Innovación

¿Cuándo dimos el salto hacia la arquitectura insostenible?

Reyner Banham distingue dos tipos de culturas, que se diferencian por su actitud ante un tronco de árbol: una construye con él un muro aislante, la otra simplemente lo quema.

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11
noviembre
2011

Me gustaría comenzar esta reflexión con una idea de Reyner Banham. Para él existen dos tipos de culturas, que se diferencian por su actitud ante un tronco de árbol: una construye con él un muro aislante, la otra simplemente lo quema.

Con la vista puesta en los comienzos de nuestra historia, parece que comenzamos por lo primero: las sociedades primitivas eran sostenibles o sencillamente no eran. Esto es espacialmente evidente en la arquitectura tribal, donde la unidad de habitación, la cabaña, se genera siempre a partir de sistemas de mínimo consumo energético tanto en su forma, adaptada al clima, como en su sistema constructivo, convirtiéndose en la más clara expresión del control de los recursos.

Más tarde se produce una evolución hacia sistemas constructivos más masivos, donde el espesor del muro no se dimensiona sólo en función de su comportamiento mecánico, sino también higrotérmico. La Arquitectura camina por el sendero de la tradición, evolucionando lentamente por el viejo sistema de prueba y error con una coherencia tal que es capaz de incorporar el nacimiento de las ciudades en la Edad Media o los ensanches del XIX dentro de una estrategia medioambiental, que cada vez se va haciendo más compleja.

El despegue técnico que trae consigo la revolución industrial interrumpe este lento caminar provocando cambios profundos cuyas consecuencias fueron difíciles de prever y que a la postre han alumbrado una manera nueva de entender la construcción. Se incorporan los nuevos materiales, los muros pierden su masividad y los huecos se agrandan hasta ocupar toda la fachada con superficies acristaladas…

En general, el Movimiento Moderno, en sus comienzos, fue plenamente consciente de que había que encontrar una nueva estrategia de diseño energético, acorde con la nueva forma de construir. Los CIAM, en particular, pusieron todo su empeño en la definición del edificio en términos estrictamente científicos.

Pero la arquitectura no puede entenderse únicamente en términos “arquitectónicos” del mismo modo que no sería justo juzgar el Movimiento Moderno sin considerar la devastación provocada en Europa por las dos Guerras Mundiales y la ingente tarea de reconstrucción que era necesario llevar a cabo. Un credo como el propugnado por las soluciones racionalistas se adapta plenamente a esta tarea.

El nuevo sistema constructivo no tiene tiempo de plantear una nueva estrategia energética que sustituya la tradicional, y se opta por el recurso más socorrido de la producción excesiva de energía. El drástico cambio que introdujeron las nuevas tipologías, los nuevos materiales y los nuevos sistemas técnicos e industriales no han podido ser controlados y la Arquitectura ante este desafío ha optado por quemar el tronco, y el conjunto de conocimientos y tradiciones encargados del diseño de eficiencia energética han caído en el olvido.

Si, como pensamos, la Arquitectura no es un hecho aislado, sino que está plenamente condicionada por la antropología, quizá sea lícito preguntarse hacia dónde camina la sociedad para conocer cuál sea la Arquitectura que viene. Probablemente y, como casi siempre, la respuesta está en la pregunta…

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