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La agenda ESG en Europa frente al terremoto Trump

ETHIC / La agenda ESG en Europa frente al terremoto Trump
El retorno del escepticismo climático personificado por el nuevo inquilino de la Casa Blanca ha traído zozobra a los mercados financieros sostenibles. Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, Europa trata de resistir con medidas orientadas a simplificar la profusa normativa que rige las inversiones responsables.

Desde que en el año 2004 el informe Who Cares Wins consolidó el concepto ESG, las llamadas inversiones sostenibles no han dejado de crecer en popularidad, robustez y rentabilidad. Una tendencia que ahora se ve amenazada por la vuelta de un Donald Trump más agresivo e impredecible a la Casa Blanca.

Las señales de alarma saltaron incluso antes de que ganara el magnate. En 2024, varios estados republicanos interpusieron una demanda contra BlackRock y otras grandes firmas de inversión por lo que ellos consideraban un incumplimiento a las leyes de la competencia, un tótem intocable en la arraigada cultura capitalista estadounidense. ¿Su supuesto delito? Dejar fuera de las opciones de inversión a sectores contaminantes o éticamente discutibles, pero de alta rentabilidad, como el petróleo o la industria armamentística, por no ajustarse a los criterios ESG.

La acusación, explica Alberto Andreu, director ejecutivo del Master de Sostenibilidad de la Universidad de Navarra, en realidad era doble. «Por un lado, los fiscales acusaban a las sociedades de inversión de actuar en bloque y siguiendo idénticos criterios (ESG), lo que, según ellos, las convertía de facto en poco menos que un cártel criminal. Por otro, les recriminaban incumplir sus obligaciones fiduciarias hacia los inversores, entre las cuales está la de presentarles todas las mejores opciones para invertir».  

Para Alberto Andreu el abandono de las agrupaciones responde más a «una medida defensiva de estas firmas frente a posibles demandas» que a un cambio radical de criterio

Este movimiento legislativo anti-ESG fue el anticipo de las futuras órdenes ejecutivas del ya presidente Trump para impulsar la industria petrolera en Estados Unidos. Y ha tenido efectos casi instantáneos. BlackRock, Vanguard y otros destacados actores de la inversión sostenible han abandonado la Zero Asset Management Initiative, la agrupación que defiende el modelo inversionista ESG. Y lo mismo ha sucedido con los grandes bancos, JPMorgan Chase, Goldman Sachs y Morgan Stanley a la cabeza, con su equivalente sectorial, la Net Zero Banking Alliance.

Estas sonadas deserciones han supuesto todo un mazazo para la comunidad ESG, y el gran miedo que flota en el ambiente es que pueda producirse un efecto contagio que salpique al resto del mundo y, en particular, a Europa. En opinión de Andreu, sin embargo, a pesar del ruido generado, el hecho de abandonar las agrupaciones responde más a «una medida defensiva de estas firmas frente a posibles demandas» que a un cambio radical y repentino de criterio. 

En todo caso, la victoria de Trump parece devolver a los focos el escepticismo climático de hace unos años, algo que, como se está viendo, tiene consecuencias en la economía. El Observatorio Español de la Financiación Sostenible (OFISO) admite la existencia de un cierto clima de opinión «crítico o de reserva» frente a los criterios y los compromisos climáticos y los criterios ESG. «Determinados focos empresariales, políticos o sociales estadounidenses consideran que el proceso de descarbonización de la economía y de la empresa conlleva una merma de la rentabilidad y supone un lastre por las exigencias regulatorias que están impulsando los gobiernos, que obligan a destinar a su cumplimiento un gran volumen de recursos humanos y técnicos», argumentan fuentes del organismo. 

La respuesta europea

Con el 84% de los activos en el mercado de fondos ESG, Europa es el gran reducto de las inversiones sostenibles mundiales. Sin embargo, también está notando los efectos de tener el viento en contra. Un dato: durante el tercer trimestre de 2024 estos fondos generaron 10.300 millones de dólares, 700 millones menos que los registrados en el trimestre anterior. 

El exceso de regulación que aqueja al Viejo Continente, y que desde hace años vienen denunciando las empresas como un factor que lastra su competitividad, podría estar detrás de esta caída.

