Sociedad

El fenómeno ‘Hikikomori’: Cómo afecta no salir de casa a tu salud mental

Ansiedad, vacío existencial y depresión son algunos de los síntomas que experimentan las personas que se confinan voluntariamente y renuncian de forma drástica a la vida en sociedad. ¿Hay salida? La respuesta es sí, pero requiere cambios incómodos de implementar en una sociedad individualista.

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14
diciembre
2021

Dos millones de jóvenes permanecen aislados entre las cuatro paredes de su dormitorio en Japón. No están confinados por el coronavirus ni tampoco están teletrabajando sin descanso. Simplemente han decidido abandonar la vida en sociedad y no salir de casa, dando lugar a lo que los expertos han bautizado como Hikikomori. Algunos lo consideran un fenómeno cultural y otros un trastorno psicológico, pero independientemente del título que se le asigne, el ‘Hikikomori’ es ya una epidemia en Japón que está adentrándose a pasos agigantados en países occidentales.

Fue en 1998 cuando el psiquiatra Tamaki Saito habló por primera vez de esta problemática en su libro Sakateki hikikomori, una adolescencia sin fin, definiéndola como «aquellos que se retiran completamente de la sociedad y permanecen en sus propias casas durante un periodo mayor a seis meses, no explicándose esta condición por otro trastorno psiquiátrico». Han pasado más de veinte años y los casos de ‘Hikikomori’ han aumentado drásticamente, convirtiéndose en un problema de salud mundial lo que siempre se consideró como un trastorno ligado a la cultura hermética del Japón tradicional.

El trastorno de ‘Hikikomori’ se caracteriza por un aislamiento radical de la vida en sociedad durante al menos seis meses

A nivel europeo, las primeras investigaciones se remontan a 2014, cuando el Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones del Hospital del Mar en Barcelona elaboró un estudio pionero sobre las características sintomatológicas y demográficas del trastorno de ‘Hikikomori’, encontrando 164 casos en España. De esas 164 personas, el tiempo medio de aislamiento en casa fue de 39,3 meses, aunque algunas habían permanecido recluidas hasta 30 años. Si para la vasta mayoría de la población los 99 días de confinamiento han resultado una odisea, parémonos un minuto a reflexionar cómo debe ser pasar casi un tercio de la vida encerrado en casa.

A las puertas de 2022, casi ocho años después del mencionado estudio, nuestras vidas han cambiado drásticamente. El efecto del coronavirus en la salud mental es más que palpable, estimándose un incremento de la prevalencia del trastorno de ‘Hikikomori’ en España. Desgraciadamente este cambio es muy difícil de cuantificar, ya que la mayoría de las personas que lo padecen no piden ayuda al estar aisladas de su entorno, pero también de los profesionales sanitarios.

Cómo identificar el trastorno de ‘Hikikomori’

Como anunciaba Tamaki Saito en 1998, el trastorno de ‘Hikikomori’ se caracteriza por un aislamiento radical de la vida en sociedad durante al menos seis meses, afectando a la educación (muchas personas dejan de ir a la universidad), al trabajo (asociándose a absentismo y desempleo) y a la familia, pareja o amistades (el ocio fuera de casa se vuelve nulo). El problema es que en la actualidad es mucho más difícil conocer el impacto del ‘Hikikomori’ en la vida de quienes lo padecen, ya que las tres parcelas que acabamos de describir se han visto alteradas por la covid: es posible estudiar a distancia, el teletrabajo está normalizado en numerosos sectores y las redes sociales nos permiten mantener relaciones desde la comodidad de nuestro sofá.

A una persona con ‘Hikikomori’, la vida en sociedad le resulta caótica, exigente o abrumadora y, por eso, renuncia a ella

La línea que separa lo patológico de la normalidad se vuelve difusa, lo que nos obliga a buscar otras características para definir el ‘Hikikomori’. Entre ellas, una evitación total de las actividades sociales: los afectados apenas mantienen relaciones interpersonales y las pocas existentes son pasivas o indiferentes. También es habitual el miedo a la crítica que desemboca en un escape virtual, prevaleciendo el ocio en redes al que puede obtenerse fuera de casa.

No obstante, es importante diferenciar el ‘Hikikomori’ de la agorafobia, un trastorno caracterizado por el miedo a sufrir síntomas de pánico fuera de casa que produce un confinamiento radical. En otras palabras, una persona con agorafobia desea salir, pero sufre un gran malestar al cruzar la puerta de su hogar. En cambio, una persona con ‘Hikikomori’ no lo pasa mal e incluso puede ir a hacer la compra, al médico o a cumplir con sus obligaciones laborales, pero no le aporta nada el exterior. La vida en sociedad le resulta caótica, exigente o abrumadora, y por eso renuncia a ella.

Causa y secuelas del confinamiento voluntario

Una de las grandes incógnitas es por qué aparece el trastorno de ‘Hikikomori’ y qué es lo que cambia en la mente de una persona para decidir voluntariamente encerrarse en casa durante meses, años o incluso décadas. A nivel individual, se ha hipotetizado una influencia de la crianza durante la infancia. Es habitual que personas con ‘Hikikomori’ hayan sido educadas en entornos muy exigentes, invalidantes y sobreprotectores. Viven una infancia marcada por la introversión y la necesidad de satisfacer las altas expectativas de unos padres poco afectuosos. Pero, pese a los factores predisponentes, no podemos obviar la importancia del contexto: la globalización ha cambiado el paradigma social y las culturas que antes eran colectivistas ahora premian a las ovejas que se aíslan del rebaño.

¿Por qué nos abruma tanto una conversación breve y cara a cara con alguien del barrio?

La falta de cohesión y de sensación de pertenencia grupal han forzado a romper los vínculos con nuestro entorno. Esa ruptura no solo se evidencia en nuestras relaciones más cercanas, sino también en la socialización cotidiana. Decidimos comprar en Amazon y no en la ferretería del barrio, aunque esta sea más barata y nos ofrezca el producto en cuestión de minutos. También es preferible ir al supermercado más grande y utilizar el servicio de autopago, comprar las entradas del cine por internet o apuntarnos a cursos online ignorando las posibilidades presenciales que ofrece nuestra ciudad. ¿Por qué nos abruma tanto una conversación breve y cara a cara con alguien del barrio?

Este tipo de interacciones cotidianas parecen banales, pero aportan una sensación de calidez y satisfacen nuestro afán de afiliación. Los seres humanos no solo deseamos pertenecer a un grupo social, sino que lo necesitamos, y desoír esta necesidad desemboca en secuelas muy habituales en las personas con trastorno de ‘Hikikomori’: baja autoestima, vacío existencial, ansiedad social, falta de habilidades sociales o depresión, entre otras.

¿Es posible hacer frente al aislamiento? La respuesta es sí, pero requiere cambios en nuestra rutina que a priori resultan incómodos. Entre ellos, hablar más por teléfono (y no tanto por WhatsApp), dedicar tiempo al contacto cara a cara, buscar actividades de ocio presenciales que nos resulten enriquecedoras y reservar el tiempo a solas en casa para nuestros momentos de autocuidado. Implementando estas modificaciones el hogar dejará de ser una cárcel para convertirse en un remanso de calma.

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