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Guía de antídotos éticos para sacar al planeta de la UCI

El futuro pospandemia ha de plasmarse en un nuevo paradigma guiado por la ética y la justicia social. Solo así conseguiremos reducir las desigualdades y crear un futuro solidario.

Ilustración

Cristina Bernazzani / nuvolanevicata
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16
febrero
2020

Ilustración

Cristina Bernazzani / nuvolanevicata

La pandemia provocada por el SARS-CoV 2 ha pillado al «sistema inmune social» en una situación de enorme debilidad. A ese sistema han contribuido importantes procesos de transformación hacia la «sociedad del bienestar» tras las catástrofes de las dos guerras mundiales.

Pero este periodo de creación de un fuerte sistema inmunitario social no ha durado mucho. Vivimos en una sociedad sobresaltada desde el fin de la Guerra Fría, el avance del capitalismo neoliberal y el ataque al estado del bienestar. Una situación a la que nos atreveríamos a calificar de «involución social».

Globalización y evolución

La sociedad actual está fuertemente influenciada por el proceso de globalización, que constituye un macro entorno que influye sobre los micro y meso entornos de sociabilidad y que para su desarrollo ha utilizado como vehículo las tecnologías de la información y las comunicaciones. Estas han favorecido, además, que el proceso de globalización tenga lugar a velocidades e intensidades impresionantes y que no eran muy predecibles.

El proceso de globalización ha tenido lugar a velocidades e intensidades impresionantes e impredecibles

Esta contribución tecnológica incrementa el potencial de influencia en los entornos NACE, como evidencian los datos científicos que prueban tal incidencia sobre la biología de los humanos y el ambiente en el que crecen, se educan, trabajan, se divierten y sufren. Es decir, sobre dos de los factores de NACE: naturaleza y cultura.

Sin embargo, en los análisis de los elementos en los que se apoya la globalización apenas se ha hecho mención alguna a la ética, mientras que el papel que se atribuye a los mercados hace presumir que los valores esenciales en juego son el comercio y el dinero. Estas carencias respecto a la ética son un dato importante para los razonamientos que siguen.

La individualización extrema y la ruina de la biodiversidad

La globalización consumista tiene como efectos paradójicos la individualización extrema (egoísmo) y el aislamiento global, que se trata de contraponer con una búsqueda desesperada del turismo, con lo que se quiere combatir de modo metastásico el egoísmo con el hedonismo y el consumismo compulsivo. Esto supone importantes cambios en la naturaleza –es decir, la biología comportamental y el medio ambiente en que se vive– y la cultura –lenguajes, intereses, formas de lectura y de ocio–.

La ética ha sido difuminada o incluso envilecida

No olvidemos que la ética ha sido difuminada o incluso envilecida al ser utilizada como una bayeta para limpiar actos absolutamente indignos en términos sociales y democráticos. Sin embargo, con ser todo lo dicho grave, el punto clave de la inflexión es la velocidad a la que se está generando el cambio en la naturaleza –el factor más lento en la evolución de la selección natural– puesto que tanto la especie humana como la biodiversidad se están viendo asoladas por la sociedad del consumo.

¿Un meteorito financiero-digital?

Antes de destilar algunas ideas acerca de las consecuencias reales y potenciales de este entono que está generando una enorme e inesperada tensión evolutiva, una parada para situar la cultura en el plano del concepto de entorno de sociabilidad. El libro Conectados por la cultura, del biólogo evolutivo Mark Pagel, nos sirvió para abrir la reflexión sobre el reto que nos plantea un cambio de trascendencia evolutiva incalculable con la globalización del consumo a través del mercado, lo que referimos como «clonación social».

Este nuevo entorno de sociabilidad podría extender la fragmentación en entornos geográficos de diversos niveles, por la enorme velocidad y amplitud de los cambios, en diferentes taxones (por utilizar términos biológicos): local, regional, estatal y mundial.

Redes sociales: dislates de internet

Las diferentes definiciones de red social coinciden al señalar su propósito: facilitar la interacción entre usuarios con la creación de comunidades que se comuniquen por diferentes vías compartiendo información. Finalidad que no percibe, porque no prescribe, ninguna maldad. El problema no radica por tanto en las propuestas de partida sino en la trayectoria evolutiva de los usuarios, capaces de lo mejor y de lo peor.

La desigualdad es la plaga que está actuando de un modo profundamente insolidario

De nuevo desde la analogía de la biología subrayamos que todo proceso de interacción reclama regulación. Frente a la falacia egoísta e irreflexiva de que no se pueden poner vallas en el campo de la libertad, la reflexión de que esta tiene los límites de cada cual respecto a los derechos de los otros: los seres vivos que habitamos el planeta y el propio planeta.

Desigualdad: el gran ‘disvalor’

La desigualdad es la plaga de este mundo que está actuando de un modo profundamente insolidario. Así lo atestiguan los informes de instituciones como OCDE, Eurostat, y paladines del capitalismo como el Fondo Monetario Internacional o el Foro Económico de Davos de 2019. E incluso ONG como Cruz Roja, ACNUR, Acción contra el Hambre, UNICEF, Médicos sin Fronteras y Cáritas.

Hay que lamentar la reducida difusión mediática de estos informes, que muestran datos tan preocupantes como el incremento y gravedad de la pobreza –que alcanza ya a personas con trabajo y sigue sin respetar a la población infantil–, la situación de las familias monoparentales o la difícil trayectoria vital de los jóvenes.

Llamamos ‘disvalor’ a la desigualdad porque aniquila casi todos los valores sociales

Llamamos disvalor a la desigualdad porque aniquila, disuelve, casi todos los valores sociales y algunos derechos fundamentales: responsabilidad, compromiso, empatía, justicia social, derecho a un empleo justo, igualdad de género, derecho a la vivienda. Presenta su cara más cruel y descarnada a través del modo en que nos afectan las catástrofes ambientales y sanitarias, generando presiones evolutivas y efectos diferenciados para individuos, familias y colectivos en situación desfavorecida, produciendo efectos económicos y de salud disímiles que pueden llegar incluso a plasmarse en los acervos genéticos y epigenéticos.

Hacia un nuevo paradigma de futuro social, solidario y sostenible

Nuestra Guía de antídotos reclama como proceso de desinfección una profunda revisión de la historia del mundo occidental durante los últimos cuarenta años. A partir de ahí y en paralelo, abogamos por que el entramado de propuestas que han de guiar la salida de esta pandemia y la transición hacia el futuro post-COVID-19 ha de plasmarse en un nuevo _Paradigma 3S:

«Por un futuro social a través del abrazo fraterno a la educación, la cultura y la ciencia, solidario por el ejercicio comprometido de la(s) ética(s) y sostenible por el respeto continuo y científico de la naturaleza».


La versión original de este artículo aparece publicada en la web de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC).The Conversation

Emilio Muñoz Ruiz es profesor de Investigación en el Instituto de Filosofía del CSIC, Unidad de Investigación en Cultura Científica del CIEMAT, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC) y Jesús Rey Rocha es investigador científico en Ciencia, Tecnología y Sociedad del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IFS-CSIC), Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS – CSIC). Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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