Economía

Vertido cero, ¿utopía o realidad?

Implantar procesos de vertido cero es entender los procesos de forma circular: que el fin de un producto sea el inicio de otro.

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13
mayo
2016

Por Carmen Gómez-Cotta

¿Qué impacto tendría en la sociedad que todos los edificios corporativos aplicaran una política de vertido cero? ¿Cómo beneficiaría al medio ambiente que las compañías reciclaran el 100% de los residuos generados? ¿O que estos residuos se utilizaran para generar toda la electricidad de tales edificios?

Teniendo en cuenta el volumen de desechos que pueden generar las organizaciones, así como su capacidad de gestión de los mismos y el calado a nivel social de este tipo de acciones, el beneficio de implantar programas de vertido cero en el seno de empresas es una medida determinante en el desarrollo y consolidación de la cultura de la sostenibilidad.

«Las empresas no solo tienen un papel importante en la sostenibilidad, sino que es vital. Esto significa que para que cualquier acción tenga un impacto en el desarrollo sostenible, ha de pasar por que las empresas lo emprendan o lo sigan», expresa tajante Vanesa Rodríguez, directora de Comunicación de la Red Española del Pacto Mundial.

Los motivos para el empeño del desarrollo sostenible son tangibles: se reduce la cantidad de recursos que deben extraerse de la naturaleza, tanto para la obtención de materias primas como en los procesos de fabricación, transporte y distribución, reduciéndose de manera notable el impacto ambiental de su actividad. Se evita la emisión a la atmósfera y el vertido al medio acuático y terrestre de sustancias nocivas o contaminantes asociadas a esos procesos y que afectan negativamente a los ecosistemas. Se promueve la adopción de prácticas de reciclaje entre los empleados que, sin duda, se trasladan al ámbito doméstico y familiar, logrando un beneficio medioambiental que crece de forma continua.

Esto es lo que ha llevado a algunas empresas en nuestro país a poner en marcha políticas de vertido cero. Es el caso de Mutua Madrileña, quien en 2009 instauró tanto en sus centros de trabajo como en los edificios arrendados a terceros un firme compromiso social y empresarial de gran ayuda en favor del cuidado del medioambiente. «La implantación de procesos de vertido cero es asumir que lo que antes se llamaba basura ahora tiene un valor e impacto positivo si se trata correctamente. Es entender los procesos de forma circular, de modo que el fin de un producto puede implicar el inicio de otro», reconoce Mario Cabezos, gerente de Prevención de Riesgos de la organización.

Residuo Cero

Según Zero Waste International Alliance (ZWIA), residuo cero es un objetivo que busca emular los ciclos naturales sostenibles, en donde los subproductos y residuos se convierten en recursos para otros. «Alcanzar un residuo cero puede ser una utopía, pues resulta necesario reintroducir los diferentes productos desestimados como residuos en las líneas productivas como materias primas secundarias», explica Javier Miranda, secretario de la Asociación Vertidos Cero, una entidad que trabaja para la prevención, minimización y eliminación de los mismos. Pero aclara que se trata entonces de que los productos desestimados por los distintos sectores como residuos sólidos, vertidos líquidos y emisiones de gases no alcancen nunca el medio natural. «El beneficio es que en ningún caso lleguen al medio como vertidos, provocando la degradación de suelos, acuíferos, ríos y océanos, disminuyendo la biodiversidad y por lo tanto afectando a nuestra salud y calidad de vida».

Para alcanzar dicho objetivo, es clave la aplicación de medidas de prevención y un correcto tratamiento. En primer lugar, hay que prevenir la generación de residuos y, en el caso de producirse, asegurar una correcta separación y gestión de forma que se garantice su adecuado tratamiento (reutilización, reciclaje, valorización) en la propia empresa o por terceros. «La idea de residuo cero abunda en la mejora de los sistemas de gestión y las medidas de prevención en la generación de residuos», añade Miranda.

Aplicar políticas de prevención de residuos es algo básico, coinciden desde Fundación Conama. Es decir, «poner en marcha acciones que permitan minimizar la generación posterior de residuos, ya sea a través de procesos de minimización en el uso de materias primas, procesos de eficiencia, aplicación de ecodiseño, utilización de productos reciclados, reutilización de componentes, alargamiento de la vida útil de compuestos o mejora de la reparabilidad de las instalaciones», opina Eduardo Perero, coordinador del Eje de Residuos de fundación.

