La hora del propósito
Las compañías deberán demostrar su impacto social para justificar su existencia en el mercado.
Las compañías deberán demostrar su impacto social para justificar su existencia en el mercado.
«Debemos rechazar todo intento de justificar la limitación del derecho de libre opinión», escribe Luis Suárez Mariño.
La crisis servirá para que muchos medren y otros, probablemente los más desfavorecidos, pierdan.
«Es preferible vivir entre mentiras que vivir controlado por el poder», subraya Juan Soto Ivars.
¿Qué mejor caldo de cultivo para los bulos y la posverdad que una sociedad dividida concienzudamente durante siglos?
«En medio de esta crisis dar es la única opción», escribe Antonio Huertas, Presidente y CEO de Mapfre.
Los dirigentes tendrán que explicar las razones de sus desatinos.
«La solución a la crisis solo podemos hacerla a través de sinergias y alianzas», escribe Elena Galante.
Compartimos los esfuerzos para encontrar una cura que nos lleve hacia la victoria, pero no compartimos la derrota.
Vivimos en un día de la marmota que parece no tener fin, pero la pandemia no cambiará los instintos básicos más humanos.
En tiempos difíciles, nuestra obligación es profundizar en los clásicos: si no se avanza recordando, se tropieza.
La ciudadanía está siendo ejemplar y por eso nos hemos dado cuenta de que no siempre tenemos los líderes que merecemos.
Vamos a necesitar otra demoscopia, otra mirada, otra lectura de la sociedad nerviosa.
La sociedad post-virus será exigente para con los poderes públicos en cuanto a un concepto amplio de la seguridad.
El concepto, que hace referencia a la lealtad, la solidaridad y el hermanamiento, es necesario ante la crisis.
Cuando el coronavirus nos dé tregua ya no seremos los mismos. Y, entonces, no tendrá sentido volver a hacer lo mismo.
Aunque la agenda global se reordene, no podemos retroceder en la lucha contra el cambio climático o la desigualdad.
Aunque hemos de revisar nuestra forma de vida, no podemos dejar de refugiarnos en nuestra vocación de conectar.
Es esencial que, tras la pandemia, la reconstrucción de la economía integre la sostenibilidad como piedra angular.
En una crisis sanitaria de este tipo, no importa tanto el régimen político como la eficacia del Estado.
Nuestro futuro depende de que la cooperación se imponga sobre el individualismo y el «egoísmo biológico».
Ahora tengo que acostumbrarme a ir tirando, tirando de mí mismo, de residuos del pasado.
Hoy nada nos es lejano, pero hay realidades que se nos escapan e individuos a los que no podemos ayudar colectivamente.
Nadie sobra en la lucha contra la violencia machista: cuantos más seamos y actuemos, antes daremos con la solución.
Hay películas hollywoodienses reaccionarias y cine de autor claramente progresista, pero son más excepción que regla.
Tras un demoledor informe, la sanidad británica ha cerrado el servicio que atendía y medicaba a los menores trans.
No hemos perdido el gusto por el despelleje ajeno, pero ahora cualquiera puede hacerlo sin necesidad de un micrófono.
Los jóvenes de entre 15 y 25 años son cada vez más infelices y lo son en mayor proporción que los mayores.
Una nueva escuela alternativa emerge con fuerza en nuestras sociedades y compite con la institución escolar.
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