Cambio Climático

«Avanzar hacia un modelo bajo en carbono es un imperativo social»

Entrevistamos a Valvanera Ulargui, directora de la Oficina Española de Cambio Climático de España y una de las voces más destacadas en medio ambiente y desarrollo sostenible.

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Cristina Crespo Garay
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20
abril
2018

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Cristina Crespo Garay

Tan solo faltaban tres meses para la celebración de la Cumbre del Clima de París cuando el Consejo de Ministros la nombró directora de la Oficina Española de Cambio Climático de España. Valvanera Ulargui (Madrid, 1973) fue una figura clave en los acuerdos de aquel diciembre de 2015. Su bagaje durante los últimos 20 años en negociación internacional -en instituciones como la Comisión Europea, el ICEX o Climate Action Network- la convierten en una de las voces más destacadas en medio ambiente y desarrollo sostenible.

Una vez terminada la fase de consulta pública para el anteproyecto de Ley de Cambio Climático, ¿cómo valoras la respuesta de la sociedad española?

Ha sido una respuesta positiva tanto por el nivel de participación de la gente como por las aportaciones recibidas y su variedad. En términos cuantitativos, hemos recibido 328 aportaciones. Todos los sectores de la sociedad han formado parte: hay un gran porcentaje de particulares, empresas privadas, asociaciones, sindicatos, academias y entidades administrativas. Esto ha ayudado a tener un abanico de opciones basadas en los diferentes intereses que tienen los agentes, lo que facilitará buscar equilibrios en la redacción del borrador de la ley. Hay que tener en cuenta, además, que era un proceso previo a tener un texto, lo que implica que la participación sea sobre ideas o contenidos, sin una letra pequeña escrita que ayude o inspire de forma más sencilla. Hay que poner por ello en valor el mérito que han tenido todos los que han participado en esta encuesta, en el contexto de no haber opinado sobre un texto, sino sobre las ideas que quieren ver reflejadas en esa ley. Una ley que afecta a todos los estratos de la sociedad, también a nosotros, así como a nuestra forma de producir y de consumir. Por ello, es importante cambiar también los hábitos cotidianos.

Los datos de emisiones en España no son muy halagüeños. ¿Eres optimista respecto a la capacidad de nuestro país para cumplir con los objetivos de París?

España siempre ha cumplido con sus obligaciones en materia de cambio climático. Cumplimos un primer periodo de compromiso del protocolo de Kioto y estamos en el camino para cumplir con el segundo compromiso en el 2020. Además, los datos que tenemos del avance de emisiones del 2016 son positivos: hemos reducido en un 3,5% las emisiones de gases de efecto invernadero respecto a 2015. Estamos en la senda de cumplimiento decreciente, demostrando que es posible reducir las emisiones de gases de efecto invernadero al tiempo que nuestra economía crece. Ahí es donde tenemos que seguir trabajando, en disociar crecimiento de emisiones de crecimiento económico, porque tenemos que conseguir que el medio ambiente forme parte de las políticas de desarrollo. Tanto en transporte, como en residuos, como en economía y financiación, debemos avanzar en el crecimiento económico de nuestro país con una mejor preservación del medio ambiente, una mayor calidad de vida y una menor emisión de gases de efecto invernadero.

¿Cuáles son las claves estratégicas para conseguir ese equilibrio económico y desarrollo sostenible?

En este sentido, el Acuerdo de París dio un mensaje muy contundente: no podemos seguir manteniendo el modelo de desarrollo actual, porque es perjudicial, sobre todo para los ciudadanos del planeta. No podemos seguir produciendo de la manera en la que lo hacíamos. Las revoluciones industriales y energéticas siempre han sido positivas, pero ahora estamos en un punto de no retorno en el que tenemos que cambiar el proceso y el modelo. Tenemos la tecnología, que es fundamental. París fue tan potente gracias a que existían ya las tecnologías que pueden impulsar la descarbonización. La investigación es necesaria, porque no existe todavía una solución única para descarbonizar todos los procesos productivos en los diferentes países y a los diferentes niveles de desarrollo de cada país. Debemos empezar a derivar la financiación hacia políticas e inversiones bajas en carbono. Ahí va a estar la competitividad de los países desarrollados y en desarrollo. Además, deberemos buscar la mejor forma de adaptarnos a los impactos del cambio climático que ya estamos sufriendo. Tenemos que seguir trabajando en la urgencia de esas políticas públicas, que tienen que ser transversales para poder conseguir ese efecto de cambio en la economía global. Debemos saber integrarlas con el pulso necesario para que generen desarrollo en cada una de las naciones, según sus prioridades y la situación en la que se encuentren.

«Debemos empezar a derivar la financiación hacia políticas e inversiones bajas en carbono.»

