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Sociedad

Contrafactuales

¿Y si Hitler hubiera muerto en un accidente de coche en 1930? ¿Y si Al Gore hubiera ganado las elecciones presidenciales estadounidenses del 2000? En ‘Contrafactuales’ (Turner, 2024), Richard J. Evans analiza cómo pequeños cambios en el desarrollo de los acontecimientos podrían haber alterado toda la historia que conocemos.

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03
febrero
2025

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¿Y si…? ¿Y si Hitler hubiera muerto en un accidente de coche en 1930? ¿Habrían llegado al poder los nazis,  se habría producido la Segunda Guerra Mundial, se habría exterminado a seis millones de judíos? ¿Y si no hubiera habido revolución estadounidense en el siglo XVIII? ¿Se habría abolido antes la esclavitud y se habría evitado la guerra civil de 1860-1865? ¿Y si Balfour no hubiera firmado su declaración? ¿Habría llegado a fundarse el estado de Israel? ¿Y si Lenin no hubiera muerto a los cincuenta y pocos, y hubiera sobrevivido veinte años más? ¿Se habría evitado la crueldad mortífera de lo que acabaría siendo la época de Stalin?

¿Y si la Armada Invencible hubiera conseguido invadir y conquistar Inglaterra? ¿Habría vuelto el país al catolicismo y, en caso afirmativo, cuáles habrían sido las consecuencias para el arte, la cultura, la sociedad, la ciencia y la economía? ¿Y si Al Gore hubiera ganado las elecciones presidenciales estadounidenses del 2000? ¿Habría habido una segunda guerra del Golfo? ¿Y si –como especuló por extenso Victor Hugo en su extensa novela Los miserables– Napoleón hubiera ganado la batalla de Waterloo? De hecho, ¿cómo pudo perder?, se preguntó perplejo el novelista. Las cosas que han ocurrido, como escribió Joyce en Ulises, no se pueden «suprimir con el pensamiento. El tiempo las ha marcado y, encadenadas, residen en el espacio de las infinitas posibilidades que han desalojado. Pero ¿pueden estas haber sido posibles, visto que nunca han sido? ¿O era posible solamente lo que pasó?».

La pregunta por lo que habría pasado siempre ha fascinado a los historiadores

La pregunta por lo que habría pasado siempre ha fascinado a los historiadores, pero durante mucho tiempo les fascinó, como observó E. H. Carr en ¿Qué es la historia?, las Conferencias Trevelyan que dio en Cambridge en 1961, como poco más que un entretenido juego de salón, una divertida especulación del tipo que memorablemente satirizó Pascal cuando se preguntó qué habría pasado si Cleopatra hubiera tenido una nariz más pequeña y por lo tanto no hubiera sido hermosa, y de ese modo no hubiera resultado una atracción fatal para Marco Antonio cuando este debía prepararse para vencer a Octavio, lo que provocó su derrota en la batalla de Accio. ¿Se habría fundado el Imperio Romano? Lo más probable es que sí, aunque de forma distinta y seguramente en un momento algo distinto. Intervenían fuerzas más amplias que el capricho de un hombre.

Una intención satírica parecida puede encontrarse en el siglo XVIII, en relatos muy leídos como Les aventures de Monsieur Robert Chevalier, publicado en 1732 en París y enseguida traducido al inglés, que imaginó que los indios americanos descubrían Europa antes de los viajes de Colón. Y Edward Gibbon, en su Historia de la decadencia y caída del Imperio Romano, se burló de forma célebre de la universidad en la que según él pasó los años más ociosos e inútiles de su vida al sugerir que si Carlos Martel no hubiera derrotado a los sarracenos en el año 733, el Islam habría dominado Europa y «quizá la interpretación del Corán se enseñaría en las facultades de Oxford, y sus púlpitos demostrarían a un pueblo circunciso la santidad y la verdad de la revelación de Mahoma». Queda claro que Gibbon pensaba que, al fin y al cabo, como mínimo en lo que se refiere a Oxford, las cosas habrían sido bastante parecidas a como eran.

Encontramos breves alusiones a posibles alternativas a lo realmente ocurrido esparcidas por las obras de una gran variedad de autores a través de los siglos, desde la especulación del historiador romano Livio sobre qué habría pasado si Alejandro Magno hubiera conquistado Roma a la novela Tirante el Blanco de Joanot Martorell i Martí Joan de Galba, publicada en 1490, que imaginó un mundo en que el imperio bizantino derrotaba al imperio otomano y no al revés. Escrita al cabo de pocas décadas de la caída de Constantinopla a manos de los turcos, fue la primera aproximación a una historia de fantasía que vio la luz y resulta evidente que en parte expresó un deseo. Sin embargo, durante mucho tiempo no tuvo seguidores. Una aproximación racionalista a la historia como la de Gibbon, que sustituía a la visión del pasado humano como el despliegue de la divina providen­cia en el mundo, era un requisito fundamental para especular detenidamente sobre posibles alternativas a lo ocurrido al escribir historia y no ficción.


Este texto es un fragmento de ‘Contrafactuales’ (Turner libros, 2024), de Richard J.Evans.

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