Educación

Doce decisiones para volver a una mejor normalidad en las aulas

El regreso a las aulas supone avanzar y asumir los riesgos de tomar decisiones que hagan de esta vuelta la mejor posible en las circunstancias actuales: firmeza, flexibilidad y sensibilidad serán clave para garantizar la mejor educación para niños y jóvenes.

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Hemos abierto las puertas de nuestras escuelas. Primero, para los profes, y después –los que vengan, cuando vengan y como vengan– para nuestros alumnos. En junio acordamos con los profesores incorporarnos unos días antes, rompiendo nuestro descanso cuasi-sagrado de agosto, por un sentido de responsabilidad: sabemos lo que cuesta preparar bien el curso, no tanto por los interminables papeles, sino por esa programación real que parte de conocer bien qué áreas vamos a impartir, de qué grupos somos tutores, quiénes son los nuevos compañeros que se incorporan al equipo, qué proyectos vamos a realizar y, además, este curso, cómo había que organizar todos los protocolos de seguridad. Pensábamos, un poco ingenuamente, que para finales de agosto tendríamos una visión mucho más clara sobre cómo abordar esa nueva normalidad. Pero, a pocas horas del regreso a nuestros centros, seguimos inmersos en una confusión de mensajes contradictorios de las distintas autoridades, con rebrotes cada vez más frecuentes y la idea generalizada de que no hay ninguna garantía de que la vacuna llegue antes del próximo verano.

Pero volvemos al cole y tenemos que avanzar y asumir los riesgos de tomar decisiones que hagan de esta vuelta la mejor posible en las circunstancias actuales. Y nos hemos propuesto tomarlas con firmeza y flexibilidad, y sobre todo, esperando lograr mucha complicidad: de nuestros alumnos, conscientes de la importancia de ser responsables de su propio cuidado y prevención; de nuestros profesores, preparados y formados para cualquier escenario intermitente; de las familias que nos apoyen y se comprometan a seguir las normas de seguridad por el bien de todos; de las administraciones que nos doten de todos los recursos humanos y económicos posibles; de nuestros inspectores, flexibles, ágiles e implicados en el discernimiento de las mejores soluciones a los problemas que se irán presentando; y ,por último, de un imaginario social sereno y positivo que, dentro de una situación grave como la que vivimos, confíe en nuestra profesionalidad y compromiso para elegir los mejores cauces que garanticen la educación de niños y jóvenes.

En nuestras escuelas Trilema hemos tomado muchas decisiones que quizás resulten útiles y las queremos compartir:

  • Apostar, siempre que sea posible, por la presencialidad de todos nuestros alumnos en los tiempos que son habituales en la escolarización ordinaria, porque creemos en sus virtudes para su bienestar personal y la conciliación de las familias, apostando por la prevención con todas las medidas que podamos implementar tanto en las aulas como en los comedores.
  • Crear grupos estables por ciclos –ya que por cursos no podemos hacerlo con los recursos con los que contamos– distribuyendo pequeños equipos docentes para cada dos cursos que no interaccionen entre sí, pasando también a un formato híbrido todas nuestras reuniones.
  • Modificar los horarios, dividiendo el recreo tradicional en dos recreos más cortos para evitar la coincidencia en los patios de los grupos no estables. Además, se flexibilizarán las entradas y salidas por todas las puertas que disponen los centros y habrá, desde el principio, dos horarios para cada grupo, presencial y compactado para que los profesores puedan prever en las programaciones los dos escenarios y reaccionar así con agilidad.
  • Considerar toda la escuela como un aula única, reconvirtiendo todos los espacios comunes en espacios seguros para trabajo independiente y cambiando los grupos de las aulas más pequeñas a los antiguos gimnasios, bibliotecas y aulas auxiliares, en los que el máximo de alumnos pueda mantener constantemente la distancia de seguridad.
  • Preparar un sistema de desinfección y préstamo de todos los recursos digitales de los que disponemos para que los alumnos que lo necesiten puedan llevarlos a casa en cualquier momento y digitalizar el máximo posible de nuestros programas y recursos para que estén disponibles en cualquier escenario.
  • Fortalecer el rol de los tutores, favoreciendo la continuidad cuando sea posible del tutor del año anterior, priorizando el acompañamiento socioemocional de los niños, preparando materiales específicos para realizarlo, aumentando el tiempo que pasan con sus alumnos y dedicando la primera quincena de septiembre a trabajar con ellos los aprendizajes y competencias que consideramos imprescindibles para esta nueva situación.
  • Preparar programaciones híbridas, con un máximo de 50% de docencia directa y 50% de actividades a realizar de forma autónoma, individual o cooperativa, con un número básico de herramientas digitales en las que todos profes y alumnos estemos bien formados y estrategias que fomenten el pensamiento crítico, creativo y riguroso, la autogestión del aprendizaje, y el entrenamiento de las competencias básicas.
  • Comenzar en todas las áreas y todos los cursos con una unidad cero que gire alrededor de los contenidos esenciales del curso anterior que son necesarios para abordar los nuevos desafíos, permitiendo la personalización con aquellos alumnos que necesitan de una tutorización intensiva en grupos pequeños para poder paliar las posibles brechas causadas por el confinamiento.
  • Consolidar nuestro modelo de tratamiento curricular, que apuesta por la interdisciplinariedad, buscando relacionar los contenidos esenciales de las diferentes disciplinas en seis grandes ejes del conocimiento en primaria, y dos ámbitos en secundaria. Eso nos permite programar de forma flexible, rigurosa e inclusiva los proyectos y las unidades didácticas, así como preparar con mucha anticipación materiales, dosieres y porfolios para que los alumnos puedan trabajar con la mayor autonomía posible, on y offline, generalizando el uso del kanban/Trello para el seguimiento.
  • Anticipar la evaluación diagnóstica lo máximo posible, abordando todas las dimensiones del aprendizaje, valorando el impacto del confinamiento en su aprendizaje y bienestar personal. Además, mantendremos la co-evaluación con las familias para poder responder con rapidez a las necesidades y circunstancias de cada alumno de la manera más personalizada posible y priorizaremos la evaluación cualitativa y competencial por encima de la mera calificación numérica.
  • Mantener el trabajo en red entre las escuelas, con los equipos mixtos que han preparado recursos y compartido experiencias en los meses de confinamiento, para preparar un banco de recursos digitalizados que permita una posible vuelta a la educación no presencial y compartiendo la formación permanente de los profesores, centrada en cómo responder a todas las necesidades prioritarias, también las no-curriculares de nuestros alumnos también en un modelo híbrido.
  • Realizar una asamblea virtual mensual de familias conjunta de toda la red para escuchar sus preocupaciones e informarles de las decisiones que vamos tomando, mediante entrevistas personales online con frecuencia y con un registro de familias con necesidades de apoyo en caso en confinamiento.

 

Hay muchas otras medidas que irán llegando pero lo más importante es que, a pesar de todo, volvemos con ilusión: nos echamos de menos, tenemos ganas de estar juntos y de empezar a aprender un montón de cosas nuevas. Nos hemos propuesto que sea un gran curso en el que los alumnos encuentren en esa escuela sin muros su otro hogar. Y ningún virus podrá con nosotros.


(*) Carmen Pellicer es presidenta de la Fundación Trilema y directora de Cuadernos de Pedagogía.

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