Cultura

Kate, una fiera en Hollywood

Más allá del cine, la vida de Hepburn fue un ejemplo de lucha: desde las manifestaciones en favor de las ideas feministas, a la ruptura de los numerosos estereotipos femeninos que imperaban en las sociedades occidentales.

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06
marzo
2023

Fuerte, independiente, rebelde, libérrima, culta, divertida, ganadora de cuatro Oscars –que nunca recogió– y, probablemente, la mejor actriz de todos los tiempos. Katharine Hepburn luchó contra los arquetipos femeninos establecidos dando una lección de feminismo, tolerancia y libertad en toda regla: «Si obedeces todas las normas, te pierdes toda la diversión», decía. Y es que la norteamericana ya había inventado conceptos como empoderamiento, libertad y feminismo sin pretenderlo.

No tuvo hijos para dedicarse por completo al cine, pero no por ello criticó a quienes escogían otro camino. «Si una mujer quiere hacerlo, debería hacerlo y sentir que está desempeñando el trabajo más noble de todos», aseguró en una entrevista para The New York Times. Hepburn era, en cierto modo, una mujer que mostró lo mejor del universo femenino haciendo suyo, a su vez, lo más interesante del masculino. 

Criada en un ambiente culto y liberal en el que era común leer junto con su familia a Ibsen o Shakespeare, Hepburn acompañaba a su madre, activista y sufragista, a las manifestaciones en favor del acceso a las mujeres solteras a contraceptivos. De ahí heredó su espíritu combativo, que la marcaría junto con el suicidio de su hermano Tom, una tragedia familiar que le afectó especialmente y definió su personalidad.

Hepburn contaba con un estilo libre, inconformista y único que inspiró a generaciones venideras, como a la propia Diane Keaton en Annie Hall

Hepburn trasladaba esa libertad y rebeldía a su estilo personal, razón por la que, a pesar de poseer un cuerpo fibroso y atlético, mientras el resto de actrices y compañeras resaltaban sus curvas, ella se mantuvo fiel a las prendas holgadas y con un toque masculino. Así, definió el estilo de la mujer elegante pero moderna e independiente con una actitud que tradujo en pantalones anchos, camisas, nada de ropa ceñida y sus característicos zapatos Buckles, hechos a medida en la zapatería londinense John Lobb. Todo con el propósito de generar una lucha intelectual contra los clichés femeninos de su época.

Tanto luchó por romper esa imagen de mujer objeto que se involucró en el vestuario de las obras en las que participó; de hecho, acabaría contratando a su propia diseñadora. «Uno no diseña para Miss Hepburn. Diseña con ella», decía Edith Head, uno de los exponentes del diseño en Hollywood. Un estilo libre, inconformista y único, que ha inspirado a generaciones venideras, como a la propia Diane Keaton en Annie Hall. 

Hepburn no concedía entrevistas ni  firmaba autógrafos, cosa que no terminaba de gustar a su público e irritaba a sus productores. Era enemiga de la sofisticación de Hollywood y se negaba a hacer el paripé fuera de los platós. Incluso no llegó a hacer acto de presencia en la gala de los Óscar: nunca se dignó a recoger las cuatro estatuillas que ganó en su carrera, hasta en 1974 que dió su brazo a torcer, pero sólo para entregar un premio honorífico a su amigo Lawrence Weingarten. Entonces se subió al escenario, y lo hizo en pijama. Como ya afirmara el director George Cukor, «Katharine es la persona más excéntrica que conozco. Y lo más excéntrico es que ella piensa que es normal».

Una mujer con mil caras

Ha dejado también personajes inolvidables, como la adorable revoltosa en Historias de Filadelfia con James Stewart y Cary Grant; pionera en la lucha contra el racismo en Adivina quién viene esta noche, con su compañero durante décadas, Spencer Tracy, que al poco tiempo falleció y motivo por el que Katharine Hepburn nunca quiso verla; la estirada misionera en la Reina de África con Humphrey Bogart; la enigmática Leonor de Aquitania en El león en invierno junto a Peter O’ Toole o su canto del cisne en la maravillosa En el estanque dorado junto a Henry Fonda.

Este mes hará precisamente 85 años del estreno de una de las comedias más divertidas del cine, La fiera de mi niña, una comedia que en un principio resultó un fracaso comercial en su estreno en los cines pero que finalmente se convirtió en obra maestra. En ella, Hepburn muestra su empoderamiento femenino sobre Grant, alterando su paz y dándole la clase de chispa capaz de hechizar a alguien, haciéndole caer rendido a sus pies, tal como canturrea en esa pegadiza: «Todo te lo puedo dar menos el amor». Su director la definió a la perfección: «Todos los personajes están chiflados y no hay nadie con quien identificarse».

A pesar de que en los años cuarenta comenzó su relación profesional y sentimental con el «supuesto» hombre de su vida, el actor Spencer Tracy –hay diferentes versiones de biógrafos donde se pone en entredicho incluso las inclinaciones sexuales de la actriz (y del actor)–, a Hepburn se le atribuyeron múltiples romances, tanto con hombres (Cary Grant, Douglas Fairbanks, James Stewart o Lawrence Olivier) como con mujeres (Laura Barney Harding o Phyllis Wilbourn, su asistente). Tuvo relaciones volcánicas, como con el productor Howard Hughes (del que dijo que «fue el mejor amante de mi vida»), que, fascinado por la actriz, no tuvo ningún problema en aterrizar su avioneta en pleno campo de golf donde estaba jugando Katherine Hepburn, uniéndose a la partida (e iniciando un fuerte romance). Su vida se resume en esa célebre sentencia de Frank Capra: «Hay mujeres, y luego está Kate». 

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