Todo esto implica ya una reducción en el uso de materias primas, además del consumo de agua y energía, con los beneficios ambientales que se derivan. «Si para cada flujo de residuo se encuentran fórmulas para su valorización -siguiendo la jerarquía de residuos- y se consigue en último término transformar dichos residuos en materias primas secundarias -evitando el depósito final-, se está logrando reducir los impactos derivados de su extracción y consiguiendo ahorros energéticos y minimizaciones en emisiones contaminantes y de CO2», añade.

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Medidas de prevención

Tal y como afirma el secretario de Vertidos Cero, «lograr beneficios ambientales a partir de medidas concretas es una carrera de fondo para la cual es necesario el establecimiento de objetivos y tiempos concretos que ayuden a tener éxito y a afianzar la continuidad temporal de las medidas implementadas».

El análisis pormenorizado del tipo de residuo generado (sólido, líquido, emisiones de gases), su origen y modo de gestión permite evaluar posibles prácticas de minimización o mejora en su gestión. Así se van priorizando acciones y modernizando procesos, de manera que se logre el objetivo vertido cero en ciclos de mejora continua y de forma cuantificable.

Pero para determinar dichos objetivos las empresas deben «analizar, por un lado, las operaciones que realizan dentro de un edificio y, por otro lado, las modificaciones estructurales y funcionales que se requieren planificar para mejorar también su funcionamiento», explican Perero. Efectivamente, el primer paso es promover acciones que tiendan a reducir la generación de residuos en los diferentes procesos productivos y organizativos de la empresa. Pero también es fundamental una adecuada separación de los residuos en origen, informando no sólo a los empleados sino también al resto de usuarios de cada edificio, como hace desde hace años Mutua Madrileña.

Se puede, por ejemplo, empezar por la gestión integral de residuos en puntos limpios, a través de los cuales se realiza una gestión integral que permite gestionar tanto los no peligrosos (segregación en origen mediante contenedores diferenciados) como los peligrosos (fluorescentes, pilas, baterías). Del mismo modo, el control del consumo de papel, gracias a la reducción de procesos de impresión asociados a mecanismos internos, y la gestión del agua, mediante la implantación sostenida de sistemas de control y optimización, son clave para alcanzar los objetivos medioambientales.

También los procesos de generación eléctrica y compost de residuos orgánicos, mediante procesos de biometanización que evitan que se acumulen en vertederos, y el ahorro del consumo energético por medio de auditorías del desempeño que establezcan canales de optimización son medidas que se deben incorporar en las políticas de vertido cero. La identificación de oportunidades de mejora y la posterior implantación de diversas acciones de optimización energética facilitan importantes ahorros que se reflejan en la huella de gases de efecto invernadero de las empresas y organizaciones.

En Mutua Madrileña, gracias a estas medidas implantadas en los 14 edificios de la compañía certificados por la norma 50001, redujeron en 2015 su consumo de gas natural un 30%, el de gasóleo un 26,7%, el de agua un 3,12% y el de electricidad un 4,95%. Además, rebajaron sus emisiones de CO2 un 22,2%. «Los procesos de control operacional sin coste de inversión son el inicio de un sistema de gestión de la energía eficiente. No hace falta invertir grandes sumas económicas para ser eficiente», afirma el gerente de Mutua Madrileña.

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Participación ciudadana

Aunque estemos hablando de políticas corporativas de vertido cero, la tarea no puede recaer sólo en manos de las empresas y organizaciones. Los empleados y ciudadanos juegan un papel crucial en la consecución de estos objetivos medioambientales. «Es necesario también la implicación y participación de todos los agentes en espacios colaborativos que permitan generar esfuerzos armonizados de comunicación», opina el coordinador de Conama.

La comunicación es un factor decisivo. «Una comunicación veraz que informe sobre el problema con rigor. En esta materia todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad pero también somos parte de la solución. Una sociedad que comprende el alcance del problema puede variar la tendencia general a través de pequeñas acciones en su ámbito más cercano», añade el secretario de Vertidos Cero.

Pequeñas o grandes acciones, cualquier iniciativa es válida y notoria en el desarrollo y consolidación de una cultura de la sostenibilidad. Pero todos juntos, puesto que es un reto social que a todos nos incumbe. «El trabajo en alianzas público-privadas o multistakeholder es la única manera de abordar estos retos. Es el momento de cambiar de chip y ver a las empresas como aliados del desarrollo sostenible, de aprender a compartir y trabajar en colaboración», concluye la directora de Comunicación de la Red Española del Pacto Mundial.

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