Un momento...
Radiante y sereno, como haciendo honor al clima del Aeródromo de Pollença (Mallorca) donde se celebra el seminario científico Bosque Marino en el que interviene, Jorge Terrados, científico titular del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados IMEDEA (CSIC-UIB), charla con Ethic sobre uno de sus proyectos más recientes. Mientras explica la importancia de los bosques marinos de posidonia oceánica, capaces de acumular un porcentaje de la huella de carbono de los océanos y albergar unas 700 especies, a unos metros de nosotros, en el mar, tenemos una muestra de ese regalo invisible desde la superficie. Se trata de dos hectáreas de esta planta que Redeia e IMEDEA comenzaron a restaurar en 2018 y que a día de hoy tienen un índice de supervivencia del 95%. Dado el éxito de esta iniciativa, Redeia ha querido fundar con Ecomar la plataforma Bosque Marino, una alianza estratégica para impulsar iniciativas dirigidas a la conservación, restauración y mejora de los ecosistemas marinos y cuya primera acción conjunta será la replantación de praderas de posidonia oceánica en las aguas de la Comunidad Valenciana.
Es bastante buena y, en comparación a otros sectores del litoral, tenemos mucha suerte. No tenemos ríos ni industria y la calidad del agua es buena en general, excepto en algunos puntos concretos, afectados por la acumulación de actividades humanas, como el puerto de Palma. En ciertos sitios de la isla ha habido perturbaciones y daños que han hecho que las praderas se hayan perdido, y en esos lugares es donde hay que estudiar si es viable y tiene sentido hacer una restauración.
Primero, porque es una especie muy importante desde el punto de vista ecológico, y segundo, porque es una especie muy frágil. Si la posidonia, aun siendo lo importante que es, tuviera una alta capacidad de recuperación natural, a lo mejor no habría que preocuparse por ella. Pero el problema es que crece muy lentamente y la capacidad que tiene para poder recuperarse por sí sola es muy baja. La restauración es una alternativa que se puede utilizar cuando se quiere acelerar ese proceso natural de recuperación.
Es igual al proceso de plantado de cualquier planta terrestre. Hay dos formas de plantarla: a partir de plantas pequeñas que se han obtenido germinando semillas de posidonia o a partir de fragmentos de rizoma, es decir, trozos de planta adulta que se colocan en el fondo marino. Nos aseguramos de seleccionar un material que no interfiera con el ciclo de vida de la posidonia. Los frutos de posidonia se dispersan de forma natural y algunos llegan a la playa. Nosotros los cogemos antes de que se sequen y mueran, extraemos la semilla y seleccionamos las que están en buenas condiciones. Cuando germinan, tenemos estas plantitas que plantamos de forma manual con buceadores. Lo que ocurre es que la posidonia no florece todos los años. No todos los años hay frutos y semillas. Entonces, la otra opción es trabajar con estos fragmentos de rizoma, estos trozos de planta adulta que se generan por la dinámica marina. Las tormentas y el oleaje los desprenden de la pradera y se acumulan en el fondo marino, donde los buceadores van a buscarlos. Seleccionan los que están en buen estado y esos son los que utilizamos para plantar. Les proporcionamos un anclaje artificial en forma de U a la que se ata el fragmento para que le dé la oportunidad de echar raíces y fijarse al sustrato, lo que suele requerir uno o dos años.
La realidad es que aún no se ha visto. No hay ningún estudio que lo haya podido observar, precisamente porque crece muy lentamente. Según las estimaciones de los modelos de crecimiento, elaborados a raíz de tasas y velocidades de crecimiento, podríamos estar hablando de siglos.
Realmente no hemos tenido grandes dificultades y, de hecho, hemos podido ejecutar el proyecto más o menos según el plan previsto. Lo más complicado han sido las pautas del trabajo en el mar y conseguir el material suficiente para plantar la posidonia, porque teníamos un objetivo ambicioso: restaurar dos hectáreas del fondo marino. Nunca hasta ahora se había plantado en una superficie tan grande, y al principio dudábamos de si sería posible conseguir material suficiente. Pero al final se consiguió. También el trabajo de seguimiento en el medio marino es más difícil que en tierra. En una hora de trabajo en tierra haces más cosas que buceando en el mar.
