León y el viaje del electrón

por Mónica Carretero

León y el viaje del electrón

Me llamo León. Mis padres me pusieron este nombre porque dicen que cuando estaba dentro de la tripa de mamá, no paraba de moverme y dar patadas. Ya estaba lleno de energía.

Hoy es mi primer día de clase y mamá me lleva en su coche nuevo. Está feliz. Es un coche eléctrico. Ya no paramos en las gasolineras porque se carga con un enchufe en el garaje. Es como cuando cargas un móvil en casa, pero a lo grande. Mis padres me han dicho que de esta manera, al no usar gasolina, no sale humo y el planeta se mantiene más limpio. Pero esto ya lo sabía yo. Ya sé lo importante que es cuidar nuestro planeta porque el año pasado el director de nuestro colegio, que también es profesor de Ciencias, Don Chispas, estuvo hablándonos de todo lo que debíamos hacer para que la Tierra viviese muchísimos años.

Cuando estábamos todos sentados, después de no parar de hablar y contarnos un montón de cosas del verano, Don Chispas puso orden y nos preguntó:

—¿Alguno de vosotros sabe qué es la electricidad?

—Lo que hace que haya luz dentro de las lámparas —gritó Rodrigo.

—Lo que hace que podamos ver pelis en la tele —dijo Nicolás.

—El coche de mi madre se mueve porque funciona con electricidad —dije yo.

—¿Y alguien sabe de dónde sale la electricidad? —siguió preguntando Don Chispas.

—Debe ser algo mágico —dijo Miguel.

—Acercaos todos a las ventanas que dan al patio —ordenó Don Chispas. 

Y todos corrimos haciendo un ruido enorme. Cuando nos asomamos estaban los alumnos de Primaria en el patio, había muchísimos, todos jugando y corriendo como locos.

—Vamos a ver, ¿qué es lo primero que os llama la atención? —preguntó Don Chispas.

—Que Manolo acaba de estamparse contra Ernesto y se le ha caído el bocadillo —dijo Carlos señalando la escena, y todos nos reímos cuando la señorita Ana le echó una buena reprimenda partiendo su bocadillo en dos y dándole la mitad a Ernesto, que estaba muy enfadado.

—¡Venga, venga! —dijo Don Chispas—. Fijaos bien. ¿No hay nada que os llame la atención?

—Que parece que todos están locos, corriendo de un lado a otro. ¡No paran de moverse!

— Muy bien —le dijo Don Chispas a María, que nos miró a todos con cara de listilla. 

—¡Se mueven sin parar! ¡Están llenos de energía! —gritó Don Chispas levantando los brazos, a la vez que con sus gestos nos mandaba sentar. —¡Pues vamos a imaginar que todos vuestros compañeros son electrones! Fundamentales para que exista la electricidad.

Yo me quedé mirando a todos los niños del patio y pensé:

—¿Electro… qué?

—Electrones —escuché en mi oído. Esa vocecita repitió —Electrones.

—Pero… ¿quién me habla? —todos mis compañeros habían vuelto a sus sillas, y Don Chispas escribía en la pizarra…

—Soy yo, un electrón, estoy sentadito en tu oreja, no me puedes ver porque soy una partícula diminuta. Tú y yo vamos a hacer un viaje para conocernos mejor y enseñarte cómo nos convertimos en electricidad, eso que Miguel llama «magia» —y rió. 

—Pe… pero… ¿estoy soñando? —pensé, cuando de pronto mi cuerpo se empezó a hacer muy pequeño, tanto que mis compañeros de clase se convirtieron en manchas de colores. Solo oí a Miguel gritar al profesor:

—¡Don Chispas, León ha desaparecido!

Pero yo ya estaba volando dentro de una especie de burbuja transparente muy veloz. 

—¿León, vas cómodo? —escuché. 

—¿Qui… quién eres? —pregunté muerto de miedo. —¿Dónde estoy?

—Soy la vocecita que te susurraba al oído. Estás en mi interior. Soy un electrón. ¿Qué te parecen las vistas, León?— me preguntó.

—Impresionantes —le dije mientras pensaba que me había vuelto majareta. Aunque realmente, y aunque estaba asustadísimo, lo que me estaba pasando era increíble.

Veía el mar, las ciudades, los bosques, los ríos, las montañas. Se parecía mucho a cuando fuimos en avión a ver a los abuelos. Pero esto era mejor porque volaba dentro de una especie de esfera del futuro transparente.

