Déjenme vivir en mi zona de confort

Desde hace algunas décadas, el lenguaje económico se ha adueñado del espectro semántico que trata de lo emocional y lo afectivo. Nos dicen que demos lo mejor de nosotros, que nos saquemos rendimiento, que aprovechemos las adversidades para crecer. Como si dependiese únicamente de nosotros mismos.