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Historia (circular) de una botella

Con más de 100 años de historia, la botella de Coca-Cola planta cara a la sobreacumulación global de residuos dándole nuevas vidas a los plásticos que llegan a los mares y reinventando su diseño, gracias a la ciencia, en una nueva versión circular y sostenible de sí misma.

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Valeria Cafagna
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Valeria Cafagna

La desmedida generación de residuos actual está intensificando una dramática crisis medioambiental que amenaza con el colapso. Si concretamos y prestamos atención a los residuos plásticos, basta indicar que en 2018 la producción global fue de 359 millones de toneladas, aproximadamente el mismo peso que tendría toda la población mundial. Concretando aún más, cabe prestar atención a las botellas de plástico de las que, cada minuto, se vende un millón: tardan cerca de 450 años en descomponerse.

El plástico es el material preponderante en la fabricación de botellas, pero no siempre fue así. En 1915, la estadounidense Root Glass Company registró el primer envase con patente de la historia. Acababa de nacer la icónica botella de Coca-Cola con su diseño Contour: único, fácil de agarrar y con el logo de la marca integrado en el propio envase de vidrio con un sobrerrelieve. Pero ¿por qué tenía la compañía interés en que su refresco tuviese un envase tan exclusivo? Harold Kirsch, abogado principal de la compañía por aquel entonces, lo dejó claro: «No estamos construyendo Coca-Cola sólo para hoy. Estamos construyendo Coca-Cola para siempre, y esperamos que Coca-Cola sea la bebida nacional hasta el fin de los tiempos». Este sentimiento de perdurabilidad y de marcar la diferencia a largo plazo que destila la cita de Kirsch refleja el propósito de la compañía de alinear de forma permanente su modelo de negocio para adaptarse a las preocupaciones del momento. Ahora mismo, el medioambiente y el problema de los residuos son una prioridad. Por eso, aunque el plástico cumple una función de conservar las propiedades de los alimentos, en Coca-Cola son conscientes del problema que una mala gestión del mismo ha provocado.

En 2018 la producción global de plásticos fue de 359 millones de toneladas, casi el mismo peso que tiene toda la población mundial

Por todo ello, la empresa decidió apostar por la circularidad lanzando en 2018 su estrategia global de envases «Un Mundo Sin Residuos», cuya finalidad es reducir al máximo el impacto que los residuos plásticos generan en el medioambiente. El objetivo de la compañía es claro: llegar a 2030 recogiendo y reciclando otra botella por cada una de las que vendan, además de reducir el uso de plástico virgen y usar solo materiales 100% reciclables. Esto implica una serie de avances tecnológicos, pero también de diseño, por lo que la botella de Coca-Cola está destinada a evolucionar en los próximos años.

El mayor impacto medioambiental de los residuos plásticos lo encontramos en las aguas de nuestros océanos a los que, cada año, llegan desde los ríos 8 millones de toneladas. Según datos recogidos por la ONU, si no detenemos esta marea contaminante, los océanos tendrán más plástico que peces en el año 2050. No es preciso explicar las graves consecuencias, también para el ser humano, que puede suponer esta descontrolada generación de residuos plásticos. Únicamente sería preciso pensar por un momento en qué estaremos ingiriendo cuando comamos un plato de pescado.

España es el cuarto productor de plástico de la Unión Europea y tan solo se recicla el 30% del total de los envases que se consumen, lo cual sitúa en serio riesgo las aguas de nuestras costas. Muy probablemente sea este el motivo por el que The Coca-Cola Foundation haya elegido nuestro país para el programa en red «Mares Circulares», que ha contado, hasta la fecha, con la colaboración de 600 entidades y más de 14.000 voluntarios con la intención de limpiar entornos y fondos marinos, sensibilizar a la ciudadanía y apoyar estudios científicos para seguir impulsando la necesaria economía circular. En sus tres ediciones, el programa ha asegurado su éxito recogiendo 1.157 toneladas de residuos de entornos acuáticos y fondos marinos en España y Portugal, formando y sensibilizando a 54.727 ciudadanos, realizando 556 monitorizaciones para nutrir programas de seguimiento de basuras marinas de instituciones como el Ministerio de Transición Ecológica y premiando con capital semilla a 9 estudios científicos y 3 startups por sus proyectos para combatir la basura marina.

La botella de Coca-Cola, que comenzó su historia en vidrio, se dirige a un futuro construido sobre material reciclado, vegetal e incluso papel

Sin ninguna duda, la investigación y la innovación son imprescindibles si queremos evitar el daño que los plásticos causan a nuestros ecosistemas marinos, y así lo demuestra la alianza de Coca-Cola con The Ocean Cleanup para utilizar su Interceptor en 15 ríos altamente contaminados: un dispositivo flotante que bien podría parecer un prodigio de ingeniería diseñado por un moderno Capitán Nemo. Sin embargo, su existencia se debe al trabajo de unos 95 ingenieros e investigadores pertenecientes a The Ocean Cleanup. Interceptor, alimentándose únicamente de energía solar, puede extraer de un río, diariamente, entre 50.000 y 100.000 kilogramos de plástico.

No obstante, el crecimiento imparable de la producción de plástico reclama soluciones que vayan más allá de la limpieza de residuos y se centren en la aplicación de la economía circular a los sistemas de producción de envases. ¿Cómo? Apostando por nuevos materiales más sostenibles para fabricar las botellas, aquellos que permiten que el envase pueda volver a reintegrarse en la cadena de valor y convertirse en otro nuevo.  Y justamente en esa línea, la decidida apuesta de Coca-Cola por la investigación y el ecodiseño ha permitido desarrollar la tecnología para crear botellas hechas con plástico recuperado de los mares o, como en el caso de la PlantBottle, incluso fabricadas con materiales vegetales. Innovaciones que van más allá con la asociación de la compañía con The Paper Bottle Company en 2019 para concebir una nueva versión de nuestra protagonista, la botella de Coca-Cola, hecha de papel. Los resultados, hasta el momento, son esperanzadores: en 2020 ya presentaban la primera generación del prototipo de botella de papel con elementos plásticos 100% reciclables. Como asegura Stijn Franssen, EMEA R&D Packaging Innovation Manager de Coca-Cola, «este prototipo de botella abre un nuevo mundo de posibilidades en materia de envases, y estamos convencidos de que los envases de papel tendrán un lugar destacado en el futuro». Su intención es eliminar esos componentes plásticos y «crear una botella íntegramente de papel que pueda ser reciclada junto a cualquier otro papel».

Cabe incentivar –e incluso aplaudir– toda iniciativa orientada a afianzar la economía circular en la utilización de envases si queremos asegurar un futuro más amable para todos. Con su apuesta medioambiental, Coca-Cola demuestra que un icono de la cultura popular como es su mítica botella no pierde relevancia, sino más bien al contrario si decide adaptarse a las necesidades de sostenibilidad de los tiempos que vivimos. Hoy aún es posible convencerse de que todos estos avances proporcionarán a dicha botella una historia redonda y, a nuestros océanos, un imprescindible respiro.

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