CUIDADO DE LA PIEL
La burbuja del skincare
La influencia de las redes sociales, el auge de los filtros de belleza y la continua presencia de cánones estéticos imposibles están alimentando una burbuja que puede tener consecuencias negativas para la piel y para la salud mental.
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Si hace unos años una rutina diaria de cuidado de la piel se limitaba a limpiar e hidratar, hoy el skincare se ha convertido en un largo ritual de belleza diario que incluye sérums, ácidos, exfoliantes, cremas antiarrugas y un sinfín de productos que prometen una piel libre de imperfecciones. Diferentes estudios muestran un importante crecimiento del sector en los últimos años y se espera que el mercado siga esta progresión. Según la consultora McKinsey, las ventas minoristas del mercado global de la belleza alcanzaron los 446.000 millones de dólares en 2023, un aumento del 10% respecto a 2022. Se espera que este sector, que incluye el cuidado de la piel, las fragancias, el maquillaje y el cuidado del cabello, alcance los 590.000 millones de dólares en 2028, con un crecimiento del 6% al año.
Este auge llega acompañado de nuevas modas en redes sociales. Por un lado, el aumento del uso de filtros está alimentando la ilusión de tener un rostro irreal: ni arrugas, ni poros, ni ojeras. Por otro, los vídeos que nos animan a seguir rutinas milagrosas cada día están incentivando el uso de todo tipo de productos y creando nuevos nichos de mercado, incluso entre niñas y niños.
Cada vez más jóvenes
En España, la mayoría de pacientes de cirugía estética siguen siendo mujeres de 35 a 54 años, pero, según los datos del último informe de la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME), el perfil de pacientes se ha ampliado y ha experimentado un aumento del 14 al 20% entre las personas de 16 a 25 años. El informe también destaca que el 50% de la población española se ha realizado un tratamiento de medicina estética y que el 69% de pacientes son mujeres. Muchos de los tratamientos más populares tienen en común su efecto rejuvenecedor, lo que refleja la creciente demanda de técnicas para mejorar la calidad de la piel y combatir los signos del envejecimiento. Según la SEME, los cinco tratamientos de medicina estética más demandados en España en 2023 fueron la luz pulsada intensa, los rellenos con ácido hialurónico, la mesoterapia, el plasma rico en plaquetas (o bioestimulación para regenerar tejidos) y la toxina botulínica.
El porcentaje de pacientes de medicina estética de 16 a 25 años ha pasado del 14% al 20%
Más allá de los productos y modas, el auge del skincare y la medicina estética revela una cuestión de fondo: envejecer da miedo. En una sociedad donde la juventud está idealizada y la vejez cargada de connotaciones negativas: ¿quién quiere hacerse mayor o parecerlo? Compramos cosméticos antiarrugas que prometen eliminar los signos del paso del tiempo y que forman parte de líneas de productos con la etiqueta «antiedad» o «antienvejecimiento», como si cumplir años fuera algo malo. Si bien se ha empezado a cambiar el término antiaging por wellaging (envejecer bien), en el fondo, es lo mismo: parecer que somos más jóvenes de lo que somos y aferrarnos a la idea de la eterna juventud.
Aunque esto no es algo nuevo, resulta llamativo el hecho de que adolescentes que no han llegado a la mayoría de edad se preocupen por sus arrugas o por sus líneas de expresión. El auge de las redes sociales, el impacto de influencers y celebridades han convertido el skincare en un fenómeno de masas y están afectando, incluso a niñas y niños, creando lo que ya se conoce como Sephora Kids. Profesionales de diferentes ámbitos están alertando de los peligros de estas tendencias y del consumo de contenidos en los que se promocionan artículos de belleza que no necesitan y que pueden perjudiciales para su edad. Por ejemplo, durante la adolescencia y en pieles con tendencia al acné, lo aconsejable es utilizar lo mínimo: lavarse la cara y utilizar protector solar.
Los peligros de este consumo excesivo de cosméticos no se limitan a la piel. La necesidad de encajar en unos cánones de belleza puede tener un fuerte impacto en el desarrollo personal, social y emocional de jóvenes y adolescentes. Algo que también se relaciona con la cosmeticorexia, un término que hace referencia a la preocupación excesiva por mejorar la apariencia física a través de los cosméticos y que puede generar una dependencia que afecta la autoestima y el bienestar emocional. Cuidar de nuestro cuerpo y de nuestra piel debería hacernos sentir bien, pero cuando se convierte en una exigencia o una obsesión, lo que parecía un ritual de autocuidado puede terminar teniendo el efecto contrario.
Menos es más
Cuidar la piel es importante en cualquier etapa de la vida, pero debemos utilizar productos adecuados para no eliminar la barrera cutánea. Las rutinas de belleza excesivas pueden ser contraproducentes y provocar problemas en la piel, como irritaciones, dermatitis, manchas, alergias o, incluso, quemaduras. Además, en un entorno en el que existen multitud de productos que prometen resultados inmediatos, no contar con la información o supervisión adecuada puede tener consecuencias negativas.
Por eso, frente a este boom de cosméticos también están apareciendo nuevas tendencias que apuestan por reducir la rutina de cuidado de la piel a lo esencial. Es decir, el llamado skin streaming o skinimalism, que consiste en aplicar limpiador y protector solar por la mañana y limpiador e hidratante por la noche e incluir algún tratamiento específico (si es que lo necesitamos). Además de ser más sostenible y de ahorrarnos tiempo y dinero en productos de dudosa eficacia, optar por un cuidado minimalista permite identificar qué tratamientos realmente funcionan y reduce la posibilidad de generar irritaciones o daños en la piel.
Encontrar un equilibrio es clave: entender qué necesita realmente nuestra piel, evitar el exceso de productos innecesarios e intentar evitar que los cánones estéticos dicten nuestro bienestar. Aunque esto último no es fácil. Cambiar nuestra propia percepción de la vejez y del envejecimiento requiere un cambio de perspectiva, pero también puede ayudarnos a vivir mejor. Al final, el mejor skincare no es el que promete la juventud eterna, sino aquel que nos permite sentirnos bien en nuestra propia piel en cualquier etapa de la vida.
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