Por un futuro sin fecha de caducidad
En una cara de la moneda, vemos que una de cada nueve personas se va a dormir todos los días con hambre. En la otra cara de esa misma moneda vemos, con cierto estupor, que cada año se tiran a la basura más de 900 toneladas de alimentos. Este desperdicio impacta en la salud del planeta e intensifica y agrava el cambio climático.

La agenda 2030 de las Naciones Unidas se ha marcado el objetivo de reducir al 50% el desperdicio de alimentos en el año 2030. Bajo esta premisa y convencidos de que 'Algo tiene que cambiar', la revista 'Ethic' y Danone reúnen a un grupo de diez expertos con capacidad para cambiar las cosas en el debate 'Por un futuro sin fecha de caducidad' con el objetivo de reflexionar sobre cómo disminuir el desperdicio alimentario para alcanzar un futuro más saludable, sostenible e inclusivo.
  • José Miguel Herrero
  • Aitor Sánchez
  • Nerea Basterra
  • Borja Lafuente
  • Enrique García
  • Helena Calvo
  • Vicente Domingo
  • Cristina Monge
  • Maria Quintín
  • Benjamín Sierra
José Miguel Herrero l Director general de Industria Alimentaria

Cómo acabar con el desperdicio alimentario

José Miguel Herrero l Director general de Industria Alimentaria

«Necesitamos cambiar nuestra manera de pensar y de actuar para conseguir personas mejor (y más) alimentadas»

El confinamiento nos hizo reencontrarnos con la gastronomía. Desempolvamos los recetarios y cocinamos para nuestros seres queridos. La vida giró en torno a los viajes a los supermercados, que nos permitieron apreciar en las frutas y las verduras esos pequeños cambios en texturas y colores avisando de la llegada de una nueva estación. Poco a poco, los alimentos recuperaron ese valor que habían perdido en esta sociedad de bonanza y consumo rápido, del ‘lo quiero, lo tengo’. Ese es el elemento fundamental que necesitamos tener en cuenta para redirigir el desperdicio alimentario hasta su final: cambiar nuestra forma de pensar y actuar frente a los alimentos para conseguir una cadena de producción eficiente y, en consecuencia, personas mejor (y más) alimentadas.

Que en los hogares españoles se desechen 26 millones de kilos de comida a la semana es un problema. Que los más jóvenes -según nuestros estudios- sean los que menos valoran los alimentos, también es un problema. Tenemos que ser el país que mejor aproveche los alimentos y necesitamos mirar a la generación más joven, la que heredará nuestro planeta, para conseguir que el valor de los alimentos cristalice del todo. Por eso, estamos trabajando para que, antes de que acabe el año, llegue a España la primera ley contra la prevención del desperdicio y las pérdidas alimentarias capaz de establecer obligaciones a cada eslabón de la cadena de producción (desde proveedores a la restauración) para que, entre todos, alcancemos una generación más eficiente de los productos.

Aitor Sánchez l Dietista-nutricionista y tecnólogo alimentario

La dieta que tu salud (y el planeta) necesita

Aitor Sánchez l Dietista-nutricionista y tecnólogo alimentario

«Los millennials son la primera generación que ha dejado de lado sus privilegios para promover el consumo responsable basado en el bienestar animal»

Creo que es importante añadir una nueva lectura al desperdicio alimentario: la antiespecista. No podemos olvidar que, entre todos los alimentos que tiramos, hay muchas vidas de animales que han sido desperdiciadas para nada. Ciento de miles de seres vivos –pollos, cerdos, vacas– sacrificados para alimentar a alguien y que se han perdido por el camino sin llegar a la boca de nadie. En este nuevo reto, nos preocupamos por buscar fuentes proteicas sostenibles, investigamos alternativas exóticas –como el consumo de insectos– cuando la solución la encontramos en transformar nuestro sistema alimentario y centrarlo en opciones más eficientes, como las legumbres.

Este es un verdadero reto para la sociedad. Desde la salud pública siempre animamos a consumir alimentos frescos, que a la vez son los más desperdiciados. Necesitamos un multilateralismo que dé acceso equitativo a estos alimentos frescos y que, a la vez, dé en la clave para evitar que se desechen sin ser consumidos. Si no, vamos a tener alimentos superfluos, muy duraderos, nada convergentes con la salud. Aquí, precisamente, rompo una lanza por los millennials, porque se habla mucho de que es una población que no piensa en el medio ambiente, pero nunca una generación con tantos privilegios ha querido dejarlos de lado para construir una conducta hacia el consumo responsable basada en el bienestar animal. Eso es algo que hay que poner sobre la mesa.

