Donde el viento da la vuelta
Soledad, lejanía, espacio y silencio son más que palabras: son algunas de las emociones que nos invaden cuando pisamos las Marismas del Guadalquivir, en Sevilla. Una sensación similar a estar en el confín del mundo, tal como sugiere la expresión que recoge el joven acervo tradicional isleño: «Donde el viento da la vuelta». Es también el título homónimo de este proyecto dirigido por Pedro J. Saavedra, que cuenta con un solo protagonista: el territorio.
Y no es de extrañar: es un terreno difícil, colmado de dolor, olvido y desaliento, pero también de esperanza. Una vez, este lugar fue la tierra prometida. Su prolongada colonización de jornaleros para el cultivo del arroz y la pesca del cangrejo la convirtieron, si bien con muchas dificultades, en un lugar fructífero. Hoy, sin embargo, este sueño apenas se ha convertido en un lejano recuerdo.