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El desafío de electrificar la economía

En un entorno cada vez más digital, la urgencia de descarbonizar la economía llama a electrificar el sector de la energía como requisito fundamental para alcanzar un futuro renovable, inteligente, eficiente y sostenible.

Ilustración/Infografía

Valeria Cafagna
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Valeria Cafagna

En la actualidad, podríamos afirmar que la gran mayoría de nuestros gestos son eléctricos. Desde la primera bombilla que encendemos en nuestras casas, pasando por el metro, tren o coche —especialmente, si es híbrido o eléctrico— que utilizamos para ir al trabajo  y terminando en una oficina dotada de equipos que funcionan gracias al flujo constante de energía. Concretamente, eléctrica. En un mundo cada vez más digitalizado, basta con mirar ligeramente hacia atrás para percatarse de que el sector de la energía eléctrica lleva décadas creciendo. Una tendencia que reflejan los datos de Eurostat: la capacidad eléctrica instalada ha aumentado en la Unión Europea más de un 54% desde el año 2000. En cambio, la capacidad instalada de combustibles descendió más de un 40% en 2019. Esta es la evidencia de una clara apuesta por la electrificación de la energía sustentada, principalmente, en el impulso de las renovables. En 2019, el 34,6% de la electricidad producida en la Unión Europea se obtuvo de centrales eléctricas que empleaban energías renovables, dejando atrás a las centrales nucleares (26,4%), de gas (20,6%) y de carbón (15,5%). A la luz de las cifras, el sector eléctrico se define como una de las bazas más potentes para la descarbonización y la transición energética.

Transición energética

En 2015, el mismo año en que se aprobó la Agenda para el Desarrollo Sostenible (Agenda 2030) marcando los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la Unión Europea se propuso en los Acuerdos de París reducir el 55% de emisiones de efecto invernadero con respecto a 1990 antes de 2030 y alcanzar la neutralidad climática en 2050. Compromisos que se establecen ahora en el Pacto Verde Europeo que vertebra el plan de recuperación económico de la Unión Europea, convirtiendo la sostenibilidad en la guía del presente y el futuro. No obstante, estos dos compromisos con fecha límite no son los únicos retos en la lucha por preservar la salud medioambiental, pero sí representan dos grandes objetivos para los que el sector eléctrico ha demostrado ser un potente motor. Por ello, numerosas empresas se han sumado a la transformación energética, clave para la economía del futuro. Endesa, grupo de referencia en el sector en España, no solo ha tomado el volante, sino que lidera una filosofía propia basada en la apuesta por la electrificación, las energías limpias y la descarbonización en línea con la Unión Europea.

 

Electrificar la energía, sinónimo de sostenibilidad

Vivimos un mundo donde la demanda eléctrica crece por momentos y en el que la electricidad necesaria para impulsar medios de transporte (coches, autobuses, bicicletas, patinetes) y una mayor digitalización en los procesos de producción son gran parte de la ecuación. La creciente electrificación de la economía precisa de una mayor flexibilidad de las redes de distribución que podría ser impulsada, precisamente, por la digitalización. Un camino que Endesa encabeza. «La transformación de las redes de distribución conlleva importantes beneficios para la sociedad», afirma José Manuel Revuelta, director general de Infraestructuras y Redes de Endesa. Pero ¿por qué es importante esta flexibilización para la sociedad?

Revuelta: «Operar de forma flexible mediante la mejor tecnología disponible permitirá avanzar con más rapidez en la necesaria transición energética»

Una red eléctrica flexible es aquella que se adapta a comportamientos sociales, a un nuevo entorno marcado por una presencia creciente de las energías renovables y el autoconsumo y por  nuevos usos de la electricidad –como el vehículo eléctrico–: Es capaz de mantener un equilibrio entre la energía inyectada en el sistema y la que se suministra a los consumidores. Así, se logra un máximo aprovechamiento de las energías renovables y se evitan sobrecargas en la red. La digitalización es un elemento clave en este cambio, ya que puede transformar las infraestructuras eléctricas para que puedan hacer frente a fenómenos climatológicos extremos, cada vez más frecuentes por efecto del cambio climático. O solucionar incidencias a distancia de una forma más inmediata y respetuosa con el medio ambiente. El grupo, que se ha mostrado recientemente a favor del Pacto Verde Europeo, apuesta por adoptar esta transformación desde la eficiencia. Es decir, haciendo las cosas de la mejor manera posible utilizando solo los recursos imprescindibles.

Lo traduce, junto con su matriz Enel, en proyectos como el Flexibility Lab, encaminado a fomentar la innovación de la flexibilidad de redes; o a través de la colaboración en proyectos como el proyecto europeo Coordinet, que busca construir una red más estable gracias a la flexibilidad que los consumidores y pequeños generadores pueden proveer al sistema. Como explica Revuelta, «operar de un modo más flexible permitirá avanzar con más rapidez en la necesaria transición energética mediante el aprovechamiento de la mejor tecnología disponible».

Las iniciativas que tienen en marcha para digitalizar la red de distribución van a permitir seguir aumentando el nivel de automatización y digitalización de la red para reforzar la seguridad del suministro, mejorar la calidad del servicio y responder a las futuras demandas de los clientes. Son inversiones claves para la modernización y desarrollo de nuevas infraestructuras, como las redes inteligentes y smart cities, que son capaces de adaptarse con mayor eficacia a las necesidades de los usuarios. Pero la transformación digital va más allá de la propia red de distribución eléctrica. En realidad, engloba a toda la cadena de valor, buscando la máxima eficiencia y un ecosistema digital centrado en los usuarios.

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