Nerea Basterra l Responsable del Área de Sector Privado en Oxfam Intermón

La cadena alimentaria y su papel en la reducción de las desigualdades

Nerea Basterra l Responsable del Área de Sector Privado en Oxfam Intermón

«Podemos y debemos erradicar el sufrimiento alimentario. Nos va la vida y la salud en ello»

Cuando hablamos de una alimentación saludable y sostenible tenemos que preguntarnos obligatoriamente para quiénes. A pesar de que las decisiones que tomamos en torno a nuestra alimentación –qué comprar, qué comer– tienen un impacto sobre el conjunto de nuestro ecosistema, lo cierto es que, a la hora de pensar en una alimentación sostenible, solo imaginamos al consumidor y el medio ambiente olvidando a todas esas personas que participan de la industria agroalimentaria y que pasan hambre como consecuencia de las condiciones laborales injustas (especialmente las mujeres, que suelen estar en los puestos más precarios). Trabajan para producir comida, pero no tienen la capacidad para cubrir sus propias necesidades alimentarias.

La seguridad alimentaria tiene un impacto tremendo en la calidad de vida de millones de personas y el sufrimiento no debería ser un ingrediente de nuestros platos. ¿Por dónde empezamos a solucionarlo? En primer lugar, trabajando con las empresas de la cadena de valor para proponer cambios en sus prácticas que sean capaces de garantizar los derechos humanos. Los consumidores tenemos la capacidad de impulsar esta demanda, haciendo entender a las grandes compañías –a través de las peticiones de los colectivos de trabajadores y trabajadoras– que nos importa en qué condiciones se producen esos alimentos y el impacto que tienen sobre el planeta y las personas implicadas. Podemos y debemos erradicar el sufrimiento alimentario. Nos va la vida y la salud en ello.

Borja Lafuente l Head of Sustanability en Danone

El sector privado, un motor de cambio para luchar contra las desigualdades

Borja Lafuente l Head of Sustanability en Danone

«Más allá de cambiar una etiqueta, trabajamos contra el desperdicio alimentario porque es una cuestión de justicia social y ambiental»

Muchas veces me acuerdo de cuando nuestras abuelas le daban un beso al pan duro antes de tirarlo a la basura. Con esa muestra de cariño, ponían de manifiesto ese respeto que había por la comida y por quienes no tenían acceso a ella. Y es que el desperdicio alimentario es una cuestión de justicia: un país no puede tener el doble de la comida que necesita y estar quitándosela a gente que no tiene nada que llevarse a la boca. La covid-19 nos ha enseñado, precisamente, que la sostenibilidad tiene que ser nuestro motor de resiliencia de cara a luchar contra todas las injusticias, incluida la alimentaria. A veces, simplemente necesitamos que nos abran los ojos, que un impacto de este calibre ponga en relevancia las tareas que las empresas tenemos por delante.

Sin embargo, trabajar contra el desperdicio alimentario desde una gran compañía alimentaria no es solo cuestión de quitar una etiqueta. Necesita de alianzas, de repriorizar las urgencias a través de la colaboración. De la agilidad y rigurosidad, sin poner en peligro la calidad alimentaria. Como compañía B Corp, el desperdicio alimentario se ha convertido en nuestra lucha fundamental y nos ha animado a dar un primer (gran) paso: cambiar la fecha de caducidad de nuestros productos por una fecha de consumo preferente para conseguir un mejor aprovechamiento del producto y una mayor flexibilidad a la hora de planificar en los hogares. Este es, tan solo, uno de los tantos cambios que nos quedan por hacer en este Danone de 2021 que nada tiene que ver con el del año pasado. Retos reales para la urgente tarea de dignificar la comida.

Enrique García l Portavoz de OCU

La transparencia, una herramienta fundamental para empoderar al consumidor y acabar con el desperdicio de alimentos

Enrique García l Portavoz de OCU

«Los consumidores tienen la voluntad de luchar contra el desperdicio pero necesitan que les dotemos de herramientas para hacerlo»

El confinamiento ha cambiado, sin duda, nuestros hábitos como consumidores: si antes tres de cada diez personas no tiraban nada o casi nada de alimentos, ahora son siete de cada diez. Este panorama –quizá una de las pocas consecuencias buenas que nos ha traído el virus– demuestra que cada vez hay una mayor concienciación de los consumidores de cara a evitar el desperdicio alimentario y cuidar el medio ambiente. Ahora, la responsabilidad de instituciones y empresas es dotarlos de las herramientas necesarias para que puedan llevar a cabo su lucha. Tienen la voluntad, pero necesitan la forma para hacerlo.

