ENTREVISTAS
«Más que una economía de mercado, tenemos una economía de casino»
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COLABORA2022
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Noam Chomsky (Estados Unidos, 1928) es uno de los pensadores más populares e irreverentes del mundo. A sus noventa y tres años, sigue cultivando su pedigrí de antisistema y se mantiene en forma: consulta la prensa cada mañana y atiende a periodistas y estudiantes de todo el mundo mientras el buzón de su casa de Arizona se colapsa con nuevas solicitudes. Recibe a Ethic cuando ya han pasado 200 días desde que la Rusia de Putin emprendiera una devastadora guerra contra Ucrania.
Desde el comienzo de la invasión rusa, Occidente ha dotado de armas a Ucrania y ha emprendido severas sanciones económicas. ¿Qué puede hacer ahora?
La respuesta de Occidente ha consistido en lidiar con la guerra militarmente, olvidándose de la otra dimensión: la diplomacia. Una guerra termina ya sea por resolución diplomática o por la capitulación. La resolución diplomática implica que ambas partes estarán dispuestas a poner fin a la guerra, aunque ninguna de ellas obtenga lo que quería.
¿Qué condiciones debería incluir un supuesto acuerdo de paz entre Ucrania y Rusia?
Fundamentalmente dos condiciones. La primera es la declaración de Ucrania como un país neutral. Esto significa que no podría formar parte de la OTAN, hecho que a Rusia le inquieta y que ha constituido uno de los motivos aparentes de la invasión. En segundo lugar, se debería celebrar un referéndum supervisado por la comunidad internacional en el que se establezca la soberanía de las repúblicas del Donbás. Quedaría excluido del tratado el asunto de Crimea. Este debería ser abordado en el futuro, una vez la situación se haya apaciguado.
«Un país que está bajo ataque tiene derecho a recibir armas para defenderse»
¿Qué opina sobre el suministro de armamentos a Ucrania?
Un país que está bajo ataque tiene derecho a recibir armas para defenderse. Ahora bien, el envío debe calibrarse cuidadosamente. Se debe enviar aquellas armas destinadas a la defensa y no aquellas que intensifiquen la situación y ter- minen por dañar a Ucrania y, lo que es más probable, conducir a una tercera guerra mundial. Pero reitero que eso es solo una parte del problema. La otra parte y la más significativa es poner fin al conflicto rápidamente por medio de la diplomacia. Y, de nuevo, la diplomacia no le da a nadie sus objetivos perfectos; les da a las partes contrincantes algo con lo que pueden vivir.
¿No hemos aprendido nada de la Guerra Fría?
Muy poco. Muy pocas personas saben que estuvimos muy cerca del desastre total repetidamente durante la Guerra Fría. Mira el registro: es solo un milagro que hayamos sobrevivido. Constantemente nos enfrentábamos a un escenario de conflagración que podría haber desembocado en una guerra terminal. Desafortunadamente, la situación ha empeorado mucho desde antes de la invasión de Ucrania. Las últimas administraciones republicanas han desmantelado progresivamente el control armamentista a nivel internacional. Trump casi termina también con el último acuerdo restante en armas nucleares. Simplemente no tuvo tiempo para hacerlo. Biden pudo salvarlo a los pocos días de su vencimiento.
¿A qué cree que responde la carrera armamentística de la OTAN?
Creo que a lo que George Orwell describió en su novela 1984 como doublethink: la capacidad de tener dos ideas contradictorias en la mente y creer en ambas al mismo tiempo. En Europa coexisten dos ideas opuestas sobre Rusia. Por un lado, los europeos muestran un gran regocijo ante la idea del ejército ruso incapaz de conquistar una ciudad a pocos kilómetros de la frontera aun contando con unos recursos importantes. Pero, por otro, esos mismos europeos afirman sentir temor y creen que debe aumentar el gasto militar.
«Hemos aprendido muy poco de la Guerra Fría»
George Orwell consideraba este doble pensamiento como algo propio de un estado distópico y ultratotalitario.
Es cierto. Pero en la actualidad se da la paradoja de que también ocurre en sociedades democráticas. Eso me lleva a suponer que, aparte de la seguridad, hay algo más de por medio en la escalada bélica actual. En ese sentido, me pregunto por el ascenso del fascismo. Recientemente, la Unión Conservadora Estadounidense celebró su cumbre anual en Hungría, un estado cuasi fascista, donde hay una democracia iliberal que aplasta el pensamiento independiente y somete los medios de comunicación al control del líder máximo. El evento reunió a todos los grupos de extrema derecha de Europa, pero la estrella invitada fue Donald Trump, quien expresó su admiración por Viktor Orbán, el primer ministro húngaro. Esta es la situación actual del Partido Republicano, que probablemente se hará cargo del Senado en un par de meses. Esta es la atmósfera de Estados Unidos. No es un país pequeño en alguna parte del mundo. Es el más poderoso de la historia. ¿Existe la amenaza del ascenso del fascismo? Lamentablemente, sí.
¿Qué opina sobre el bloqueo al acceso a los medios de comunicación rusos?
