Cambio Climático

Mucho más que 3,5 millones de especies

El periodista Javier Rico recorre el universo de la biodiversidad, un ecosistema amenazado y complejo del que en buena medida depende nuestro bienestar.

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25
septiembre
2013

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Con el telón de fondo de las poderosas fotografías de la muestra Wild Wonders of Europe, el periodista Javier Rico recorre el universo de la biodiversidad, un ecosistema amenazado y complejo del que depende en buena medidanuestro bienestar.

Tengo que reconocer mi escepticismo al visitar la exposición fotográfica Wild Wonders of Europe, inaugurada a finales de septiembre en el madrileño parque del Retiro y cuyas fotografías ilustran este reportaje. Temí: «Otra cita con la belleza y la espectacularidad de la biodiversidad europea que olvida los elementos y los mensajes esenciales de la misma y bascula entre el impacto de la imagen (una naturaleza tipo documentales de La 2) y los lugares comunes de las especies en peligro de extinción (linces, osos y águilas)». Aunque es cierto que dominan estas últimas estrellas de la fauna, afortunadamente, mis temores no se confirmaron.

Una mariposa doncella, un trébol violeta, una siempreviva, una salamanquesa, gusanos, moscas y escarabajos forman un collage dentro de una de las imágenes expuestas. El texto que ilustra este montaje da en la diana de lo que es la biodiversidad: «Es el activo más valioso de toda la humanidad…. hace referencia a la variedad de vida en la tierra. Desde los organismos microscópicos a los animales más grandes y los entornos en los que vivimos. Todo está interconectado. Entre sí y con nosotros. La variedad de vida a nuestro alrededor es lo que hemos estado comiendo y bebiendo, con lo que hemos construido nuestras casas desde los albores de los tiempos. Es la ropa que llevamos y la calefacción de nuestros hogares».

Exposición Wild Wonders of Europe

Ese es el concepto de biodiversidad que debe prevalecer para que ciudadanos, administraciones y empresas sean plenamente conscientes de la importancia del término y de lo que representa. Hace unos días, Ecologistas en Acción presentó la Guía de la biodiversidad. Las metas de Aichi para periodistas y otras especies en peligro de extinción, elaborada en colaboración con la Fundación Biodiversidad. En ella se hace una afirmación rotunda, «somos biodiversidad», para explicar que toda nuestra calidad de vida depende de lo que ella proporciona. «El aire limpio, nuestros recursos hídricos, los recursos naturales, médicos y alimentarios provienen directamente de la biodiversidad. Y más allá, nuestra propia cultura y educación han evolucionado ligadas a la biodiversidad. Todo nuestro bienestar y calidad de vida dependen de ella».

Tras leer ambos comentarios, cuesta asimilar que pasara prácticamente desapercibida la XI Conferencia de las Partes del Convenio de Biodiversidad, celebrada en Hyderabad (India) del 8 al 19 de octubre, y a la que asistieron representantes de 170 países. En la inauguración de este evento, Jayanthi Natarajan, ministro de Medio Ambiente y Bosques de India, afirmó que «la actual crisis económica mundial no debe disuadirnos, sino, por el contrario, animarnos a invertir más en la mejora del capital natural para asegurar los servicios continuos que nos ofrecen los ecosistemas, de los que dependen la vida en la Tierra». Demasiado trascendental para pasar inadvertido y no tomar nota del mensaje.

Exposición Wild Wonders of Europe

La biodiversidad no son solo los grandes mamíferos y aves, a los que no hay que negar su beneficioso efecto paraguas que ejercen sobre la conservación del resto de seres vivos. Pero conviene recordar que el panda gigante, la ballena azul, el lince ibérico o el águila imperial ibérica aportan un minúsculo grano de arena a la amplia familia que forma la diversidad biológica. Frente a las 10.000 especies de aves y 6.000 de mamíferos, existen dos millones de insectos (de los cuales 350.000 son escarabajos), 270.000 de plantas, 100.000 de hongos y líquenes y 80.000 de protozoos y algas. Los científicos cifran el número total de especies entre un mínimo de 3,5 y a un máximo de 15 millones. Y lo que queda por descubrir.

