Salud

Salud a ciencia cierta

El Doctor Martínez-González presenta en su libro ‘Salud a ciencia ciencia cierta’ (Editorial Planeta) los resultados de Predimed, el mayor estudio hecho en Europa sobre nutrición.

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Miguel Ángel Martínez-González
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24
octubre
2018

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Miguel Ángel Martínez-González

Existe hoy en día, entre los científicos, cierta obsesión con las moléculas o los genes que causan la obesidad. Son objeto de estudio en los principales centros de investigación del mundo. Reciben millones en financiación. Se descubren moléculas que nos predisponen, teóricamente, a tener sobrepeso. Este tipo de hallazgos ocupa buena parte del tiempo de los congresos de medicina. Es cierto que la obesidad es una epidemia de alcance planetario y, por tanto, la preocupación de la ciencia está justificada. Pero, no hay que engañarse, la salud depende en esencia del estilo de vida, no de una molécula. Suena sencillo. Y lo es.

Este es el consejo más simple, útil y obvio que se puede dar. Mucha gente piensa que da igual si fuma, bebe, si come esto o aquello, porque su destino está escrito en los genes. Se equivoca. El estilo de vida es, con diferencia, mucho más importante que nuestra genética: los estudios demuestran que de cada cien personas que han sufrido un infarto de miocardio, solo cinco tenían una predisposición directa en uno de sus genes. Además, solo en dos de ellas este gen daba lugar a un incremento fuerte del riesgo (seis veces más que la población general). En otras veinticinco personas se puede dar una mayor predisposición por una combinación de varios genes, pero ese incremento de riesgo no es tan fuerte. Estos impresionantes datos los ha elaborado el prestigioso cardiólogo Amit Khera, del Massachusetts General Hospital en Boston. […]

«El estilo de vida es, con diferencia, mucho más importante que nuestra genética»

Amit Khera y su equipo clasificaron a los participantes de su estudio en tres categorías de riesgo genético, en función del grado de riesgo futuro para su salud que vaticinaban sus genes. También valoraron el estilo de vida con cuatro características simples: estar delgado, no fumar, tener una dieta sana y hacer actividad física regularmente. A quienes cumplían al menos tres de estas cuatro premisas se les consideraba un ejemplo de «buen estilo de vida», mientras que a aquellas personas que solo cumplían una o ninguna se les atribuía un «mal estilo de vida».

Luego, los siguieron durante años y verificaron qué porcentaje desarrollaba un infarto. Los resultados de su investigación demostraron que, en diez años, el riesgo de ataque de miocardio aumentaba cuanto peor era el estilo de vida, mientras que un buen estilo de vida lo reducía incluso cuando se tenían «malos genes».

Conclusión: el estilo de vida tiene el poder de contrarrestar el efecto de los genes más perversos. Es esperanzador saber que la salud está esencialmente en nuestras manos, y no en los caprichos de la naturaleza. Aun así, de manera paradójica, nos cuesta en general llevar una vida sana. ¿Por qué?

Empecemos por saber qué es estar sano. La Asociación Americana del Corazón (AHA, por sus siglas en inglés) ha elaborado una lista de condiciones básicas para una vida saludable. Estas siete métricas de salud cardiovascular (CV) ideal, llamadas Life’s Simple 7, son algo más extensas que la definición del doctor Khera, pero igual de útiles:

  1. No fumar.
  2. Mantener un peso saludable, con un índice de masa corporal (IMC) inferior a 25.
  3. Hacer actividad física, al menos moderada, durante dos horas y media a la semana.
  4. Mantener una dieta sana, con poca sal, poco azúcar, mucha fruta y verdura, mucha fibra y mucho pescado.
  5. Tensión arterial por debajo de 120 mmHg la sistólica (máxima) y por debajo de 80 la diastólica (mínima).
  6. Colesterol total en sangre por debajo de 200 mg/dl.
  7. Glucosa en sangre por debajo de 100 mg/dl en ayunas.

Se estima que en las personas que consiguen cumplir seis de estos siete sencillos pasos se reduce en un 76% la mortalidad cardiovascular respecto a los que solo cumplen uno o ninguno. Estos mismos resultados se confirman también en Predimed. […]

«La probabilidad de que una persona sufra un infarto se puede reducir del 6% al 1% con un buen estilo de vida»

Según todos los datos recogidos, la probabilidad de que una persona sufra un infarto o un ictus (derrame cerebral), por ejemplo, se puede reducir del 6% a menos del 1% simplemente pasando de no cumplir ninguno de estos pasos a lograr cumplir esos siete objetivos para una vida saludable.

Pero hay una mala noticia. La realidad se empeña en mostrar que conseguir estos siete objetivos no resulta tan fácil… pues la mayoría de la población cumple como mucho tres. Si en teoría es tan sencillo, ¿por qué tan poca gente lo logra? Es esencial saber la respuesta y comunicarla con claridad. Porque si los miembros de la comunidad médica llevamos a cabo todo tipo de sofisticadas investigaciones sobre moléculas, células y genética, así como sobre su impacto en la salud, pero no somos capaces, además, de hacer entender a quienes nos rodean que es más sencillo, barato y eficaz para la salud comer lentejas que hamburguesas, por poner un ejemplo, estamos haciendo algo mal, estamos fallando en una de las cosas más básicas pero más importantes.

«En salud pública insistimos mucho en que no se debe caer en el ‘bucle tecnológico’: confiar tu salud a los medicamentos o a las máquinas»

Yo soy de los que piensa que la solución pasa por enseñar a prevenir antes de enfermar, es decir, en educar sobre cómo llevar una vida sana. No vale ir poniendo parches, porque únicamente «camuflarán» el problema, pero no lo resolverán. Un ejemplo muy claro es el del paciente con un pequeño sobrepeso (al que no le da la importancia que tiene) y niveles de tensión y colesterol altos que, después de que le hayan recetado unas pastillas para controlar sus excesos, se confía porque piensa que esa medicación lo hace invulnerable y se lanza a comer patatas fritas, bebidas azucaradas, bollería industrial y pasteles con nata. En salud pública insistimos mucho en que no se debe caer en el bucle tecnológico, un error muy habitual que consiste en confiar tu salud a una tecnología (desde los medicamentos a las máquinas) en lugar de a ti mismo, a tu propio autocontrol. […]

Cuando empezamos a medicarnos, suele ser ya demasiado tarde. Hay que llegar antes. Como decía Albert Einstein, «una persona inteligente resuelve un problema; una persona sabia, lo evita». Esta es la filosofía de la prevención: no dedicarse a arreglar cosas que se han estropeado, sino trabajar para que no se estropeen. Por eso es tan importante una política de salud pública que haga nacer en la sociedad -de forma respetuosa, inteligente y sin prohibir nada a nadie- la conciencia de que es fundamental llevar una vida sana.

Miguel Ángel Martínez-González es catedrático de Salud Pública de la Universidad de Navarra y catedrático visitante de Harvard

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