Opinión

El mapa y el territorio

La historia de la humanidad es la historia de las migraciones. En esta tribuna, Luis Suárez Mariño aporta una mirada a los migrantes desde la religión.

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18
enero
2018

La historia de la humanidad es la historia de las migraciones. Desde los primeros Homo sapiens sapiens, el ser humano comenzó su migración, hace aproximadamente 150.000 años, hasta colonizar todos los lugares habitables del planeta.

Las religiones monoteístas recogen el fenómeno migratorio como un elemento esencial del homo religiosus. La tradición judeocristiana nos habla en el Génesis de la expulsión de Adán y Eva del Paraíso Terrenal como un signo de que la migración sería una seña de identidad de la humanidad.

Acabamos de celebrar, en Navidad, el nacimiento de un migrante. Jesús nació como migrante en Belén, donde José y María fueron a empadronarse para cumplir el Edicto de César Augusto. No hubo para ellos lugar en la Posada y María dio a luz en un pesebre. (Lucas, 2). Poco más tarde, toda la familia huiría a Egipto donde buscaron «refugio», para escapar de Herodes que había ordenado dar muerte al niño (Mateo, 2, 13-15).

migraciones

‘La huida a Egipto’, de Eugene Girardet

También el pueblo judío conoce de migraciones. Para el judaísmo, Moisés es el hombre a quien Dios encomienda conducir al pueblo judío a través del desierto, desde Egipto hacia la tierra prometida. Moisés es una referencia también para el cristianismo.

Por su parte, la religión musulmana comienza con la Hégira o huida de Mahoma de La Meca a Medina en el año 622 porque los mercaderes no aceptaban sus enseñanzas sobre la nueva religión, el islam. Precisamente hiyra significa literalmente migración.

La necesidad de buscar tierras más benignas y prometedoras obligaron a numerosos pueblos a migrar desde el comienzo de la Historia. En Occidente, las invasiones bárbaras fueron migraciones de pueblos llamados bárbaros («extranjeros») hacia las tierras del Imperio. En la Edad Moderna, muchas de las migraciones más o menos masivas obedecieron a expulsiones por motivos religiosos o económicos, como la expulsión de los judíos sefarditas y de los moriscos en el reino de España.

‘La expulsión de los moriscos’, de Gabriel Puig Roda

Conocido es que el drama de las migraciones forzadas es una realidad visible y preocupante en el mundo de hoy y probablemente será más acuciante en los años venideros. El cambio climático será determinante en el movimiento masivo de poblaciones.

Las personas migrantes, en especial las que huyen de situaciones de conflicto o persecuciones por motivos religiosos o sexistas, o por razones ideológicas, y se encuentran en situación administrativa irregular, sufren discriminación muchas veces legal y no pocas veces social. Son tratados por muchos Estados y por ciudadanos de países ricos y estables como personas de segunda clase. Muchos de ellos, particularmente los más débiles (las mujeres y los niños) corren serios riesgos de caer bajo el yugo de organizaciones delictivas de trata de seres humanos.

Muchos son los que mueren en el Éxodo tratando de llegar a nuestras costas, otros son retenidos en campos «de refugiados» en las fronteras de Europa o devueltos en caliente en las mismas fronteras.

Inmigrantes cruzando el Mediterráneo | Médicos Sin Fronteras

Según el último informe anual de Acnur, al finalizar 2016, había 65,6 millones de personas desplazadas forzosamente en todo el mundo a consecuencia de la persecución, los conflictos, la violencia o las violaciones de derechos humanos. Eso representaba un aumento de 300.000 personas respecto del año anterior.

Por tercer año consecutivo, Turquía albergaba al mayor número de refugiados en el mundo, con 2,9 millones de personas. Los principales países de asilo, tras Turquía, fueron no occidentales: Pakistán con 1,4 millones, Líbano, con 1 millón, Irán con 979.400, Uganda con 940.800 y Etiopía con 791.600.

Las regiones en desarrollo acogían al 84% de los refugiados del mundo bajo el mandato de Acnur: alrededor de 14,5 millones de personas. Los países menos desarrollados daban asilo a una proporción creciente: el 28% del total mundial (4,9 millones de refugiados).

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Refugiados sirios llegan a Turquía | Acnur

En Alemania, la población refugiada aumentó considerablemente, sobre todo debido a los nuevos reconocimientos derivados de las solicitudes de asilo de quienes llegaron durante 2015 y principios de 2016. Al final de 2015, la población refugiada era de 316.100 personas, mientras que un año después, esta cifra era de 669.500

El Papa Francisco denunció recientemente el drama de los migrantes, a menudo «expulsados de su tierra» por los Herodes de nuestros días e impelió a los cristianos a «hacernos centinelas de tantos que han sucumbido bajo el peso de esa desolación que nace al encontrar tantas puertas cerradas»; a desterrar la «indiferencia» y a conceder «hospitalidad».

Más allá de la religión, las sociedades más desarrolladas y con mayores índices de bienestar nos deberíamos sentir impelidas ante la realidad de la migración forzosa, porque todos somos en potencia migrantes. Si no queremos vivir en una sociedad y un mundo donde la desigualdad sea, cada vez más, una causa evidente de inestabilidad política y social, deberíamos de ser capaces y sensibles para comprender que merece la pena sacrificar parte de nuestro bienestar a cambio de que otros puedan vivir en condiciones dignas y acordes con los derechos humanos que todos ostentamos por el solo hecho de pertenecer a la especie humana. Todos estamos llamados, con independencia de nuestras ideas políticas o religiosas, a esta cruzada universal en beneficio de la propia humanidad.

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