Educación

Educación y COVID-19: no podemos paralizar el futuro

«En ocasiones, nos entretenemos de más hablando de las metas, pero, sinceramente, es más importante –ahora más que nunca– que hablemos del punto de salida», escribe el eurodiputado Marcos Ros.

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11
noviembre
2020

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La educación es el germen de toda sociedad avanzada y democrática. Es un derecho fundamental e insustituible que debemos proteger con todas las herramientas a nuestro alcance. Así se recogió en la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea y en la Constitución española. Solo un buen sistema educativo garantizará una efectiva igualdad de oportunidades entre ciudadanos de distintos orígenes sociales, capacidades económicas o tradiciones familiares. La educación durante la primera etapa de nuestras vidas y el aprendizaje permanente constituyen la garantía para que los ciudadanos adquieran y mantengan capacidades y puedan participar de forma completa y activa en la sociedad.

La irrupción abrupta de la COVID-19 dejó, según datos de la Unesco, a más de 1.600 millones de alumnos en 190 países con sus centros educativos cerrados. Todavía hoy más del 60% del alumnado mundial sufre las consecuencias de una manera u otra.

Como solución de urgencia en el primer momento de la pandemia –y ante las incertidumbres sanitarias que se planteaban–, la educación online se configuró como la única manera de mantener la actividad docente durante la primavera, aunque no de manera integral. El problema surge cuando la crisis sanitaria se prolonga en el tiempo, y tiene visos de afectar seriamente a todo el curso escolar 2020-21.

«Solo un buen sistema educativo garantizará la igualdad de oportunidades entre ciudadanos»

A pesar de las virtudes de la educación a distancia, lo cierto es que acrecienta todavía más la desigualdad. La diferencia de acceso a la educación digital entre los países más desarrollados (90%) y los menos desarrollados (25%) es insalvable. Y aun en el caso de los más desarrollados, un porcentaje de población escolar queda excluida.

Por otra parte, la educación online no puede ser un sustituto de la educación presencial, sobre todo en edades tempranas. No hay ordenador ni pantalla que pueda sustituir a la relación directa del alumnado con su profesor y sus compañeros. La educación presencial asegura la adquisición de las competencias transversales que van más allá del currículo: la inteligencia emocional, la empatía, la cooperación o las interrelaciones personales, que les permitirán progresar a lo largo de su vida.

Desde el Parlamento Europeo estamos instando, desde marzo, a la Comisión Europea y al Consejo a que articulen una respuesta coordinada y potente para poner solución a la desigualdad que genera esta situación en el entorno escolar. Además, en nuestro pleno de octubre aprobamos una resolución sobre El futuro de la educación en el contexto de la COVID-19, en la que pedimos que se actúe para reducir al mínimo los riesgos para la salud del personal y de los estudiantes, y maximizar también las posibilidades de que la educación presencial pueda continuar. Igualmente pedimos a la Comisión que reúna, evalúe y publique datos de todos los Estados miembros sobre las repercusiones de la pandemia en la participación del alumnado en la educación a distancia, prestando especial atención a los casos en que no pudieron participar por falta de medios digitales.

Por otra parte, y con la vista puesta en un futuro donde la educación online se configurará como un complemento habitual de la enseñanza presencial, apostamos por la enseñanza de conocimientos digitales básicos mediante un auténtico enfoque de aprendizaje a largo plazo. Además, se han de proporcionar recursos suficientes a la comunidad educativa para lograrlo, con el fin de paliar la brecha digital entre las regiones de la Unión.

«Si no tenemos una infancia educada, no tendremos una ciudadanía crítica, adulta y formada»

En esta misma línea, la resolución que aprobamos remarca que, en caso de que se produzca otro cierre de las aulas debido a la pandemia, las instituciones educativas deben estar equipadas para proporcionar aprendizaje digital de calidad a todos los alumnos y las alumnas, y abordar la salud mental y el bienestar en cooperación con los padres. La educación es un instrumento para garantizar la igualdad de oportunidades, y no podemos permitir que la brecha en la educación digital y online agrande todavía más las desigualdades existentes.

En ocasiones, nos entretenemos de más hablando de las metas, pero, sinceramente, es más importante –ahora más que nunca– que hablemos del punto de salida. Es imprescindible que todos puedan salir igualados, que los obstáculos que se encuentren en la pista sean los mismos y que ninguno cargue con más peso que otro para saltarlos. Ese es el objetivo principal de los socialdemócratas: no ponérselo más difícil a los que ya lo tienen, sino ser el viento en su espalda para que mejoren.

La educación es la clave de bóveda de la democracia. Si no tenemos una infancia educada, no tendremos una ciudadanía crítica, adulta y formada. Si no preservamos en nuestro presente, a pesar de la COVID, la educación de calidad para todos, pararemos nuestro futuro, dañando el de toda una generación. Es el momento de evitar que eso suceda.


Marcos Ros es arquitecto y eurodiputado en el Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo.

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