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De la línea al círculo: el cambio de modelo económico que deben liderar las empresas

La transición hacia un modelo de economía circular, construido sobre los principios de la reducción de residuos y la regeneración de la naturaleza, resulta ya un cambio irreversible.

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Yvonne Redín
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Hace ya algunos años que venimos escuchando en la esfera pública, sobre todo en círculos políticos, sociales y empresariales, la urgencia e importancia de transitar de un modelo de economía lineal, basado en «extraer-producir-desechar», a un modelo de economía circular, construido sobre los principios de la reducción de residuos, la circularidad de los recursos y la regeneración de la naturaleza.

Algunos académicos, líderes empresariales o actores sociales empezaban ya a denunciar a finales del siglo XX la inviabilidad de una economía lineal debido a la finitud de las materias primas y de los recursos naturales y energéticos, además de problemas como la contaminación o el calentamiento global.

A pesar de que la industrialización ha generado en algunos países un espectacular desarrollo económico, es probable que estas sociedades hayan descuidado mantener una necesaria armonía con el planeta. Lejos de ser una ingeniosa y sofisticada idea de la modernidad, el modelo circular consiste en reconocer y seguir las normas de la naturaleza, e imitarlas en los distintos procesos productivos, así como en sus propios ciclos, en los que la materia, la energía o los recursos se conservan a través de procesos de transformación o regeneración.

Seguramente por ello nos resulten en cierta medida intuitivas las denominadas «siete erres» de la economía circular (rediseñar, reducir, reutilizar, reparar, renovar, recuperar y reciclar), aunque la aparente sencillez de sus postulados encuentre enormes dificultades para ponerlos en práctica debido a la complejidad de un sistema productivo global cada vez más interdependiente. Esta transición tampoco debería descuidar la importancia de abordar la sostenibilidad en el proceso productivo desde una perspectiva integral que ponga a las personas en el centro, y tenga en cuenta también la dimensión ética y social de los enormes cambios que están por venir.

Lejos de ser una ingeniosa y sofisticada idea de la modernidad, el modelo circular consiste en reconocer y seguir con cierta humildad los ciclos de la naturaleza

Por su parte, la Unión Europea se ha propuesto liderar a nivel global el desarrollo de políticas públicas encaminadas a fomentar un modelo de economía circular. Concretamente, la Comisión Europea presentó en marzo de 2020 el Plan de Acción para la economía circular, en el marco del Pacto Verde Europeo, que pretende la elaboración de productos más sostenibles, la reducción de residuos y el empoderamiento de los ciudadanos con nuevos derechos relativos a la circularidad, con el objetivo de que Europa se convierta en 2050 en el primer continente neutro en emisiones de efecto invernadero. Ante este desafío, la transición hacia la economía circular debe ser impulsada con un modelo de colaboración público-privada, en el que las empresas, el tercer sector y la sociedad civil lideren este proceso y sean los actores principales de este cambio.

En este sentido, destaca la actuación de Cepsa. La compañía energética se ha comprometido a aumentar en un 50% la circularidad de sus residuos para 2030 (frente a 2019), incrementar la cuota de materias primas renovables en sus parques energéticos hasta el 15% y liderar la producción de biocombustibles a partir de materias primas de segunda generación. Además, la compañía ha analizado su gestión hídrica y se ha comprometido a reducir en un 20% la captación de agua dulce en zonas de estrés hídrico y producir hidrógeno verde a partir de aguas recicladas.

Así, la gestión medioambiental de Cepsa puede ser un referente para muchas empresas, teniendo en cuenta que cuando hablamos de economía circular solemos pensar en residuos, productos y materiales, pero olvidamos la necesidad de introducir la circularidad también en recursos naturales como el agua.

Es importante que la transición hacia la economía circular sea liderada por las empresas, el tercer sector y la sociedad civil

Por ello va a ser cada vez más importante incorporar los dictados de la economía circular y sostenible a las políticas hídricas, por medio de acciones como la contención de la demanda, el incremento de la circularidad del agua mediante el uso de aguas regeneradas, disminuir la captación de las aguas, o mejorar las condiciones de las infraestructuras de transporte de modo que sean más eficientes. El agua residual depurada debe ser recuperada como recurso y no simplemente como un residuo depurado, ya que —aunque en la mayoría de los casos no es apta para el consumo humano— puede ser destinada para otros usos como el agrícola, el industrial o el recreativo.

La transición hacia un modelo de economía circular resulta ya un cambio irreversible y necesario, que requerirá grandes esfuerzos, más aún de las grandes empresas y de los ciudadanos, además de la coordinación por parte de los distintos Gobiernos. En todo caso, el cambio de modelo productivo debe enmarcarse en un modelo de sostenibilidad ética e integral que tenga en cuenta la dimensión medioambiental, social y de buen gobierno (ESG, por sus siglas en inglés) de las empresas.

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