¿Cómo? Creando esa ley que prevenga el desperdicio alimentario y regule claramente los alimentos necesarios para evitar determinadas prácticas, estableciendo criterios científicos para aplicar la fecha de caducidad con una mera base empírica y no comercial. Es importante que todo esto se unifique para no confundir al consumidor. Después, hay otras iniciativas que también pueden resultar muy positivas como facilitar la venta de productos estéticamente poco atractivos a través de descuentos, generar más opciones de alimentos en el mercado, reducir precios para vender productos cercanos a su fecha de caducidad y facilitar tecnología para frenar el desperdicio alimentario.

Helena Calvo l Responsable de concienciación de Too Good to Go

Sostenibilidad como fuente de oportunidades

Helena Calvo l Responsable de concienciación de Too Good to Go

«Los 'millennials' son la única generación que establece ese vínculo entre el desperdicio alimentario y el impacto medioambiental»

Sería muy inocente pensar que una sola fuerza puede solucionar un reto como el desperdicio alimentario. Los grandes problemas necesitan de grandes cambios, y terminar con uno de esta envergadura implica llevar a cabo mejoras a todos los niveles. Too Good to Go nació, precisamente, para empoderar e involucrar a todos los componentes de la cadena y salvar a toneladas de alimentos de un final en el vertedero. Hemos llegado en la cresta de la ola, con una ciudadanía cada vez más sensibilizada con los problemas sociales y medioambientales y una tendencia a hacer las cosas de forma distinta.

De hecho, el año pasado llevamos a cabo un estudio sobre la población y descubrimos que los jóvenes no solo están tremendamente sensibilizados con el desperdicio sino que, además, los millennials son el único grupo de edad capaz de establecer ese vínculo entre desperdicio alimentario e impacto medioambiental. Quizá las generaciones previas hablaban de la moral que rodeaba a los alimentos, pero las actuales las empiezan a ver el desperdicio desde muchos más ángulos, convirtiendo la sostenibilidad en una fuente de oportunidades y encarrilando soluciones efectivas que se acercan a un planeta sin desperdicio, con un futuro compartido.

Vicente Domingo l Director del CEMAS (Centro Mundial de Valencia para la Alimentación Urbana Sostenible)

El reto de alimentarnos en el siglo XXI

Vicente Domingo l Director del CEMAS (Centro Mundial de Valencia para la Alimentación Urbana Sostenible)

«La alimentación y el crecimiento, sí o sí, deben ir vinculados a la dignidad»

Ya no podemos contaminar más el mar. Ya no podemos robar los recursos en la otra punta del mundo. Necesitamos un replanteamiento, hacer algo tremendamente humano: pararnos, ver cómo hemos llegado hasta aquí y comprobar que ya no hay tierra incógnita por descubrir. Cuando analizamos el ejercicio diario de alimentar a millones de personas en el mundo nos damos cuenta de que hablar de alimentación ya no es solo hablar de nutrición, sino que implica tratar cientos de parcelas de conocimiento –desde la biología hasta el derecho– que convergen en un espacio común de responsabilidad.

Esa es la clave: el multilateralismo, una llamada de acción a todos los agentes de la sociedad, desde familias hasta administraciones, que componen el vivir (o el malvivir) de las personas. La alimentación y el crecimiento, sí o sí, deben ir vinculados a la dignidad. De quien lo consume, pero también de quien lo produce, lo transforma y lo asume. La gran luz al final del túnel tiene forma de dignidad. Nada puede crecer si no se considera el sentido de la dignidad. Gestionar el alimento y revalorizar su concepto es la salida que tenemos, la salida de los ganadores. Si no se sale así, no habrá espacio humano en el que desarrollarse.

Cristina Monge l Politóloga y asesora de Ecodes

El desafío climático y la seguridad alimentaria

Cristina Monge l Politóloga y asesora de Ecodes

«Los países menos responsables del cambio climático son los más vulnerables a sus efectos»

Seguridad alimentaria. Cambio climático. Dos elementos que no siempre se entienden de forma conjunta pero que, en realidad, están intrínsecamente relacionados. Hace ya tiempo que se viene observando cómo la seguridad alimentaria tiene que ver con los fenómenos meteorológicos extremos –sequías, tormentas, inundaciones–, por lo que hablar hoy de seguridad alimentaria es hablar del cambio climático y sus efectos sobre el territorio. Tenemos un dato que no puede reflejarlo mejor: en 2017, 124 millones de personas de 51 países diferentes se vieron afectadas por algún tipo de problema relativo a la seguridad alimentaria y, en 34 de ellos, el factor determinante fue el cambio climático.