Uno de los ejemplos más significativos de esa «biodiversidad silenciosa» está representado por las abejas. Desde hace una década, las poblaciones de este insecto han disminuido notablemente en varias partes del mundo, desde España al Reino Unido y desde Estados Unidos a China. Los expertos manejan un cóctel de causas en el que domina el parasitismo de un ácaro que produce la enfermedad de la varroasis, pero donde no faltan el excesivo uso de insecticidas en la agricultura, el cambio climático y la proliferación de ondas electromagnéticas que interfieren en la orientación de las abejas. Este problema no se ha ganado grandes titulares, pero las consecuencias empiezan a notarse, ya que el 75 por ciento de los cultivos dependen de la polinización de los animales (mariposas, moscas, pájaros, murciélagos…), entre los que destacan la notoria aportación de las abejas.

Una noticia aparecida a principios de octubre en el portal chinadialogue.com confirmaba que el declive en las poblaciones de abejas ha obligado a los agricultores chinos a realizar a mano la polinización de manzanos. Al leer esta noticia recordé un ilustrativo libro, publicado hace un par de años también por la Fundación Biodiversidad, de título elocuente: Si desaparecieran las abejas, la vida sería casi imposible. De entrada, relataba que en un debate de la institución Earthwatch celebrado en la Royal Geographical Society de Londres en 2008 varios científicos discutían sobre cuál es la especie más importante del planeta, «aquella sin la cual vivir en este mundo sería prácticamente imposible». Hubo candidatos importantes (murciélagos, primates, hongos…), pero a la final llegaron el plancton y las abejas. Ganaron estas últimas.

Exposición Wild Wonders of Europe

Estos insectos himenópteros, además de producir miel, transportan sustancias que hacen posible la reproducción de especies vegetales silvestres y cultivadas. En Estados Unidos, esta labor polinizadora se relaciona con el 60% de los alimentos consumidos, de ahí que la pérdida, en algunos de los últimos años, del 50 por ciento de las colmenas suponga un grave impacto no solo natural, sino social y económico. Si desaparecieran los insectos polinizadores, aparte de ser casi imposible asumir su labor por el ser humano, se calcula que se perderían al año unos 153.000 millones de euros. Parece evidente que la supervivencia de los componentes más pequeños de la biodiversidad resulta trascendental para mantener las condiciones óptimas en las que se desenvuelven todos los seres vivos sobre la Tierra.

Los miles de millones de euros citados se multiplican hasta superar cifras billonarias si se añaden otros factores vinculados a la pesca, la agricultura y la ganadería, donde millones de organismos ejercen una labor similar a la de los insectos polinizadores. Fuera de estos sectores hay que recordar que diez de los veinticinco medicamentos más conocidos provienen de productos vegetales naturales o que la madera suma la mitad del combustible empleado en los países en desarrollo para cocinar o calentar hogares. Y a todo ello habría que añadir la importancia en el turismo (observación de la naturaleza), la industria textil (lana, algodón. Lino…), el transporte (biocarburantes), las nuevas tecnologías (extracción de minerales como el coltán)… A partir de esta puesta en valor de la biodiversidad, salvaje y domesticada, surge el debate sobre ¿cuánto cuesta la biodiversidad?, ¿hay que poner precio a un bosque?, ¿y a una tortuga? El debate es actual e intenso. Unos piensan que poner precio mercantiliza la naturaleza y otros que frena su destrucción alertando de las pérdidas económicas que ocasiona. Iniciativas como The Economics of Ecosystems and Biodiversity (TEEB, en sus siglas en inglés) ponen sobre la mesa los beneficios económicos de la biodiversidad con datos como que el 40% de la economía mundial se basa en ella y los servicios de los ecosistemas.

Exposición Wild Wonders of Europe

En tiempos de crisis como los actuales también se gira la cabeza hacia la biodiversidad. Entre las conclusiones que expuso el Comité Español de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) tras el  Congreso Mundial de la Naturaleza celebrado del 6 al 12 de septiembre en Jeju (Corea del Sur), estaba la satisfacción al respaldo dado a preocupaciones ambientales españolas, como «la necesidad de impulsar la economía y el empleo verde, especialmente en zonas de alto valor en biodiversidad, como las incluidas en la Red Natura Natura 2000». Eso sí, todo ello sin olvidar el aspecto básico de la conservación, que esta misma delegación española presentó con propuestas a favor de la recuperación de las poblaciones de atún rojo, la preservación de la pardela balear y la lucha contra la caza ilegal de aves en el Mediterráneo.

Para terminar, y sin salir del ámbito económico, la guía mencionada de Ecologistas en Acción recuerda que «la actividad económica tal y como la desarrollamos estimula la sobreexplotación de recursos y el consumo excesivo, cuando deberíamos apostar por su reducción».

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