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El trayecto hacia una movilidad sostenible

La industria del transporte ha comprendido que cambiar el modelo hacia una movilidad sostenible es crucial para su futuro. Cabify quiere descarbonizar su flota antes de 2025 en España y en 2030 en América Latina.

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Yvonne Redin
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15
junio
2022

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Yvonne Redin

Si queremos comprender el impacto de los medios de transporte en la contaminación atmosférica se puede hacer un experimento muy simple: tan solo hay que subir hasta un punto alto de una ciudad densamente poblada y observar el horizonte. Si ha pasado tiempo desde la última vez que llovió, lo más probable es que se vea una nube de polvo cubriendo la urbe. Es la pista que cuenta qué está pasando con el transporte, uno de los grandes emisores de CO2.

Según las cuentas de la Unión Europea, el 30% de todas las emisiones de dióxido de carbono que se registran en el continente provienen del transporte. De ellas, un 72% las causan los vehículos terrestres. Por eso, a la hora de construir un mundo más sostenible y reducir el impacto de la huella de carbono, actuar sobre la cuestión de la movilidad se ha convertido en algo prioritario: la Unión Europea quiere que, en 2050, este sector haya reducido en un 90% las emisiones hasta alcanzar las cifras de 1990. 

Cambiar el parque de vehículos de la ciudadanía es crucial en este sentido –la mayoría de los compradores de coches en España sigue prefiriendo aquellos que usan combustibles fósiles–, pero también es importante que la industria del transporte se implique. El trayecto hacia una movilidad sostenible pasa por lograr una transformación a todos los niveles. Y, si bien entre la ciudadanía parece que hay todavía mucho que hacer, entre la industria del transporte las cosas son bastante diferentes.

Las compañías del sector se muestran más implicadas con los procesos de descarbonización. Han comprendido que apostar por una nueva movilidad, más verde y respetuosa con el entorno, resulta crucial para alcanzar los objetivos marcados por la Unión Europea, conseguir una sociedad mejor y, también, situarse en una posición firme en términos económicos. Si algo han confirmado los últimos meses es que mantener el modelo de movilidad del pasado no solo supone quedarse obsoletos en cuestiones medioambientales; tampoco resulta rentable desde el punto de vista económico.

Así, Cabify acaba de presentar su Estrategia de Negocio Sostenible para el periodo 2022-2025, refiriéndose a la movilidad sostenible como la pieza clave que marcará la senda a seguir en las decisiones corporativas. «Estamos trabajando para darle al ciudadano diferentes opciones sostenibles para moverse por la ciudad», asegura David Pérez, SVP de Stakeholder Relations de la empresa. Por ello, explica, el plan no se ha limitado a lo que se debe hacer en un área para ser más sostenibles, sino que funciona como algo transversal para toda la compañía. De hecho, en su diseño se han implicado todas las áreas. «Hay una responsabilidad con el entorno y la industria en los que estás y con el contexto que tienes. Nos gusta pensar que somos un agente de cambio», afirma.

«Hay una responsabilidad con el entorno y la industria en los que estás», asegura David Pérez, de Cabify

De entrada, la movilidad sostenible implica más responsabilidad. Supone, por ejemplo, ser realmente selectivos con cómo nos movemos, priorizando caminar cuando sea posible. También supone hacer partícipes de los retos de la movilidad sostenible y de sus logros a todas las partes de la cadena. La corresponsabilidad es una pieza fundamental para que los ajustes vayan adelante. 

Esto también lleva a propiciar un cambio en cómo se entiende la movilidad. Un coche que está dando vueltas por las calles vacío, esperando encontrar un pasajero, está lanzando emisiones sin que sea realmente necesario. Además, en la ciudad, un coche particular pasa la mayor parte del tiempo aparcado ocupando espacio. Los usuarios seguirán queriendo disponibilidad –y las compañías del sector seguirán buscando dársela– pero para conseguirlo habrá que corregir este tipo de situaciones, logrando que esos procesos intermedios funcionen en niveles de emisiones cero.

