«La ciudadanía no está apostando por la vuelta al bipartidismo»
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Eduardo F. Rubiño (Madrid, 1991) es el presidente del Grupo Parlamentario Más Madrid, una formación que dedica buena parte de su programa político a cuestiones conectadas con la sostenibilidad. Hablamos con él sobre la situación política, el medio ambiente y las ciudades del futuro.
Madrid es una de las ciudades de España que continúa con niveles de contaminación incompatibles con la buena salud. ¿Qué debería cambiar para mejorar esta situación? De hecho, ¿cree que el actual gobierno municipal está haciendo lo suficiente?
El actual Gobierno de Almeida está caminando en la dirección contraria. No solamente está siendo pasivo ante este problema, sino que –lo que es más grave– está intentando revertir algunas de las medidas que llevamos a cabo en la anterior legislatura en la lucha contra la contaminación. Parece que el Partido Popular quiere ir en contra del sentido común y de la mayor parte de ciudades en Europa. Nosotros creemos que no sirven de nada las medidas cosméticas, como poner un gran cartel diciendo que Madrid es verde, sino que hay que seguir profundizando en lo que es una realidad: que las grandes urbes tienen un problema en cuanto al número y el tipo de vehículos que pueden transitar por ellas. Hay que pacificar las ciudades, incrementar las zonas verdes y, sobre todo, reducir el tráfico en favor del transporte público.
Madrid no es la única ciudad que presenta estos problemas. ¿Habría que crear medidas a un nivel más general que fuesen extrapolables a todas las ciudades?
Sí, desde luego. Nosotros hemos reclamado al Gobierno central en repetidas ocasiones que sea más ambicioso con algunas medidas, como las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE). Creemos que hay que mandatar a todos los ayuntamientos a tomar medidas más fuertes en ese sentido. Europa ya lo está exigiendo. Desde todas las instituciones –y desde luego desde el Gobierno central y desde las comunidades autónomas– se tiene que remar en la misma dirección. Eso es una de las cosas que le reivindicamos a tanto al Gobierno central como al de Ayuso y, desde luego, al de Almeida. Sin embargo, lo que está haciendo el Partido Popular es entrar en una carrera muy arriesgada por competir con Vox sobre quién hace la barbaridad negacionista más grande.
«El Partido Popular está compitiendo con Vox sobre quién dice la barbaridad negacionista más grande»
Al hilo de esto, Madrid es una de las comunidades autónomas en las que la cuestión climática se ha convertido en material para la llamada guerra cultural. ¿Cómo se puede avanzar en un debate como este en este tipo de contextos?
La derecha que representa Ayuso está resucitando claramente el negacionismo más burdo. Lo vemos cuando escuchamos a su portavoz decir que es normal que en verano haga calor cuando se han superado todos los récords históricos. Esta imprudencia temeraria redunda en la nula capacidad de tomar medidas para abordar la lucha contra el cambio climático. Hemos intentado proponer cosas muy concretas que vislumbren lo que sería una Comunidad de Madrid que aborde estos problemas, como los colegios solares o el Polo Autosur. Son dos medidas: podríamos hablar de muchas más. La cuestión es que actualmente tenemos un páramo y todas estas propuestas –que son oportunidades perdidas cuando no se llevan a cabo– son recibidas con el nombre de comunismo, como si estuviéramos haciendo planteamientos muy radicales.
Acabáis de hacer una propuesta municipal en Madrid para incentivar el uso del transporte público: otorgar hasta 1.000 euros a cada familia que no tenga coche. ¿Ha llegado el momento ya no de incentivar simplemente el transporte público, sino de potenciar que desaparezca el privado para luchar contra el cambio climático?
Sí, porque por mucho que planteemos incentivos al transporte público –y no solamente hay que incentivarlo, sino mejorarlo ya que la gente lo utiliza cuando es útil: hemos propuesto ahora mismo un plan de líneas de autobús súper rápidas y que vertebren la ciudad de una forma que rompa con el tradicional eje radial– también hay que trabajar en la otra dirección; es decir, empezar a plantear que el número de vehículos que pueden entrar en una ciudad es limitado. Abordar este problema pasa necesariamente por la reducción.
Desde el punto de vista teórico se puede entender, pero ¿es completamente realista pensar en hacer desaparecer esos coches privados? De hecho, ¿hasta que punto esta medida es potencialmente extrapolable a otras comunidades autónomas o incluso a fuera de Madrid-ciudad? En la España vacía, moverse sin transporte privado puede ser muy difícil.
Coincido en que en las zonas rurales en las que no existen alternativas de transporte público reales y que enfrentan unos problemas de conexiones tremendos porque han sido tradicionalmente abandonadas por las instituciones no se puede pedir que se haga un esfuerzo inmediato y extra. Ahora mismo, las medidas que incentiven renunciar al vehículo privado tienen que estar destinadas a zonas concretas en las hablamos de una saturación, como puede ser el centro de las ciudades. No hay una receta única porque la desigualdad existente entre territorios –en la Comunidad de Madrid y en el resto de España– es enorme. En clave municipal hay competencias para afinar las propuestas y encontrar las soluciones más adecuadas. No sería especialmente rígido, ni creo que esta sea la receta única. Es una que se tiene que acompañar de otras muchas cosas y que puede tener sentido en lugares concretos y como parte de un plan más amplio.
