Diversidad

La Fageda: a veces el mundo no está tan loco

«Hola, me llamo Cristóbal Colón. Dirijo un manicomio, con 14 enfermos mentales y hemos pensado montar una empresa en su pueblo».

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24
septiembre
2012

Eran principios de los años 80, en plena Transición, cuando el teléfono del entonces alcalde de Olot, en la zona volcánica de la Garrotxa, en el pirineo catalán, sonó a primera hora de la mañana. «Hola, me llamo Cristóbal Colón. Dirijo un manicomio, con 14 enfermos mentales y hemos pensado montar una empresa en su pueblo».

La conversación pudo resultar algo kakfiana, si tenemos en cuenta el nombre de este prestigioso psicólogo y lo peculiar de la aventura que quería emprender. 30 años más tarde, este proyecto, que fue bautizado como La Fageda, es un sueño hecho realidad: una sociedad con estatus de cooperativa integrada por 287 propietarios, de los cuales 157 tienen alguna discapacidad mental.

En los 80 España se sacudía el retraso de cuarenta años de franquismo. Los enfermos mentales estaban encerrados en los psiquiátricos, auténticos centros de internamiento, con celdas de castigo, patios cerrados, hacinamiento y miseria. Surgió entonces todo un movimiento médico y social que se rebela contra este estado de cosas. Entre las experiencias de aquellos años se encuentra La Fageda, que con los años y gracias a su excelente gestión se ha convertido en un caso de éxito estudiado por universidades y escuelas de negocio de todo el mundo.

«Decidí llevar a la práctica la idea que tanto tiempo daba vueltas en mi cabeza. Había llegado a la conclusión de que solamente se pueden crear puestos de trabajo reales en una empresa real. Estaba viendo la miseria y el sin sentido de cientos de personas confinadas en el manicomio. Y estaba imaginando que éramos capaces de crear una empresa donde poder trabajar y recuperar la dignidad perdida», explica Colón, que durante los 10 años previos a la fundación de La Fageda había trabajado intensamente en hospitales psiquiátricos con la intención de arrancar a estas personas de la pasividad y la monotonía del patio de manicomio.

Las actividades productivas de la cooperativa son eminentemente agrícolas y se desarrollan dentro del marco administrativo de un Centro Especial de Empleo: una granja de vacas para la producción de leche, la planta de elaboración de productos lácteos, una sección de jardinería, una actividad de horticultura y conservas y un taller de manualidades.

«El trabajo para una persona con discapacidad mental supone un cambio brutal. Pasan de estar en casa todo el día viendo la televisión, sin horarios ni responsabilidades, a levantarse por la mañana con esa ilusión que brinda saber que eres útil, que de ti depende que funcione la empresa y que tienes una responsabilidad y un rol dentro de la organización», señala Albert Riera, director de comunicación de La Fageda. Según nos explica, son muy ilustrativos los casos de enfermos con tendencias suicidas, que dejan de hacerse daño cuando empiezan a sentirse útiles.

Este año, la Fageda ha recibido el Premio Integra BBVA, que está dotado con 200.000 euros y cuyo objetivo es reconocer proyectos con un impacto social positivo en la integración de personas discapacitadas. El jurado de este premio, que ya celebra su cuarta edición, ha valorado además la excelencia empresarial y el respeto al medio ambiente. La Fageda ha sido muy bien gestionada pero el punto de partida era cuanto menos excepcional y durante los 10 primeros años todo fue muy difícil: «Surge como una empresa al revés. Ya estaban los empleados, que eran internos del psiquiátrico. Y a partir de ellos había que crear una compañía».

En La Fageda se desarrollan, además, distintas actividades asistenciales: un servicio de terapia ocupacional, pisos asistidos para los trabajadores y diferentes actividades de ocio, «que persiguen mejorar al máximo la calidad de vida de sus usuarios, personas con discapacidad intelectual y enfermedad mental crónica».

Para entender el impacto positivo que tiene un proyecto como la Fageda conviene repasar los datos del INE: la tasa de  desempleo entre las personas con enfermedad mental alcanza el 84% en España. Ni que decir tiene que nos encontramos ante uno de los colectivos más vulnerables a la hora de sortear los embistes de la crisis y el paro.

«¿Os está afectando la situación económica?», le preguntamos a Riera. «A la marca no, porque tiene notoriedad y buena reputación, y esto hace que sigamos vendiendo más cada año. Lo que sí que es verdad, es que en cosas colaterales como en jardinería, que a lo mejor representa un 5% de la facturación, han bajado mucho los pedidos de los ayuntamientos. Además, como la Generalitat no hace sus pagos como tendría que hacerlos por ley, pues resultan deudas grandes que te afectan. El núcleo es fuerte y estamos saneados, pero desde hace un par de años tenemos una gestión muy prudente en cuanto a inversiones».

Aunque cree que en los últimos años ha aumentado la sensibilidad en torno a la integración de personas discapacitadas en España, Riera defiende que hay que pasar de la superficie al fondo porque, a su juicio, esta evolución ha sido sobre todo estética. «Es que somos muy egoístas. Existen empresas que aún emplean estas personas para conseguir un efecto ficus».

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