Opinión

En busca de una Constitución verde

La carta magna recoge nuestros derechos fundamentales, pero ¿podemos adentrarnos en lo que nos depara el futuro sin proteger en ella nuestro entorno? La lucha climática debe servir para ampliar nuestros derechos, pero también nuestros deberes con toda forma de vida.

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07
diciembre
2021

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Hoy día somos afortunados: vivimos en una era donde nuestros principales derechos y libertades están protegidos y prácticamente garantizados; tenemos derecho a la libertad de expresión, y además se garantiza nuestra libertad ideológica; tenemos derecho a la reunión, a la huelga, a la asociación, a ser defendidos, a la educación, pero sobre todo, tenemos derecho a que todos estos derechos fundamentales sean protegidos por nosotros en un tribunal. Vivimos en un momento histórico, donde hemos nacido gozando de estas ventajas sin apenas preocuparnos por ella, pero esto no siempre fue así. Hace 100 años cualquiera de los anteriormente mencionados podría suponer más que un esfuerzo para ser protegido: no teníamos a dónde recurrir, ni a quién pedir ayuda en caso de violación; vivíamos indefensos y vulnerables. Esto es lo que la Constitución nos ha proporcionado, el maravilloso regalo de vivir en una cierta tranquilidad en la que nuestros derechos fundamentales están protegidos. Esta ha sido –y es– nuestro invisible seguro que garantiza nuestros derechos fundamentales.

Pero ¿qué hay de nuestro derecho a la vida, y sobre todo, de las fuentes que la sustentan? ¿Están tan protegidas como lo están nuestras libertades? O, en cambio, ¿seguimos indefensos y vulnerables a su violación?

«La Constitución nos ha proporcionado la protección de nuestros derechos fundamentales»

Vivimos ante una crisis climática, en la que ya todos nos hemos dado cuenta de que nos estamos viendo afectados en mayor o menor medida. La población aumenta, mientras los terrenos fértiles para alimentarnos disminuyen; la esperanza de vida crece, pero disminuyen nuestras fuentes de agua potable; nos multiplicamos a la vez que la calidad del aire que respiramos se reduce ¿No deberían estas necesidades básicas para la supervivencia protegerse de la misma forma en la que se protegen nuestros derechos individuales?

En la Constitución Española, existen 169 artículos, donde en apenas uno de ellos, el número 45, se especifica: «Todos tienen el derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona, así como el deber de conservarlo». Y este ni siquiera está contemplado dentro de los derechos denominados como «fundamentales». ¿Habrá llegado el momento en que necesitamos que la Constitución incluya nuestros derechos «medioambientales» dentro de los «fundamentales»?

Vivimos en un marco social, donde nuestros partidos políticos están más protegidos que nuestros bosques. Las fronteras de nuestro Estado, esas líneas imaginarias designadas para separar territorios, son infranqueables, pero la biodiversidad tangible que en ellas habita no goza sin embargo de la misma protección.

Ahora que sabemos que nuestra capital, Madrid, es la ciudad europea con más muertes causadas por la contaminación del aire, quizás sea el momento de incluir el derecho a respirar aire limpio como un derecho «fundamental», y todo el que atente contra él sea juzgado dentro del marco de un delito «anticonstitucional».

A pesar de la crisis climática y la pérdida de biodiversidad a la que hoy nos enfrentamos, hoy en día se puede contaminar un río, talar un bosque, o matar un animal, asumiendo la culpabilidad del delito pagando tan solo una multa. Es decir, todavía vivimos en un marco donde se puede atentar contra nuestras fuentes de vida a cambio de dinero. ¿A dónde nos lleva este marco? ¿Realmente estamos priorizando la protección de nuestros «recursos básicos»?

«Hace falta ampliar la cobertura y la responsabilidad, tanto de nuestros derechos, como de nuestros deberes»

Me imagino, que detrás de la iniciativa que tuvieron el siglo pasado los líderes y visionarios que dieron cabida a la Constitución había sin duda alguna, una intención positiva: garantizar el bien común para todos, y para las generaciones futuras, y establecer como objetivo de toda la sociedad, la búsqueda del mismo. Y en muchos aspectos lo consiguieron, pero ¿sigue estando nuestro bienestar futuro garantizado, o será hora de mejorar la magnífica herencia que nos dejaron nuestros predecesores en la Constitución?

Por mi parte, creo que sin duda hace falta ampliar la cobertura y la responsabilidad, tanto de nuestros derechos, como de nuestros deberes, no solo para proteger el futuro de nuestra calidad de vida, sino para conseguir que por fin todos rememos en la misma dirección, con el mismo objetivo.

Estos, son los tres artículos que, considero, deberían ser una guía para que todas las personas que vivimos en este marco social y temporal. Una guía que utilizáramos en nuestro día a día, al igual que ya utilizamos los ya existentes «derechos fundamentales».

Primero: Todos tenemos derecho al acceso gratuito y universal a las fuentes de vida básicas para el correcto sustento y funcionamiento de nuestro cuerpo: aire limpio, agua limpia y suelo limpio, sin que nadie en ningún caso tenga el derecho de atentar contra las mismas de manera deliberada.

Segundo: Cada individuo o entidad jurídica, será responsable legítimo del impacto que genera todo lo que consume para satisfacer sus necesidades básicas y no básicas; así como el impacto derivado de sus actividades para llevar a cabo el mismo. Cada individuo o entidad jurídica, será responsable íntegro de medir, compensar y eliminar todos los desechos producidos por sus actividades en los tres ámbitos principales que sustentan la vida: aire, agua, tierra.

Tercero: Se declara la naturaleza y la biodiversidad como un bien universal y colectivo, y el derecho fundamental a disfrutarla así como el deber de protegerla; y por lo tanto ninguna actividad podrá infringir un impacto destructivo o negativo sobre la misma, sin un plan regenerativo.

Soy consciente de que pueda ser una gran fantasía el hecho de que estos artículos sean incluidos en nuestra Constitución, pero al menos espero que sirvan de guía para todos aquellos que creemos que en el mundo de hoy hacen falta nuevas reglas.


Alex Dakov es emprendedor consciente e impulsor de proyectos medioambientales, además de conferenciante top 100 de Thinking Heads.

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