La investigación es muy importante. Usando el símil de una enfermedad, para saber qué está pasando y poder aplicar un tratamiento, necesitamos entender cómo funciona el cuerpo humano, ¿no? Pues la naturaleza es lo mismo. Necesitamos saber cómo responde a los cambios naturales causados por el hombre para poder gestionar bien nuestras actividades, de forma que no hagan daño a la pradera. Para eso tenemos que conocer las distintas opciones con las que contamos y su impacto en el medio marino. Y para eso hace falta conocimiento científico que nos permita, de forma objetiva, producir un conocimiento que no dependa de quién lo produce, sino que sea algo contrastable y que pueda ser utilizado por otras personas en su propia investigación. Necesitamos ese conocimiento de cómo funcionan los ecosistemas y cómo responden a las perturbaciones para hacer una correcta gestión de nuestras actividades de forma que no causen daño a la vida.
Me sorprende todo: la diversidad de organismos que hay y la capacidad que tiene la vida de aprovechar cualquier oportunidad que se le da. A poco que nosotros ayudemos a la naturaleza o que dejemos que la naturaleza siga su curso, es muy probable que pueda recuperarse otra vez. El problema es que los ritmos de la naturaleza son distintos a los nuestros.
Yo creo que sí. Hay mucha y hemos mejorado mucho en los últimos años, pero es cierto que hay gente que no es tan consciente de los problemas y muchas veces las actitudes o las opiniones se basan en desconocimiento. Cuando se explican las cosas, entonces uno toma conciencia y cambia sus decisiones. Hace falta informar de todo esto a los que mandan ahora, a los adultos, pero también a los niños, que serán los que tomarán las decisiones.
Creo que es posible, pero otra cosa es que ocurra. Para ello, tendríamos que dejar que la naturaleza se recupere y parar de dañarla, permitir que siga con sus procesos y no interferir en ellos. Seguramente, durante esa recuperación cambie, aunque eso es la evolución natural de la vida.
Ya sabemos mucho sobre cómo funcionan los ecosistemas (tanto marinos como terrestres) y los efectos de las actividades humanas. Debemos aplicar todo ese conocimiento para vivir de una forma más equilibrada con el entorno. Y, donde no sepamos qué hacer, hay que investigar para saber cómo mejorar.
Uno de los problemas que tiene la investigación en España, comparado con otros países, es que se financia con fondos públicos y que faltan aportaciones del sector privado, que es una forma de mejorar la investigación. Los proyectos de investigación tradicionales de convocatoria pública duran entre dos y cuatro años, lo que es muy poco en el caso de la posidonia. En Redeia, nos han dejado total libertad para determinar cómo abordamos el problema y el tiempo que necesitamos para monitorizarlo. En cuanto a concienciación, la mayor parte de los países estamos al mismo nivel. Antes solo se hablaba de conservación, y ahora se habla mucho de restauración. Hasta ahora el discurso ha sido «no hay que hacer esto» o «estamos perdiendo especies», pero ¿qué puedo hacer yo en positivo? La restauración se resume en acciones que favorecen a la naturaleza, y mucha gente se apunta, porque es más motivador.
Lo que se debe mejorar para tener un resultado más inmediato es la gestión de las actividades humanas actuales, sobre todo aquellas que causan daño a la naturaleza. Por ejemplo, si sabemos que las aguas residuales causan un impacto en el medio marino, tenemos que preocuparnos de hacer un buen tratamiento de ellas. Esto es muy importante, tanto para la posidonia como para muchos otros organismos marinos. Si necesitamos agua limpia para nuestras ciudades, nuestras industrias y nuestra agricultura, cuando la descartemos se tiene que poder reciclar. Al ser un bien escaso, no debe causar daño al devolverla al medio. También es necesario gestionar actividades que sabemos que causan un impacto directo en las praderas, como por ejemplo el fondeo. Hay que mejorarlo para que ese impacto sea mínimo o no se produzca. Sin embargo, hay veces que no hay más remedio que hacer algún daño, porque se espera obtener un bien superior. Un ejemplo es la conexión de las islas con un cable eléctrico que garantiza un suministro de energía más seguro, con mayor proporción de origen de fuentes renovables y que permite reducir emisiones de CO2. En ese caso se hace un daño (al fondo marino), que se asume como un coste y se encuentra la forma de recuperarlo (la restauración).
Que en el medio marino es más eficiente conservar que restaurar. Comparando la conservación con la restauración, lo que cuestan y los resultados, la conservación es una herramienta muy potente. Si lo restauro, no lo protejo y lo pierdo, ¿para qué restaurarlo?
Un momento...