—León, —dijo el electrón— fíjate bien en la luz del sol, en los mares con sus grandes olas y siente el viento que nos mueve igual que a los pájaros que planean a nuestro lado. Y mira también las montañas, los valles y los desiertos. Todo eso es el principio de todo nuestro trabajo. Es de la naturaleza de donde sacamos todas las materias con las que los electrones trabajamos para producir la electricidad: de la luz y el calor del Sol, del viento, del agua… Hay otras formas como el carbón y el gas… pero esas son un poco sucias… ¡y hay otras nuevas que son mucho más limpias!

Entonces me fijé en que estábamos rodeados de electrones igual que nosotros. 

¡Había miles! No, ¡trillones! 

—¡Están por todas partes! —le dije gritando de la emoción y pegando mi nariz al cuerpo transparente de mi amigo—. Y mira, muchos viajan en parejas —dije saludando a dos que nos pasaron rozando.

—Es que los electrones tenemos una carga negativa y necesitamos para crear electricidad un protón amigo con carga positiva. Viajar al lado uno de otro es muy importante.

—¡Entonces sois como mi amigo Miguel y yo, que cuando estamos juntos no hay quien nos pare!

En ese momento se nos acercó otra nave parecida a la nuestra que se nos pegó como un imán.

—Hola compañeros, soy Protón, encantado de hacer el viaje con vosotros. En cuanto se nos pegó, el pelo se me puso de punta y sentí un calambre agradable en todo mi cuerpo.

—¡Hola Protón! Encantado de conocerte —grité más nervioso que de costumbre.

—¡Lo mismo digo! —contestó—. Es la primera vez que viajo con un electrón con tanta carga: negativa y tripulante a bordo—. Y empezó a reír a carcajadas.

—¿Qué tal vas Electrón? ¿A dónde te parece que vayamos hoy a trabajar? —le preguntó a mi amigo. 

—Había pensado acercarnos a un molino, así le enseñamos cómo creamos energía limpia con la ayuda del viento —contestó mi amigo.

León y el viaje del electrón

Fuimos descendiendo hasta una colina que tenía unos palos alargados y en la punta unas aspas que se movían en círculo. Estaba claro que eran los molinos de los que hablaban. Los había visto desde la carretera en muchas ocasiones.

Electrón se colocó unos cascos y Protón otros, el viento y las aspas hacían tanto ruido que sin ellos era imposible oírse.

—Electrón hablando a Protón, ¿me recibes? 

—Alto y claro, Electrón. 

Electrón se retiró el micrófono de los cascos y me dijo:

—Hoy tenemos suerte y vamos a crear energía limpia. Tan solo usaremos el viento. Junto al agua y la luz del Sol son los tres elementos que más cuidan el planeta. Los humanos lo llamáis energías renovables. No contaminan nada en absoluto.

Empezamos a descender y nos metimos en un torbellino de viento.

—¡Objetivo conseguido! —dijo Protón. —¡Buena entrada, amigo!

—Ya estamos en la central eléctrica, León —me anunció Electrón—. Ahora esas luces nos indicarán en qué galería debemos meternos para repartir la electricidad. Estas galerías son las que llegan a vuestras casas. 

—¡Son cables gigantes! —grité.

Nos introdujimos en una de ellas. Íbamos acompañados de miles de parejas de electrones y protones, todos hablaban entre ellos, parecían bromear porque todos se reían. Íbamos a una velocidad de vértigo. 

—Aunque recorremos cientos de kilómetros, en un abrir y cerrar de ojos llegamos a nuestro destino.

—Electrón —le dije—, antes de que lleguemos quería decirte que este viaje ha sido el mejor de mi vida…

Pero una luz intensa me cegó. Al abrir los ojos ¡estaba en mi clase! Don Chispas acababa de encender las luces porque el día se había nublado. Y comentaba que aún hay aldeas a donde no llega la electricidad y que eso les hace vivir de forma muy oscura, que es importante electrificarlas. María le interrumpió.

—León, ¿dónde te habías metido?

—Mmm… ¡Había ido a buscar a mi muñeco preferido! Se llama Frankenstein y le dio vida un rayo que se transformó en electricidad.

Miguel, que se sienta a mi lado, se partió de risa, y como su risa es contagiosa toda la clase le imitó. Hasta Don Chispas se reía.

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Mónica Carretero es escritora e ilustradora.