercializado productos a quien no deberían comercializarse. Más allá de la ocurruencia y de la simplificación de Warren Buffet, yo sí creo que la innovación, también en finanzas, puede ser favorable, pero siempre y cuando, efectivamente, las técnicas y los productos financieros se adecúen a las necesidades de los usuarios. Lo que no se puede es circular productos financieros sofisticados más orientados a operadores profesionales y tratar de comercializarlos con usuarios más elementales.

En el mercado, hay productos financieros muy complejos, que muchas veces no entienden ni los gestores de los bancos ni los mismos supervisores. Para un ahorrador, la complejidad de un producto de inversión, ¿significa al final un mayor riesgo? ¿Debemos desconfiar de un producto cuando es complejo?

Sí, lo que no se entiende es riesgoso, como dirían los latinoamericanos. El principal factor de riesgo es el desconocimiento, la incultura. Y ante las dudas, hay que retirarse, rechazar la oferta. En ocasiones, la oferta de una mayor rentabilidad aparente asociada a la complejidad qué duda cabe que incorpora un mayor riesgo. El riesgo no se reduce si no es a costa de reducir la rentabilidad. Por tanto, cuando aumenta la rentabilidad de forma compleja muy probablemente están ocultando ese mayor riesgo.

En las últimas décadas, ¿se impulsó excesivamente el crédito al consumo frente a esta cultura que defiende la guía sobre ahorro inteligente y sensato?

Más que impulsar el crédito al consumo, lo que sí ocurrió en países como España es que en muy poco tiempo el precio del dinero, los tipos de interés experimentaron una caída muy significativa. Y eso hizo que hubiera un incentivo muy importante a no ahorrar y a endeudarse. Sí a eso le añadimos los estímulos y las políticas proactivas de los bancos podemos entender la escalada de endeudamiento privado sin precedentes en nuestra historia que se produjo en España.

No quería terminar sin preguntarle por la economía española. ¿Estamos ya, como defiende el Gobierno a pesar de las cifras de desempleo, en fase de recuperación?

Hemos abandonado claramente la recesión y el crecimiento está recuperándose. Pero ese crecimiento es muy tibio y es insuficiente. Es tibio porque es difícil que la economía española crezca muy por encima del 1% e insuficiente porque no será fácil que con crecimiento reducido descienda el desempleo y la deuda de las familias de forma significativa. Y el tercer rasgo de ese crecimiento es que es dependiente. Es dependiente en última instancia de lo que haga Europa, de sus políticas expansivas, o de que Alemania y otras economías más saneadas decidan estimular su demanda interna. Si no vencemos estos tres condicionantes la economía española puede crecer pero muy por debajo de su potencial. Y creciendo muy por debajo de su potencial no se reducen esos desequilibrios a los que antes nos referíamos.

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