Hay algunas zonas de nuestro país, como Galicia, que han sido azotadas por los incendios y que han estado inmersas en una etapa de sequía muy preocupante. ¿Crees que las instituciones públicas están realmente comprometidas y le dan al cambio climático la relevancia que merece?

Sí, los fenómenos meteorológicos extremos son una de las consecuencias inmediatas del aumento de las temperaturas. En Cambio Climático, trabajamos sendas de plazos amplios como para poder achacar un fenómeno puntual al efecto del cambio climático, pero este hecho nos pone en la alarma de lo que las previsiones del IPCC apuntan: mayores consecuencias extremas provocadas por esa falta de precipitación y por ese aumento de las temperaturas. En materia de incendios, y en el caso de Galicia, hay que hacer una matización especial: son incendios en los que la causa natural no ha sido el detonante, ya que se han provocado cuando ya no había sol, y en Vigo, cuya masa forestal es pequeña. Es importante, por tanto, abordar también el problema por otras vías que no sean solo las políticas climáticas.

Aunque el detonante no haya sido la sequía, la situación en la que estaban esos ecosistemas puede haber favorecido que los incendios fueran más intensos y menos controlables.

La persona que prende un incendio es consciente del potencial que puede tener, pero no sabe las consecuencias últimas. Los incendios se provocaron en un momento en el que las circunstancias meteorológicas eran muy extremas para Galicia, una situación que se había dado pocas veces y con unos vientos que no son habituales en esa época del año. Eran incendios que estaban organizados de manera que pudieran provocar esa amplia expansión y esa tristeza por la pérdida tanto de bienes como de vidas. El estado de los bosques y la masa forestal es importante. Desde la Administración, complementamos todas las políticas que tienen las comunidades, porque ellas son competentes, pero, aun así, tenemos un plan de gestión forestal y ponemos todos los medios de los que disponemos en España. Si los incendios se producen durante la noche, los aviones que nosotros aportamos desde el Ministerio, que son una de las grandes herramientas de ayuda, no pueden volar. La intencionalidad ha sido el detonante más importante, independientemente de que tengamos que mejorar en otros aspectos de una manera más sesuda.


Ante un desafío como el del cambio climático, ¿es necesaria una colaboración más estrecha entre sector público y privado?

Evidentemente, algo que también puso París de manifiesto: una llamada a la acción a todos los agentes. Las Administraciones Públicas, los Gobiernos y los países tenemos una gran responsabilidad, pero, si no conseguimos embarcar al resto del sector privado y del sector financiero, será imposible cumplir con el objetivo de los dos lados. Las nuevas formas de colaboración público-privadas son esenciales. También París fue un éxito en este sentido gracias a toda la movilización de la sociedad civil que presionó para que ese acuerdo fuera ambicioso. Debía marcar las pautas para que ellos tuvieran la certidumbre jurídica de hacia dónde va el compromiso político. Eso se reafirmó con la entrada del Acuerdo en tiempo récord y se ha vuelto a reafirmar con el anuncio de Trump, a partir del cual ningún país ha dado un paso atrás. El compromiso político al más alto nivel se ha ido reafirmando año tras año. Ahora, hay que buscar las palancas necesarias para que esas inversiones y esos proyectos vayan tornando hacia iniciativas bajas en carbono.

«Tenemos que hacer del medio ambiente un elemento competitivo de todos nuestros sectores.»

Y, en España, ¿qué opinión te merece esa colaboración público-privada?

Nuestro sector empresarial está muy concienciado, muy bien posicionado en tecnologías bajas en carbono y también en ingeniería, lo que posibilita una mejor adaptación y significa una gran ventaja. Hemos trabajado, junto a todos ellos, ya que, en la COP21 de París, llevamos el proyecto Un millón de compromisos por el clima, de la mano de ciudadanos y sectores privados que apostaban por un acuerdo ambicioso en esa cumbre. La continuación de esa iniciativa, que se cumplió con éxito, dio lugar a una comunidad de acción por el clima. Todos trabajamos por pasar del compromiso a la acción y materializar esas acciones que realmente reducen emisiones de gas de efecto invernadero. Asimismo, estamos trabajando en una siguiente fase: una plataforma de medición de cómo esas iniciativas del sector público y privado cierran la brecha de los dos lados. Fue presentada en la COP23 de Bonn. La respuesta del sector español frente al cambio climático es muy positiva, y la necesidad de continuar con esta colaboración tiene que ir en aumento. La ambición del reto lo pide y tenemos que hacer del medio ambiente un elemento competitivo de todos nuestros sectores o no conseguiremos cumplir con los objetivos que tenemos encima de la mesa.

España es un país referente en tasas de reciclaje y el aumento en la última década ha sido espectacular. ¿Cómo valora la concienciación de la sociedad española en este sentido?

