Internacional

Una crisis humanitaria olvidada

Más de 2 millones de personas de la cuenca del Lago Chad han tenido que huir de sus hogares y otros 9 millones necesitan ayuda humanitaria urgente.

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02
junio
2017
Hussaina y Hawnata en un centro de salud apoyado por UNICEF en Maiduguri, al noreste de Nigeria/ANDY COMMINS.

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En diciembre de 2016 la pequeña Hawnata acudía a uno de los centros de salud en Maiduguri —noreste de Nigeria— apoyados por Unicef. Hussaina, su madre, la sujetaba mientras un trabajador de la clínica medía el perímetro de su brazo para determinar su estado nutricional. La cinta marcaba el indicador rojo. La pequeña, de solo dos años, sufre desnutrición aguda grave. 

Como Hawnata, más 500.000 niños corren el riesgo de morir a causa de la emergencia alimentaria que viven 11 millones de personas en la cuenca del Lago Chad —Nigeria, Níger, Chad y Camerún— desde que Boko Haram comenzara sus operaciones militares en el noreste de Nigeria en 2009. Se estima que entre 7 y 8 niños podrían morir cada hora por falta de alimentos, según datos de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA).

Con la declaración del estado de hambruna en Sudán del Sur, han saltado todas las alarmas también en el noreste de Nigeria, Yemen, Etiopía y Somalia. En la Conferencia Humanitaria sobre el Lago Chad celebrada en Oslo (Noruega), la ONU avanzó que se necesitarían más de 1.400 millones de euros en 2017 para poder palear la crisis en la zona. Hasta el momento solo se ha recaudado el 19% del total. La Organización prevé que, de no revertirse la situación, entre junio y julio de este año se agotarán los fondos destinados a contener la emergencia.

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En los últimos años, Nigeria ha ostentado el título de primera economía del continente y ha encabezado la lista de mayores productores de petróleo. Esta situación se ha revertido en tan solo unos meses debido a la actuación del grupo rebelde ‘Los Vengadores del Delta del Níger’, cuyo objetivo es luchar con las armas para poner fin a la descontrolada explotación del crudo en la zona e impedir la miseria en la que vive su población debido a las políticas del Gobierno, las empresas petroleras internacionales y los países con intereses en el oro negro nigeriano.

Aunque el gigante africano ha sufrido un fuerte revés por este movimiento armado, sigue preservando su relevancia en el puzzle económico del continente. Con estos indicadores, ¿cómo es posible que el noreste del territorio sufra una emergencia alimentaria que se extiende también a los países del entorno? La respuesta es el terrorismo yihadista de Boko Haram.

Más allá de la religiones que se profesan en Nigeria —principalmente musulmana al norte y cristiana al sur—, hay que buscar el origen del conflicto en razones políticas, económicas y sociales. «El norte del país tiene los peores indicadores en desarrollo, educación, salud y pobreza. Eso fue un caldo de cultivo, que junto a determinadas políticas represivas por parte del Gobierno nigeriano, dieron lugar a la aparición de Boko Haram en 2002», explica Itziar Ruiz-Giménez, coordinadora del Grupo de Estudios Africanos (GEA) y profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid.

Con el asesinato de Mohammed Yusuf —fundador del grupo— en 2009, Boko Haram toma las armas y dispone a Abubakar Shekau como nuevo líder. La actividad de la banda se agudiza y se expande a los países fronterizos, por lo que en 2015 se crea una fuerza militar regional —junto a Benín, Níger, Chad y Camerún— auspiciada por la Unión Africana (UA), que «debilitó al grupo terrorista y le escindió en dos facciones: una más cercana a Al Qaeda y otra más ligada al Daesh», expone Jesús Núñez Villaverde, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).

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La actividad de esta fuerza militar conjunta no ha estado exenta de polémica. «La contraofensiva del Gobierno de Nigeria también ha ayudado a provocar esta terrible crisis humanitaria. Ambas partes están cometiendo graves violaciones de derechos humanos, crímenes de guerra y de lesa humanidad. Esto no se puede invisibilizar, aunque exista un interés por parte de los países que compran petróleo a Nigeria», apunta Ruiz-Giménez.

Aunque el grupo se ha debilitado, continúa activo y conserva su capacidad de acción entorno al Lago Chad, por lo que «sigue siendo una amenaza real para Nigeria y el resto de la región», asegura Núñez Villaverde.

«Los siete años de conflicto han provocado que 55.000 personas ya estén en situación de hambruna solo en Nigeria», como señala Lisa Bay, coordinadora humanitaria en la región de África occidental de Oxfam Intermón. Además, alrededor de 2,6 millones de personas han huido de sus hogares y 9 millones necesitan ayuda humanitaria urgente. Se trata de una de las emergencias más olvidadas del globo. «Es cierto que ha sido difícil reconocer la amplitud y la gravedad de la crisis del Lago Chad», admite Bay.

La violencia de Boko Haram no solo ha provocado hambre o el desplazamiento forzado de miles de personas a los países vecinos. Hasta la fecha, también se han utilizado a 117 niños para llevar a cabo ataques con bombas en lugares públicos de Nigeria, Chad, Níger y Camerún desde 2014. Los tres primeros meses de 2017 ya suman 27 casos, casi el total de todos los ataques perpetrados el pasado año (30). «Es el uso más horrible de los niños en un conflicto», apunta Marie-Pierre Poirier, directora regional de África occidental y central de Unicef.

Se estima que el grupo radical ha raptado a unas 10.000 mujeres y niñas desde el principio del conflicto. La mayoría son violadas y obligadas en casarse con los milicianos. Las fuerzas de seguridad que combaten contra Boko Haram también perpetran diversos tipos de abusos. «Si una mujer quiere salir de un campo de refugiados que está controlado por militares o civiles que forman parte de la comunidad y que también están armados, tiene que utilizar su cuerpo como moneda de cambio», explica Bay.

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A todo esto hay que sumar las visibles consecuencias del cambio climático en la zona, y las limitaciones impuestas por el propio Gobierno nigeriano a los civiles. «Hay restricciones para pescar y cultivar. Se han cerrado mercados en Nigeria, Níger y Chad, y esto ha afectado en la vida de la población», subraya la coordinadora de Oxfam.

Diferentes expertos coinciden en la necesidad de que el foco no solo se centre en la ayuda humanitaria, sino que «además se aborden las causas de fondo del conflicto armado. Es importante que haya otro tipo de políticas por parte de los países del norte (Occidente) y de Nigeria. De no ser así, la solución a esta crisis parece antojarse cada vez más lejana e imposible», vaticina Ruiz-Giménez.

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