Nuevos vehículos y nuevas infraestructuras

El salto obliga a hacer un proceso de transformación tecnológica. No habrá descarbonización si no se cambian los elementos de base del transporte, abandonando las flotas de vehículos que usan combustibles fósiles por coches más respetuosos con el entorno, como los híbridos y, sobre todo, los eléctricos. El objetivo de Cabify es el de conseguir que el 100% de los viajes en su plataforma sea en flotas descarbonizadas o eléctricas, hito que espera alcanzar en 2025 en España y en 2030 en Latinoamérica.

Este cambio en la flota –el Banco Europeo de Inversiones ha anunciado la aprobación de un préstamo de 40 millones de euros para llevarlo a cabo– es crucial, pero también motivar a los usuarios del servicio para que se inclinen por estos vehículos. Para ello, la empresa ha lanzado un servicio para el mercado corporativo, «con niveles de disponibilidad adecuados», como asegura Alberto González, responsable de Movilidad en Cabify España, que solo ofrece vehículos híbridos o eléctricos. Quienes lo usen no tendrán que pagar tarifas más altas, pero para sus conductores sí subirá la ganancia por ofrecer ese servicio con un vehículo eco-responsable.

Cabify aspira a tener impacto en todas sus operaciones en España y América Latina con esta nueva estrategia de negocio sostenible. Para transformar la movilidad, la tecnología es una palanca clave y la empresa espera comprometer una inversión mínima de 44 millones de dólares en I+D+i antes de 2025. Al objetivo marcado para 2030, se suman otras acciones favorables a la movilidad sostenible. Cabify ya está potenciando el cambio: los vehículos eco – son ya el 11% de la flota latinoamericana– y está reduciendo las emisiones por kilómetro. Ahora, están en una media de 121 g CO2/km, menos que los 128 previos y por debajo de la media internacional, aseguran desde la compañía.

La apuesta por los supercargadores

Llenar la flota de vehículos eléctricos no es una solución mágica y rápida a un modelo más sostenible. Es importante no perder de vista que para que esos coches resulten útiles se deben crear las infraestructuras que garanticen su autonomía. Ahora mismo hay gasolineras en todas las esquinas, pero no tanto puntos de recarga accesibles y, sobre todo, rápidos. En eso, España falla. 

Un mundo más sostenible es también uno más igualitario o accesible para todos los grupos de la población

«Estamos a un tercio en puntos de recarga en lo que respecta a la media de los países más avanzados de Europa», recuerda González. España tiene 15.000 infraestructuras de carga pública: para cumplir con los objetivos marcados para 2030 se necesitarían 300.000. Para mantener a esa flota 100% descarbonizada en 2025, Cabify está instalando un sistema de «supercargadores» que en menos de 60 minutos logran una carga para una autonomía completa.

Igualmente, la sostenibilidad no supone únicamente ser más verdes y eliminar o neutralizar las emisiones de carbono. Como demuestran los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, un mundo más sostenible es también uno más igualitario o accesible para todos los grupos de la población. Teniendo en cuenta que el transporte es una pieza básica del día a día de la ciudadanía, en el dibujo de lo que supone una movilidad sostenible deben entrar también estas cuestiones. Hay que pensar en las personas. En esa línea, Cabify contempla la actuación en pilares de Personas y Prosperidad para impactar positivamente con su servicio y otras iniciativas a las comunidades en las que opera.

Desde 2019 Cabify es un servicio 100% accesible para personas ciegas, a través de la optimización de su app. Además, durante 2020, han implementado características en la aplicación para mejorar la accesibilidad y entender las barreras para personas sordas y personas mayores. Actualmente, 166.167 usuarios se benefician de estos servicios. «Estamos trabajando para que nuestros abuelos puedan coger un Cabify. Una aplicación como la nuestra no puede dejar atrás a nadie», explica David Pérez, señalando también la importancia de pensar en cómo las necesidades de diferentes grupos de personas –por ejemplo, usuarios sordos o ciegos– exigen nuevas características o adaptar los modelos.

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