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Energía renovable: limpia, barata y segura

Las fuentes verdes, además de hacer frente al cambio climático, permiten independencia y seguridad ante los vaivenes geopolíticos que moldean el precio y el suministro de energía.

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Yvonne Redín
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Las 2.500 horas de sol al año y una importante abundancia del viento hacen de España un lugar perfecto para la transición verde. Si se suman a la lista sus cuatro climas –atlántico, mediterráneo, subtropical y de montaña–, nos encontramos ante uno de los países más atractivos para desarrollar el mercado de energía verde. Concretamente, el noveno, según la 59 edición del informe Renewable Energy Country Attractiveness Index (RECAI). Una posición que cobra aún más valor si se interpreta junto al hecho de que, tal y como ha confirmado el Ministerio de Transición Ecológica, nuestro país fue en 2021 el segundo europeo que más electricidad generó a partir de energía eólica y solar.

Son datos que demuestran que el conocimiento sobre las energías renovables es más necesario que nunca. Durante las últimas décadas, las empresas y las organizaciones internacionales y ecologistas han trabajado incansablemente para traducir a la sociedad los múltiples beneficios de abandonar los combustibles fósiles y apoyarse en el agua, el viento y el sol para construir sistemas energéticos menos contaminantes y más independientes, algo que se ha demostrado fundamental desde que estalló la guerra de Rusia. Y poco a poco el mensaje ha ido calando: una transición energética no puede comprenderse sin dejar en el pasado las emisiones producidas por la quema de recursos no renovables. Solo así conseguiremos «el ahorro indirecto en otros perjuicios ocasionados por los combustibles fósiles, como afecciones respiratorias o la merma medioambiental que provoca la contaminación que generan», en palabras de la organización Greenpeace.

En 10 años la generación renovable en España ha pasado de representar el 30% a superar el 42% del mix energético

Pero, además, vivir del sol y del viento supone un soplo de aire fresco para la economía doméstica. La energía solar, como ya ha confirmado la Agencia Internacional de Energía (AIE), es la forma de electricidad más barata a la que se puede aspirar y su producción, junto con la eólica, llevó a España a lograr en 2022 la mayor reducción de combustibles fósiles de la Unión Europea en el mix eléctrico, concretamente ocho puntos porcentuales. «España está demostrando al mundo cómo deshacerse rápidamente de los combustibles fósiles», afirmó Charles Moore, director de la AIE. Basta con echar un vistazo a la evolución en el mix energético: mientras en 2012 la generación de energía renovable representaba apenas 30% sobre el total, en 2022 la proporción fue de más del 42%. No obstante, Moore añadió que todavía necesitamos el gas fósil para generar el 25% de lo que consumimos y que «la continua dependencia de los combustibles fósiles ha hecho que España siga viéndose afectada por la crisis mundial del gas».

Visto desde la perspectiva de 2023, esa «crisis mundial» ha puesto de manifiesto la necesidad imperante de ser independientes energéticamente hablando, sobre todo, porque se puede. La pandemia –ahora lejana en la memoria colectiva– ya sirvió de precedente sobre la necesidad de abordar el sistema energético de una forma más verde y menos dependiente del resto del mundo. Así, el suministro de materias primas procedente de otras naciones, el parón de actividades y la entrada al mercado de otros competidores como China desplomaron durante un tiempo los precios de la energía, pero solo para provocar posteriormente, con la recuperación de demanda energética en la era pospandemia, un efecto rebote que contribuyó a subir los costes de la energía.

Bogas (Endesa): «Acelerar la electrificación de los consumos a partir de fuentes limpias permitirá lograr un sistema energético confiable en toda Europa»

Si los sistemas energéticos siguen siendo interdependientes, en el momento en el que surgen crisis hay que volver a sortear la misma tormenta, esa inevitable subida de precios que afecta directamente a los ciudadanos y a la economía nacional. Con la ficha del ajedrez geopolítico puesta ahora sobre la casilla de la invasión rusa, Europa se sitúa de nuevo ante la posibilidad de un jaque mate a la transición energética. Por ese motivo imponer las sanciones a la compra de gas ruso como estrategia para (intentar) frenar la guerra generó tanta discusión en la esfera política: al final, Rusia consiguió encontrar clientes alternativos para seguir vendiendo combustible –a noviembre de 2022 ya comerciaba más crudo y gas con China e India que con Occidente– y ahora Europa, con una dependencia de hasta un 40% de la energía rusa, principalmente de gas, tiene que reinventar su ecosistema energético para poder abastecerse a precios razonables.

La jugada de Europa en esta partida vuelve a ser la planteada en 2020: alcanzar la autosuficiencia energética con las energías renovables. Y la mano maestra es la electrificación. Por eso, el plan REpowerEU nacido en el Parlamento Europeo busca reducir la demanda de gas ruso de la Unión Europea por completo antes de 2030, mientras que la AIE ya está destinando alrededor de 20.000 euros a proyectos renovables para «fomentar el almacenamiento energético y mejorar la eficiencia». Dar el salto a las fuentes verdes no solo evitaría tener que importar materias primas a precios dependientes de los vaivenes geopolíticos, sino que también garantizaría una mayor seguridad ante la posibilidad de una escasez de suministros y facilitaría las cero emisiones netas a nivel mundial en 2050.

Dar el salto a las fuentes verdes evitaría tener que importar materias primas y garantizaría una mayor seguridad de suministros

Otra mano clave en el tablero la juegan las compañías responsables de generar y suministrar la energía, que deben asegurar poco a poco el aterrizaje completo de las renovables en el mix español. Endesa, por su parte, ha actualizado su estrategia para el trienio 2023-2025, que sumará una potencia renovable un 10% mayor respecto al plan anterior, hasta 4.400 MW de los que el 68% será solar y el resto, eólica. Una transformación con la que se espera que el 91% del parque peninsular esté libre de emisiones a cierre de 2025.

«Acelerar la electrificación de los consumos energéticos a partir de fuentes limpias se revela como la vía para lograr un sistema energético confiable en toda Europa, que reduzca la volatilidad de los precios y contribuya a la recuperación económica», aseguró el consejero delegado de la empresa, José Bogas, en el anuncio de un plan que se completará, además, con un desarrollo financiero en los próximos tres años del que el 90% de las inversiones previstas está alineado con los ODS y más de un 80% con la taxonomía de la Unión Europea. Una apuesta por ofrecer energía limpia a precios asequibles para colaborar en la descarbonización de la economía y ganar, de una vez por todas, la partida.

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