«Las medidas que incentiven renunciar al vehículo privado tienen que estar destinadas a zonas en las hablamos de una saturación»
¿Cuál debería ser entonces esa receta más general?
Desde luego, tiene que ser una mirada integral que fortalezca el transporte público e incentive una movilidad más sostenible, pero también una que plantee un plan de restricciones al uso del vehículo privado. Que sea ambicioso, progresivo y acompañado de alternativas. Además, tenemos que ir mucho más allá: hay que apostar por pacificar las ciudades, empezar a peatonalizarlas y a generar más zonas verdes (y que eso poco a poco cambie las ciudades y las haga más habitables). Es una transformación que no va a llegar de la noche a la mañana, pero que en muchos lugares ya se está llevando a cabo.
Muchas medidas de ese tipo, a priori, suelen generar rechazo por una parte importante la población. ¿Es más fácil hablar de todos estos temas cuando se está en la oposición y, por tanto, cuando no hay que aplicarlas de forma inmediata?
Hemos demostrado que tanto en la oposición como en el Gobierno hemos caminado en la misma dirección. Cuando se toma una medida ambiciosa como Madrid Central, de alguna manera el ejecutivo se la juega. Sin embargo, nos encontramos con que la ciudadanía premia las medidas valientes, porque también hay una gran demanda de respirar un aire más limpio, de vivir ciudades más habitables y que apuesten más por la vida colectiva y menos por el caos. Creo que hay muchos ciudadanos demandando que los gobiernos apuesten por esta serie de medidas, incluso las que inicialmente pueden ser percibidas como más difíciles.
Uno de los grandes problemas a los que se enfrentan los habitantes de la Comunidad de Madrid son los altos precios del alquiler. Aunque han subido en toda España, Madrid es una de las comunidades con los precios más caros. ¿Qué ha creado esa singularidad en Madrid y qué se podría hacer para paliarlo?
Las políticas de vivienda de la Comunidad de Madrid solo han contribuido a elevar el precio y a seguir abriéndole la puerta a los grandes tenedores de vivienda para sus negocios sin límite. El problema de la vivienda está convirtiéndose en una auténtica pesadilla para la estabilidad de los jóvenes, pero no solamente para ellos: el gasto que supone el alquiler es absolutamente asfixiante y lastra las expectativas de vida de miles de ciudadanos. Las soluciones no son únicas, pero debemos hablar de regulación de precios. Hay que abordar este debate. No puede quedar en un limbo, como se encuentra ahora mismo tanto a nivel nacional como autonómico. Además, se debe ampliar el parque público en lugar de seguir apostando por este mantra planteado por la derecha de que simplemente hay que construir vivienda. En los tiempos de la burbuja inmobiliaria, España construyó tanto como Francia, Alemania e Inglaterra juntas y eso no significó que no hubiera una crisis. Esa solución nos parece totalmente irreal. Hay que apostar por políticas públicas que alivien esta situación y que, sobre todo, aborten el problema de raíz.
«Las soluciones no son únicas, pero debemos hablar de regulación de precios»
En 2021, una quinta parte de los madrileños estaba ya en riesgo de pobreza. ¿Cómo se ve desde Más Madrid el futuro económico inmediato, especialmente la llegada del invierno?
La situación de crisis energética provocada por la invasión de Ucrania y todas las consecuencias derivadas nos colocan en un invierno durísimo. Hay dos opciones: o lo abordamos de manera colectiva –intentando plantear que los costes de esta crisis se paguen fundamentalmente desde arriba– o, desde luego, quien lo va a acabar pagando una vez más es el grueso de la ciudadanía, especialmente los sectores más vulnerables, que son los que al final acaban pagando los platos rotos. Creemos que es totalmente imprescindible que ante una situación como esta se pongan todos los recursos a funcionar para aliviar la carga de las familias y las pequeñas empresas.
Más Madrid es un partido pequeño que empezó desde lo local y acabó teniendo una voluntad estatal. ¿Sigue siendo posible hacer política desde los márgenes de los grandes partidos?
Más Madrid se ha situado como una alternativa en Madrid a las políticas de la derecha y a los partidos tradicionales, y creo que lo ha hecho de una forma relativamente exitosa. Nadie podía suponer hace dos años que una fuerza como la nuestra iba a ser líder de la oposición, y estamos en el camino de consolidar esa alternativa. A nivel general, hemos planteado debates muy importantes que han tenido un impacto muy fuerte en la sociedad española y que han abierto conversaciones que los grandes partidos estaban olvidando, como puede ser el tema de la salud mental o la semana laboral de 32 horas. Estamos en la línea de impactar en la política de nuestro país y vamos a seguir empujando en esa dirección. Tenemos un proyecto que ha demostrado tener mucho futuro y una capacidad para visualizar propuestas y debates que van a ir llegando a nuestro tiempo y a marcar la vida política en nuestro país en los próximos años. Pienso que la vuelta al bipartidismo no es algo que vaya a suceder: la ciudadanía no está apostando por la vuelta a ese sistema. Más bien al contrario, está habiendo una cada vez mayor pluralidad de fuerzas políticas.
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