
Un momento...
Ethic para Airbnb
Con sus ciudades llenas de vida, el azul intenso de sus costas, la quietud de sus montañas y sabores que han conquistado medio mundo, España lleva años siendo uno de los imanes favoritos de Europa. Las cifras lo demuestran: Según datos del INE, entre enero y julio llegaron al país 55,5 millones de visitantes extranjeros, un 4,1 % más que en el mismo periodo de 2024, mientras que el gasto total de estos turistas superó los 76.074 millones de euros, con un incremento del 7,2 % respecto al año anterior.
El problema es que no todos los rincones españoles se benefician por igual de este éxito. El informe El alquiler de corta duración como revitalizador de la España rural, elaborado por Afi para Airbnb, revela que desde 2021 las poblaciones no rurales han experimentado un crecimiento del 170% en la llegada de turistas internacionales, mientras que los municipios muy rurales solo han crecido un 78%. Esto significa que buena parte de las oportunidades económicas que genera el turismo se concentran en las grandes ciudades o en las localidades más cercanas a los circuitos tradicionales.
Esa desigualdad no solo se refleja en el número de visitantes, sino también en la forma en que gastan su dinero durante la estancia. Existen importantes diferencias entre lo que gastan los turistas nacionales y los internacionales. El gasto de los turistas nacionales se concentra más en alojamiento (26%) y transporte (25%), mientras que los turistas internacionales destinan a ambas categorías cerca del 40%, diez puntos menos. También ocurre con la restauración: representa el 25% del gasto de los turistas nacionales, pero solo el 16% para los internacionales. Sin embargo, en los municipios más rurales, los viajeros extranjeros tienden a gastar más en ocio y actividades —hasta 6 puntos más que en los municipios más turísticos—, lo que sin duda beneficia a los comercios y las empresas locales.
Las razones de este desequilibrio son múltiples. Por un lado, las ciudades ofrecen más conexiones de transporte, una infraestructura hotelera más desarrollada y una oferta cultural muy variada. Por otro lado, muchos pueblos todavía no cuentan con la promoción, los servicios o las experiencias adaptadas a un viajero internacional que, en ocasiones, desconoce lo que puede encontrar fuera de las rutas habituales. La situación está cambiando poco a poco, ya que actualmente, mientras que el 75% de los pueblos rurales carece de hoteles, más de la mitad ya cuenta con al menos un hogar destinado al alquiler de corta duración.
Este patrón se repite en muchos países europeos, en los que el turismo internacional tiende a concentrarse en las grandes capitales o en zonas muy promocionadas. En el caso español, el informe de Afi destaca que, cuando se consigue atraerlo, el impacto económico del turismo en los pueblos es notable. Solo en 2024, los 13 millones de turistas que visitaron municipios de menos de 10.000 habitantes y se alojaron en alquileres de corta duración generaron un impacto económico de 1.690 millones de euros (turistas nacionales) y casi 3.874 millones (turistas internacionales). Pese a que ambos grupos representaron proporciones similares de visitantes, los extranjeros concentraron más de dos tercios del gasto total.
La apertura de alquileres de corta duración ha sido clave en este fenómeno: se asocia a un crecimiento del 14% en el número total de turistas y, en el caso del turismo internacional, a un aumento del 36% en los municipios que incorporaron este tipo de alojamiento. Esto no solo diversifica la dependencia del turismo nacional, sino que atrae visitantes de mayor gasto medio y con una clara repercusión económica local.
El reto está en captar a ese visitante. El turista nacional ya conoce el territorio y sus atractivos, pero el visitante extranjero, en cambio, requiere un trabajo más intenso de promoción internacional, mejoras en la conectividad y una oferta que combine comodidad con autenticidad.
Las oportunidades están ahí. Cataluña, Andalucía y la Comunidad Valenciana han mostrado crecimientos importantes en el turismo internacional rural cuando han invertido en promoción y han facilitado el alojamiento a través de alquileres de corta duración. Pero las administraciones tienen que dar un paso más y avanzar hacia una regulación diferenciada para las viviendas turísticas rurales.
Se trata de que estas zonas dispongan de un marco normativo propio, más adaptado a sus características. Con un registro oficial que identifique municipios prioritarios y el impulso de ayudas públicas para proyectos rurales sostenibles, este modelo podría suponer un importante motor de desarrollo.
Estas medidas pueden reforzarse con otras estrategias para colocar en el mapa esos tesoros rurales que muchos no saben que existen. La primera, potenciar la promoción digital de los destinos en mercados internacionales, medios digitales, redes sociales y el trabajo compartido con agencias de viajes especializadas. La segunda, reforzar la infraestructura de transporte y señalización en distintos idiomas, lo cual permite a un turista extranjero moverse sin problemas. La tercera, fomentar las experiencias diferentes: aulas de cocina local, rutas de artesanos, visita a bodegas.
Desde el punto de vista económico, redistribuir el turismo favorece la creación de empleo y el mantenimiento de servicios en las áreas menos concurridas. En muchos municipios, la llegada de visitantes supone un impulso para mantener abiertos negocios que de otro modo no serían viables, así como para crear empleo en sectores ligados al turismo. Según Afi, en los pueblos que han conseguido aumentar el flujo internacional, el empleo local vinculado a la hostelería y el comercio crece hasta un 4% anual.
No lo estamos haciendo nada mal, como demuestran los resultados de la tercera Encuesta de Satisfacción de Turistas Internacionales, elaborada por el Instituto de Turismo de España (Turespaña) para 2024, según la cual el porcentaje de turistas «muy satisfechos» que visitaron España el año pasado subió hasta el 66,2%, frente al 65% en 2023. Más del 56% de los turistas manifestaron su intención de volver a pasar aquí sus vacaciones en el plazo de un año.
El desafío de España no es, por tanto, atraer más turistas internacionales —en eso ya somos una potencia consolidada— sino repartirlos mejor por el territorio. Llevarlos más allá de las grandes ciudades y mostrarles que en los pueblos también hay historias que contar, paisajes que descubrir y sabores que degustar.
El futuro del turismo internacional en España podría escribirse en clave rural si se aplican las estrategias adecuadas. Desde la digitalización y la promoción internacional hasta la mejora de servicios e infraestructuras, las herramientas están sobre la mesa. Falta dar el paso y abrir las puertas de la España menos conocida a quienes, hasta ahora, se han quedado en la superficie. Porque el verdadero viaje empieza cuando uno se atreve a explorar a fondo el mapa.
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