La prohibición de la información no puede nunca mejorar el conocimiento ni la comprensión política. Es importante que los occidentales sepamos qué es la propaganda rusa y cuál es la política oficial rusa, y eso solo nos puede llegar a través de los medios de comunicación rusos. Si los eliminas, simplemente no sabes con qué estás lidiando. Tal vez esas propuestas resulten inaceptables, pero al menos deberíamos escucharlas. La guerra no se puede resolver en condiciones de secretismo y supresión de información. Puede que no te guste la información, pero deberías conocerla de todos modos.
Si la propaganda no se debe combatir por medio de la censura, ¿qué alternativas propone?
A través de la discusión y el debate abierto, que es como debemos combatir también nuestras propias fake news y propaganda. Es fácil en el caso de la propaganda rusa. No pasa desapercibida y, a veces, hasta resulta cómica. Pero nuestra propia propaganda es mucho más difícil de percibir y eso siempre ha sido cierto.
«El mundo es mucho mejor ahora, pero desde hace cuarenta años atravesamos una regresión»
Usted ha criticado el movimiento woke y la cultura de la cancelación.
Desde luego, lo que uno no puede hacer es luchar contra ninguna ideología reprimiéndola. No solo la censura está mal por principio, sino que simplemente no funciona y acaba generando el efecto contrario. A los racistas, por ejemplo, les gusta que les cancelen porque les permite construir una historia en la que ellos son los buenos, quienes defienden la libertad y los derechos humanos. Algo igual ocurre cuando evitas que alguien acu- da a tu campus universitario a impartir una charla. Su cancelación es maravillosa porque aumenta su prestigio. De hecho, el Partido Republicano hizo de esto uno de los ejes de su campaña en las últimas elecciones. La cancelación, por un lado, está mal y, por otro, es estúpida.
Usted también es crítico con la evolución del liberalismo, pero según Hayek las ideologías basadas en el concepto de sociedad han sido las responsables de los totalitarismos del siglo XX: el fascismo y el comunismo.
En primer lugar, nunca hemos tenido nada que se parezca al comunismo; ni siquiera tenemos capitalismo. Lo que tenemos es un conjunto de variedades de capitalismo de Estado. El mundo de los negocios nunca ha estado dispuesto a aceptar el libre mercado: es demasiado destructivo para ellos. Por esta razón, el mundo de los negocios ha pedido continuamente al estado que intervenga para protegerlo de los estragos del mercado. En realidad, esto ya era obvio en los días de Adam Smith. Ahora no son los comerciantes y fabricantes de Inglaterra quienes controlan el gobierno, sino las corporaciones multinacionales y las grandes instituciones financieras internacionales como el FMI o el Banco Mundial. Las modalidades han cambiado, aunque sigue sin haber capitalismo, como tampoco hay comunismo. Las organizaciones populares están comprometidas con el humanismo, pero no es el caso de las principales instituciones de la sociedad que parecen motivadas por otros intereses.
«La cultura de la cancelación resulta estúpida»
Hace un año, Estados Unidos retiró sus tropas de Afganistán. ¿Qué lectura hace del poder de este país en la actualidad?
Conviene saber que existen muchas dimensiones del poder. Si tomas la dimensión militar, el poder de Estados Unidos no está en disputa. Sin embargo, si tomas el poder político observas un Estado débil. En lo que respecta al poder económico, el panorama no es más alentador. Durante los años neoliberales ocurrió un esfuerzo consciente para desindustrializar el país. Se externalizó la mano de obra en el extranjero porque era más barata, generaba mejores ganancias y no había que enfrentar presiones medioambientales. Además, tras la desregulación emprendida por Reagan, la economía se convirtió en un conjunto financiero de juegos que dio alas al robo puro y duro. En consecuencia, no tenemos una economía de mercado, sino una de rescate donde las principales entidades pueden tomar los riesgos que deseen porque saben que el contribuyente de a pie le pagará el rescate amigablemente. Es, por así decirlo, una economía de casino. Como resultado, encontramos un país que en la dimensión social está en desmoronamiento.
No parece ser el caso de China, que desde 1980 experimenta el mayor crecimiento del mundo.
Efectivamente, China se va a convertir en la próxima superpotencia económica. Está extendiendo sus relaciones comerciales a gran parte del mundo a través de la Nueva Ruta de la Seda. Ahora bien, esto, ¿a quién le afecta? Desde luego resulta bueno para China, pero será malo para nosotros si no podemos competir. Estados Unidos no sabe cómo actuar. Se han esforzado en impedir que otros países utilicen la tecnología china para evitar el desarrollo tecnológico chino, pero han logrado el efecto contrario. En este sentido, lo que debe hacer Estados Unidos es competir, que no significa destruir a tu competencia, sino construirte a ti mismo.
¿Cree que, pese a todo, el mundo es ahora un lugar mejor para vivir que en el pasado?
Cuando era un niño en los años 30 había una depresión profunda. Ahora, el mundo es mucho mejor gracias a la labor de las organizaciones populares. Sin embargo, desde hace cuarenta años atravesamos un período de regresión.
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