Nos enfrentamos así a una doble injusticia: aquellos países del planeta que son menos responsables del cambio climático terminan siendo los más vulnerables a sus efectos porque tienen menos capacidad para afrontarlo. En consecuencia, aparecen, de manera inevitable, los fenómenos migratorios –hoy el cambio climático es la primera causa del mundo en migraciones– como un compendio de motivos bajo los que subyace la escasez de alimentos y de agua. Hablar hoy de seguridad alimentaria es hablar de uno de los principales desafíos que tenemos como humanidad. Uno que necesitamos abordar con acciones conjuntas.

Maria Quintin l Directora de RSC y sostenibilidad en Carrefour

El consumo activista como palanca de transformación

Maria Quintin l Directora de RSC y sostenibilidad en Carrefour

«Los clientes nos pidieron trabajar para eliminar el desperdicio diario y les escuchamos»

La distribución tiene un papel primordial en el modelo de consumo responsable. Cada vez más compañías trabajamos por proyectos que equilibren el ámbito medioambiental, económico y social. Nuestros clientes quieren consumir productos más saludables, nos piden información y estándares de calidad más impecables, y por eso consideramos esencial que compañías y clientes trabajen de la mano para no dejar de lado ni el medio ambiente, ni la seguridad alimentaria. Desde hace unos años tenemos como objetivo liderar la transición alimentaria para todos, con un programa de iniciativas basado en cuatro pilares: productos locales frescos a diario, kilómetro cero, la democratización de alimentos a través de nuestra marca propia y el compromiso con el medio ambiente.

El año pasado los clientes nos pidieron trabajar para eliminar el desperdicio diario y les escuchamos. Cambiamos la fecha de consumo preferente en casi 1.000 productos, instalamos las neveras del 50% donde se pueden adquirir productos próximos a su fecha de caducidad por un menor precio, y pusimos packs de fruta a la venta por un precio único. También optamos por la cocina de aprovechamiento, elaborando productos a partir de las verduras menos visualmente atractivas, tostando el pan sobrante de cada día, comprando en plena pandemia el excedente de productos a un grupo de agricultores y fabricando gelatinas de distintos sabores… Nos encanta el compromiso que tenemos con nuestros clientes, uno que se extrapola al de todos: conseguir terminar con el desperdicio alimentario.

Benjamín Sierra l Profesor titular de la UAM en la Facultad de Psicología

Los ciudadanos, en nuestro día a día, somos la clave para luchar contra la crisis climática y la desigualdad

Benjamín Sierra l Profesor titular de la UAM en la Facultad de Psicología

«Si resolvemos el desperdicio alimentario a nivel personal, estaremos solucionando problemas a nivel global»

Tenemos que cambiar nuestra forma de actuar como consumidores. Somos una de las palancas más nucleares a la hora de conseguir minimizar el desperdicio alimentario. Pero, si queremos hacerlo, es condición esencial cambiar los hábitos de consumo. Pero, al igual que hacer dieta o dejar de fumar, transformar nuestros patrones de consumo hacia unos mejores es muy complicado. Cada conducta es única, tiene su propio escenario y sus propios factores. Solemos dejarnos llevar por la vista, la marca, el lugar de la venta o la fecha de caducidad en lugar de tener en cuenta las características nutricionales o el beneficio que pueden aportarnos.

¿Qué podemos hacer? En primer lugar, detectar esos patrones, porque el desperdicio comienza desde el momento en el que se compra el producto hasta el momento en el que lo consumimos. En segundo lugar, tenemos que encontrar los factores que condicionan nuestras conductas de consumo para poder transformarlas desde la base, ya que esto exige un alto esfuerzo psicológico que va más allá de un simple cambio de actitud. En lugar de motivar a luchar contra contra el desperdicio aludiendo a la actitud de nuestros mayores –que no desperdiciaban por pura necesidad–, necesitamos enfocar esa comunicación a través de herramientas que subrayen las consecuencias que se generan, como el agotamiento de recursos o el cambio climático, haciendo entender a la ciudadanía que, si resuelve el desaprovechamiento a nivel personal, estará solucionando muchos otros problemas a nivel global.

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