Un momento...
Existe una expresión, «pobreza multidimensional», para describir el abismo invisible que supera la mera falta de ingresos. Es una red compleja de carencias que aprisiona en silencio: cuando falta no solo el dinero, sino también la oportunidad de acceder a la educación, a la salud digna, a una vivienda segura o a servicios básicos como el agua potable. En este contexto, la pobreza se convierte en un cerco que limita la vida en todas sus dimensiones, afectando no solo al cuerpo, sino también al espíritu. La pobreza multidimensional es la medida de un mundo en el que, pese a los avances tecnológicos y científicos, millones de personas viven bajo una sombra que sofoca sueños, restringe libertades y aplaza el futuro.
Según la última actualización del Índice de Pobreza Multidimensional de 2024, publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y Oxford Poverty and Human Development Initiative, en el mundo hay 1.100 millones de personas que viven en una situación de pobreza extrema, esa a la que se ha puesto el calificativo oficial de «multidimensional».
La pobreza en el mundo actual es una herida abierta, un reto que persiste y resiste, marcando la vida de millones de personas y desafiando el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030. Según el Banco Mundial, cerca de 700 millones de personas intentan sobrevivir con menos de 1,90 dólares al día, atrapadas en una realidad donde la escasez de ingresos se suma a la falta de acceso a recursos tan básicos como el agua potable, la educación o los servicios de salud. Esto supone el 8,5% de la población mundial, y se prevé, siendo optimistas, que sea el 7,3% de la población en 2030.
En regiones como África subsahariana, América Latina y el sur de Asia, las diferencias sociales perpetúan un ciclo en el que la pobreza y la falta de oportunidades se retroalimentan, atando a las comunidades más desfavorecidas a un destino que se convierte en herencia.
África subsahariana: El informe de pobreza del Banco Mundial indica que aproximadamente 534 millones de personas, cerca del 56% de la población en esta región, vive en condiciones de pobreza extrema (con menos de 2,3 euros al día) debido a conflictos, crisis económicas y desastres climáticos que afectan a esta región más que a otras partes del mundo.
América Latina y el Caribe: Según el análisis del Banco Mundial y de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), aproximadamente el 4,6% de la población de la región vive en pobreza extrema (cerca de 30 millones de personas), mientras que aproximadamente el 10,8% vive con menos de 3,3 euros diarios.
Sur de Asia: Los datos más recientes del Banco Mundial indican que alrededor de 207 millones de personas, el 10,9% de la población de la región, vive en situación de pobreza extrema. Este índice es alto en países como India, Bangladesh y Pakistán, donde las dificultades de acceso a servicios básicos, como agua potable y educación, dificultan los esfuerzos de reducción de la pobreza.
Para abordar esta realidad, el mundo necesita un enfoque global que incluya salud, educación, justicia social y desarrollo económico. Los esfuerzos de gobiernos, organizaciones internacionales y de la sociedad civil buscan abrir oportunidades, creando redes de apoyo y resiliencia. Programas de microseguros, transferencias de efectivo y educación financiera pueden ser el comienzo de una tarea titánica que requiere del esfuerzo de todos.
Entre estas iniciativas nacen los «microseguros». Estos servicios, diseñados específicamente para poblaciones de bajos ingresos, facilitan el acceso a mecanismos de protección y compensación, ya que suelen cubrir contingencias básicas. Según Fátima Lima, directora de Sostenibilidad de MAPFRE Brasil, «son seguros dirigidos a la población de bajos ingresos y adaptados a sus necesidades, tanto en la forma de distribución como en las coberturas y servicios ofrecidos».
Por ejemplo, los microseguros de salud pueden cubrir los costes de tratamientos médicos, hospitalización y medicamentos, lo que es crucial en comunidades donde el acceso a servicios de salud es limitado y costoso. Los microseguros de vida proporcionan un apoyo financiero a las familias en caso de fallecimiento del sostén de la familia, ayudándoles a cubrir gastos funerarios y a mantener su estabilidad económica. Los de propiedad y responsabilidad pueden proteger a las personas contra pérdidas materiales debido a desastres naturales, robos o accidentes. Esto es especialmente importante en áreas propensas a catástrofes ambientales, donde las pérdidas materiales pueden ser devastadoras para las familias de bajos ingresos.
Al proporcionar una red de seguridad financiera, los microseguros permiten a las personas gestionar mejor los riesgos y mantener su estabilidad económica.
La tecnología ha sido fundamental en la expansión de estos seguros: plataformas digitales permiten a los usuarios acceder a servicios de forma remota y a costos accesibles, abarcando tanto áreas urbanas como rurales donde la presencia de aseguradoras tradicionales es limitada.
Según el Landscape of Microinsurance Study 2023, realizado por Microinsurance Network en colaboración con el PNUD, los microseguros suponen una protección para casi 330 millones de personas en 36 países, donde el acceso a seguros convencionales es limitado. Este estudio destaca que, si bien la industria de microseguros ha crecido, aún queda un amplio margen de acción, pues alrededor del 88% de la población en países de bajos ingresos carece de ninguna protección vital.
Los microseguros tienen un papel crucial en el avance de los ODS, específicamente en objetivos relacionados con la reducción de la pobreza (ODS 1), la mejora de la salud y el bienestar (ODS 3) y la promoción de la igualdad (ODS 10). Al ofrecer una solución accesible y asequible para la gestión de riesgos, estos seguros no solo mejoran la capacidad de las familias para enfrentar adversidades, sino que también contribuyen a la reducción de la pobreza intergeneracional. Instituciones como la Organización Internacional del Trabajo destacan que el acceso a seguros inclusivos permite a las familias invertir en otras áreas, como educación y pequeños negocios, lo cual impulsa el desarrollo económico y social a largo plazo.
Existen numerosos casos de éxito que demuestran el impacto positivo de los microseguros. Uno de ellos es MAPFRE na Favela en Brasil. Este es un innovador proyecto de microseguros, diseñado para ofrecer protección a los emprendedores y habitantes de las favelas en Brasil, un sector históricamente excluido del acceso a seguros. En palabras de Fátima Lima, «la gran diferencia de MAPFRE na Favela ha sido entrar en contacto con el ecosistema de la favela para comprender las necesidades locales, y así aprender e integrar estas demandas específicas en su modelo de negocio. Escuchar al cliente es uno de los pasos principales en el proceso de desarrollo de un producto y eso es lo que hemos hecho».
La alianza con organizaciones locales como G10 Favelas y Vivenda da Criança ha sido clave para la puesta en marcha del proyecto, aprovechando su arraigo en estas comunidades para conocer de cerca la realidad de los que viven en la favela e identificar sus necesidades básicas.
Con el apoyo adecuado y la colaboración de todas las partes interesadas, los microseguros pueden desempeñar un papel clave en la reducción de la pobreza y la promoción de la igualdad y la justicia social.
Un momento...