«La profusa regulación de las finanzas sostenibles y responsables que rige en Europa ha mostrado las debilidades del enfoque, unas debilidades que se están tratando de evitar en otras regiones del mundo», apunta Ophelie Mortier, directora de Inversión Sostenible de DPAM. Y lo ilustra con un ejemplo: «Mientras que Europa sigue apostando por la obligatoriedad de divulgación de la información climática, Estados Unidos se mantiene tibio en relación a las normas sobre la materia de la Comisión de Bolsa y Valores (SEC)».

Ophelie Mortier: «Mientras que Europa sigue apostando por la obligatoriedad de divulgación de la información climática, Estados Unidos se mantiene tibio en relación a las normas sobre la materia de la Comisión de Bolsa y Valores (SEC)»

La nueva Comisión Europea de Ursula Von der Leyen está tratando de atajar esos atascos burocráticos y administrativos con medidas como el proyecto Ómnibus, que busca simplificar los requisitos de información climática recogidos en la Directiva sobre información corporativa en materia de sostenibilidad (CSRD), la Directiva sobre diligencia debida de las empresas en sostenibilidad (CSDDD) o en la propia Taxonomía. Y lo hace bajo una premisa clara: recuperar la competitividad europea, siguiendo la estela del Informe Draghi

¿Serán estas medidas antídoto suficiente frente al efecto Trump? Para Ophelie Mortier, aunque es difícil predecir el rendimiento de los fondos sostenibles en Europa, sí «cabe esperar un punto de inflexión en relación a las políticas medioambientales y sociales hacia la priorización de la competitividad, la simplificación y el crecimiento verde». Por su parte, desde OFISO ven factible que, después de años de crecimiento intenso, se produzca a corto plazo algún declive en los flujos de entrada en fondos ESG. Aun así, se muestran confiados respecto al futuro ya que «no se ha observado ninguna señal de cambio de estrategia por parte de los gestores europeos».

65.705

millones de euros en finanzas sostenibles
en España en 2024

8

más inversiones verdes
que el año anterior

Curiosamente, en medio de la incertidumbre que sobrevuela el continente, España resiste. Según el Informe Anual OFISO 2025, la financiación sostenible siguió creciendo en nuestro país durante 2024 con un volumen total de 65.705 millones de euros, lo que representa un incremento del 8% respecto al año anterior. Unos datos más favorables que en otras regiones continentales y que, según fuentes del organismo, son indicativos de que «en un entorno de dudas y titubeos, España puede sacar partido a su apuesta ESG».

¿Y la rentabilidad?

Cuando se trata de inversiones, la rentabilidad suele ser la vara. Desde OFISO recuerdan, no obstante, que la rentabilidad inmediata no es el único factor que debe considerarse a la hora de tomar decisiones de inversión respecto a activos o fondos sostenibles. «También hay que considerar su rentabilidad a medio y largo plazo, ya que en el futuro la valoración de los activos, sean del tipo que sean (financieros, industriales, inmobiliarios, etc.), tendrá muy en cuenta su calificación en materia de sostenibilidad y ESG, y serán objeto de apreciación o penalizaciones en función de ello», advierten. 

En todo caso, las posibles dudas que puedan asaltar a los inversores en cuanto a la rentabilidad de los productos ESG se disipan cuando se baja al terreno puramente ambiental.

«La conciencia ciudadana sobre la necesidad de luchar contra el cambio climático se ha extendido de tal forma que ha crecido notablemente el número de consumidores que hoy prefieren optar por productos de consumo y financieros etiquetados como sostenibles», aseguran desde OFISO. 

En la misma línea, Ophelie Mortier destaca el hecho de unos datos medioambientales «cada vez más precisos, disponibles y recurrentes», y de unas empresas «que abordan cada vez mejor las cuestiones relacionadas con la transición climática». Bajo esas premisas, el reto consistirá, concluye, «en analizar e integrar estos planes de transición climática en las valoraciones de las empresas». Y en este entorno «particularmente incierto y volátil» será más importante que nunca «centrarse en la materialidad de las cuestiones ESG, manteniendo nuestras convicciones de inversión y nuestra búsqueda de un rendimiento sostenible».