Los temas de residuos se llevan en otra dirección general, pero la concienciación ciudadana es fundamental. Necesitamos cambiar nuestros hábitos diarios y cotidianos para sumar hacia ese nuevo modelo sostenible. Nos dará una mejor calidad de vida y será positivo para el ahorro, por lo que trabajamos en esa línea en campañas de sensibilización. Creemos que la acción individual es una respuesta necesaria en la lucha contra el cambio climático. Todavía nos queda mucho por hacer en concienciación ciudadana y ahí tenemos que trabajar todos de la mano. La comunicación también juega un papel clave. No solamente debemos lanzar el mensaje de preservar nuestro medio ambiente, ya que la sociedad española es plenamente consciente y actúa de forma consecuente, sino que debemos hacer pequeños gestos cotidianos para poder alcanzar un objetivo mucho mayor.

Queda clara la necesidad de cambiar de modelo. ¿Qué medidas contempla la ley para lograr ese tránsito de una economía lineal a una economía circular?

La ley busca un marco en el medio-largo plazo que sea duradero y nos lleve a 2030 y a 2050 con los objetivos que hemos asumido. El nivel de concreción de medidas y políticas se derivará a los marcos sectoriales, porque, si no, la ley quedaría obsoleta en corto plazo. Esto es debido a que toda la legislación ambiental, tanto a nivel europeo como en nuestro país, se está adoptando de forma muy rápida y va evolucionando a medida que conocemos mejor nuestros sistemas y tenemos mejor información científica. El modelo que plantea la ley es aportar un marco cierto y de seguridad jurídica a todos los actores de cambio climático e intentar generar una gobernanza que nos ayude a revisar todas esas políticas, para cumplir con los objetivos que ya asumimos en el Acuerdo de París.

«Necesitamos cambiar nuestros hábitos diarios y cotidianos para sumar hacia ese nuevo modelo sostenible.»

Participaste en todo ese proceso que culminó con la firma del Acuerdo de París. ¿Eres optimista respecto al devenir de este acuerdo?

Soy optimista, porque creo que estamos en un punto de no retorno. Avanzar hacia un modelo bajo en carbono es un imperativo social y también un imperativo político que se ha ratificado año tras año desde la adopción del Acuerdo de París. Es una gobernanza que pone en el centro de la responsabilidad a cada uno de los países, según nuestra prerrogativa nacional, y que nos ayuda también a evaluar todos los cobeneficios que van a tener esas políticas públicas de lucha contra el cambio climático. Ese trabajo interno implica también presentar nuestros resultados cada cinco años a la comunidad internacional, para evaluar cómo de lejos o de cerca nos encontramos del objetivo. Se pone de manifiesto que cada uno de nosotros, en el ámbito de nuestras competencias nacionales, tenemos que empezar a posicionar esas tecnologías más limpias para ayudar a la competitividad de nuestras empresas y al bienestar de nuestros ciudadanos. El año 2018 será el primer hito político importante, después de la Cumbre de París, para medir esa ambición y el cumplimiento de esos resultados y, así, asegurarnos de que el Acuerdo de París no quede en una mera declaración política, sino que realmente se empiecen a materializar resultados concretos. Estamos preparándonos, tanto dentro de España como en la Unión Europea, para llevar a esa cumbre en Polonia todo el paquete legislativo cerrado para el cumplimiento del objetivo a 2030. Esto legitima la posición de la UE y el compromiso que tiene frente al Acuerdo de París. Lo mismo se está haciendo en otros Estados importantes y esa es la línea por la que tenemos que seguir apostando. Soy positiva, ya que todos estamos remando en la misma dirección. Los resultados a 2018, a 2020 y a 2023, que iremos midiendo, nos van a poner también en el foco del resto de países. La ciencia está siendo clara y los fenómenos externos que estamos viviendo en los últimos años son imbatibles.

¿Te preocupa la salida de Estados Unidos del Acuerdo de París?

Nos preocupa a todos, porque el potencial de Estados Unidos como segundo emisor de gases de efecto invernadero repercute en todo, así como sus políticas y sus reducciones. Por otro lado, ese anuncio provocó otro impulso internacional muy importante para el proceso. Es también destacable que en la COP23, aparte de las acciones gubernamentales y no gubernamentales, participó una representación de Estados, ciudades y empresas americanas muy fuerte. Este hecho pone sobre la mesa que ellos siguen dentro del proceso, porque tiene sentido ambiental, social y económico. Las competencias en Estados Unidos están repartidas; no solamente Washington responde frente a las políticas de cambio climático. Por ello, hay que valorarlo muy positivamente, así como ayudar y cooperar con todos aquellos agentes americanos que ahora mismo están trabajando en políticas realistas y comprometidas de reducción de emisiones. Aquellos que, independientemente de las políticas nacionales o de la Casa Blanca, van a continuar trabajando en la línea que ya se ha marcado.

 

Puedes encontrar esta entrevista en el blog de Circle.

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